sábado, 26 de mayo de 2007

AL AUSENTE POETA


silencio, llovió el mismo día en que te ibas,
señales, cantan a nuestro alrededor y somos sordos
me río de la magia de tu partida, eres energía intensa
y respiro deseando olerte, y te describo conjugando "amar "en mi mente

acariciando los dados del azar, volteando al cielo sonriendo a Dios
y asi consigo la gracia de la gente
cuando me ven suspirar fervientemente
siendo tu mi cielo negro con piel de estrellas, nubes transparentes de algodón

una noche más en la que te analizo en la distancia
mientras bailo hasta que el dolor nace en mi pierna
sorprendiendome a mi misma extasiada
en esta tierra que te espera, caliente y plena

como pronunciar tu nombre si no te veo,
para que si no escuchas la sintaxis mientras lo digo
de que manera, con que sentido,
mejor te guardo en el rincón mío donde tu nombre yace dormido.

Y me refiero a ti como poeta, pasion de mis pasiones
y mi vida de esta vida, promesa de ilusiones y realidad que hoy respira.

te AMO!

G.F.N

domingo, 20 de mayo de 2007

NOVELA: Divino Recuerdo






PROLOGO


"El pasado es un prólogo" (W Shakespeare)


Mientras llovía, estaba soñando, con los ojos entre abiertos y su mente llegando a espacios en los que no podía estar; al menos por completo.
Ella hizo lo que quiso esa noche, entre las sabanas de su cama y con el viento de un abanico directo; lo mas importante es que deseaba, los zancudos le picaban y eso distraía un poco sus fantasías, sus piernas delgadas se abrían y sus brazos se aferraban a la almohada.

–¡Los sueños terminan! –susurró una voz.. Y como eco se repetía una frase que decía: "Cuando desees, desea mucho"
­­



Una Noche Después


–¿Cuando vas a ser solo mía? –Sus ojos verdes buscaban respuesta; pero el silencio lo decía todo, Elisa no pronunciaba palabra.
–Es que, no estoy... –Después de una pausa –No estoy segura, en verdad me encantas, me ...
Diego la tomó por sorpresa, y la besó.
–Quiero ser siempre sincera contigo, espero que comprendas. –El aire acariciaba sus cabellos, y la noche los seducía a los dos; entonces ella lo abrazó, y la memoria se borró, sus labios se hallaron, y ...








Capitulo 1

En la sala de una lujosa casa; donde el agua, los espejos y toques plateados eran muy característicos. Justo en el sillón mas cómodo estaba Victoria, la madre de Elisa, con un vestido ceñido y un escote que mostraba la gloria de sus aún firmes senos, parecía estar ida, como si algo en el mundo real la orillara a mudarse por unos instantes a la hermosa utopía; ¿que estaría pensando Vica?, –como le llaman de cariño– sus ojos en realidad mostraban una imagen de preocupación, pero, ¿ de que ? ...

En el lugar mas fresco de la mansión –futura herencia de Elisa y sus hermanos– estaba Fiusher; la mascota de la familia, era un caballo blanco, fuerte, de melena suave y larga , mirada dulce y fiel... era el lugar mas fresco; la parte trasera de la casa era inmensa, jardines con las mas bellas flores, con sillones de jardín, podías mirar como el río se adueñaba del paisaje; el área mas codiciada; las aguas daban de beber y bañaban a Fiusher.
Elisa solía pasar horas mojándose de la cintura para abajo, sintiendo la ligera y a veces ruda corriente del río.

La servidumbre era basta y cordial, cada integrante de la familia contaba con un trabajador fiel; cada uno de ellos con carácter y orígenes distintos, ya que Victoria amaba la diversidad cultural, enseñó estrictamente el respeto a cualquier ideología y solía decir un dicho italiano que su abuela dijo antes de casarse con un obrero muy pobre: “Una vez terminado el juego, el rey y el peón vuelven a la misma caja”.
Goldbert de origen Afro-americano, de piel canela obscura transpiraba día y noche su arduo trabajo, demostraba su fuerza en cada cosa que emprendía; el enseñaba a René –hermano mayor– el arte de domar todo tipo de bestias, al mismo tiempo le enseñaba algo de historia del mundo, increíblemente era un hombre instruido, muy culto; era el cumple caprichos del “Joven Rene” .–25 años y mimado– esto es lo que decía Elisa.
Y Chelina, una mujer madura, su sentido del humor y su forma de cocinar no tenían comparación, sabía escuchar, pero su arma especial era hablar, aconsejaba hasta a las piedras, Chelina les servía a todos; la respetaban mas que a otros, ya que sus guisos calmaban tantos problemas, para empezar el problema del hambre.
Salomé, era una mujer joven de origen cubano, había sufrido mucho, pero no estaba sola, tenía un hijito color chocolate, con los ojos mas brillosos y felices que se han visto por estos rumbos y una sonrisa que le da todo, todo eso que un día le faltó; Salomé con voz cortada decía que su hombre estaba trabajando para ellos en su trágica pero amada cuba, nadie en la casa le creía, por que una vez lloraba sola reprochándole a un tipo ,un hombre ausente según el discurso de Salomé; algo así escuchó Chelina, ya que dormían casi juntas.
Aparte de cuidar a su Vicentillo –el niño chocolate–;cuidaba, velaba y sudaba por causa de Mauricio, el mas apuesto de los hermanos de Elisa.
A sus 21 años su galanura hacía que todas las chicas de la región, lo miraran embelesadamente, pero esto a Mauricio solo le llenaba su ego, pero decía que no le servía mucho; lo buscaban, pero, Salomé sabía muy bien su trabajo.
–No niña, Mauricio no está
–¡Pero si lo vi entrar hace unos minutos! .
–Tal vez te confundiste con Zacarías –hermano menor–
–¡Ush!
Después de unas 6 o 7 negadas Salomé lograba respirar un poco y correr a alimentar a chocolate y al queridísimo Mauricio.
Podías ver a Mauricio jugando con el niño, y se veía extraño, Mauricio no socializaba mas que con las chicas, y a la familia les hablaba por eso del amor y cosas así; pero pensar que Mauricio juegue con un niño de 6 años y también siendo hijo de la servidumbre, realmente asombraba a muchos especialmente a Elisa.
Ella conocía a Mau, sabía sus estrategias para seducir, después de todo Salomé, tan bella, su color de ojos entre verdes y grises contrastaban con su tono marrón de piel, no era de tono de piel tan oscuro como Goldbert, de hecho podríamos decir que es parte de una mezcla entre un negro cubano y una Argentina de ojos claros, de verdad Salomé desprendía sensualidad, aunque se le veía seria la mayor parte del tiempo; solo sonreía con Vicente y algunas veces con el resto de la familia, pero a los hombres no les sonreía mucho; por su vida tal vez, tal vez la vida le enseño a no seducirlos mas, ya no lo requeriría, ahora se ganaba la vida mas sensatamente.
Pero... Mauricio algo planeaba.

Amaneciendo; Elisa tuvo una pesadilla, sudaba y no recordó completamente el sueño, veía lodo que se embarraba entre sus pies, lo disfrutaba pero sentía culpa por eso, y así, cosas que no entendía.
Se levanta y algunos mareos la llevan de regreso a la cama, fue como si la jalasen fuertemente hacia lo mas profundo de su lecho.
Algo sucedía, había olvidado el cumpleaños de su mejor amiga, no sabía donde había puesto un regalo de su “ Amor actual” y para colmo no recordaba la fecha en que ella misma nació, conforme pasaba el tiempo no recordaba a cierta gente; esto no parecía ser normal.

–¿A partir de cuándo? –Victoria pensaba en el mismo sillón aquel.
A Leonardo padre de Eli; este asunto también le quitaba el sueño; pero él ya había investigado algo...

“Mi mundo se torna oscuro, pero es mas, no se si algún día vi la luz suficiente para poder decir que vi algo; hoy veo entre sombras y me aterra”
Escribió Elisa una noche de octubre.

Malenna cuidaba a Elisa; le facilitaba todo y le trataba de recordar lo que olvidaba, cada vez era mas duro, pero Malenna, amaba a Eli; había pasado su niñez a su lado. Esa noche Malenna le había preparado un delicioso platillo, platillo que Elisa compartió con ella charlando, mirando hacia la enorme ventana, con un balcón, por donde las estrellas se asomaban después de una leve llovizna refrescante.
Al día siguiente Zacarías corría por toda la casa, hablándoles a todos, estaba tan emocionado, por que por fin logró ser aceptado en la escuela mas importante de idiomas del país; a sus 18 años parecía todo un hombre con energía de niño.

Capitulo 2


–Bésame, no dejes de hacerlo, por que presiento que si te vas, tal vez mañana no te recuerde
–Pero, ¿de que hablas?
–Diego, hoy puedo verte y saber quien eres pero mañana no se si sepa aunque sea que te vi alguna vez.
–¿Cómo? ¡No te entiendo!
–Sólo bésame por favor. –Con lágrimas en los ojos tratando de disimular, fue el beso mas romántico que uno de ellos hallan experimentado.
–No quiero olvidarte mi vida.
Quiero que sepas que no me había sentido así, quiero que mi destino seas tu; y quiero que ... Elisa detuvo sus pensamientos, era absurdo decirle esas cosas, presentía algo, algo terrible después de un beso de ese tamaño, después de ver esas escenas como flash, escenas donde despertaban juntos cada mañana.
Que bueno que sólo lo pensé, se dijo por dentro.
–¿Que te sucede Elisa? –El silencio se apoderó del lugar, y Elisa se puso tensa y helada, con la mirada perdida; y Diego mordiendo su labio inferior fuertemente, y con una mirada intrigada, tomó suavemente la barbilla de Elisa
con sus dedos índice y pulgar tratando de voltearla dulcemente y acercarla a sus labios; y ella se movía como si fuera un muñeco y al tocar sus labios esa humedad sintió hundirse en un mundo extraño lejos de todo y su cuerpo se desvanecía casi por completo y Diego así la tenía, tenía un cuerpo suave y ligero, parecía tan fácil, parecía una novela, el podía hacer lo quisiera en ese momento, ella le pertenecía, los músculos de esta mujer no pondrían resistencia, y el la amaba, y ya nada tendría sentido sin ella.
–Elisa, prométeme algo, dime que nunca me olvidarás...

El silencio lo decía todo, ella lo olvidaría.


"El pasado siempre está presente" (Maeterlinck)
Pero no sería el caso de Elisa.


Elisa se escondía en los rincones de tan grande casa, y a veces la veían llorando.
–¡Hija ya esta el desayuno!
–¿Quién eres? –Preguntó desconcertada– ¡Por favor hija, soy yo, tu madre!–Contestó con una sonrisa nerviosa; Elisa se voltea violentamente, dándole la espalda a la mujer que decía ser su madre, su espalda estaba tan encorvada que le dolía, poco a poco su cuerpo sentía una carga que la obligaba a fundirse con el piso, se derrumbo una muralla ante los ojos de esa madre, y ella lo había presenciado, Victoria no quería creer, era mejor pensar que era un chiste, una estúpida broma de su hija, pero no era así, era verdaderamente una muralla derrumbada y era momento de hacer algo.
Por fin la muralla hablo, con voz quebrada dijo:
–¡Ya no se que hacer, no se ni quien es mi madre, ni como estoy aquí.! –Una pregunta se dejo escuchar claramente.
–¿Cómo confiar en ti? –La pregunta dolió en las fibras mas delicadas de Victoria –Mírame hija, tenemos los mismos ojos, mira tus manos y mira las mías, por favor sonríe y vas a ver que es mi sonrisa. –Victoria fabricando un esfuerzo por sonreír no aguanta mas y desata en llanto. –¡Elisa, soy la mujer que mas te ama en el mundo!
Ahí en la alfombra la muralla se volteaba sin tener fuerza para levantarse y extendiendo los brazos en busca de ayuda, de protección, como cuando era niña, apenas se entendió que dijo llorando : Madre, ¡ayúdame!

Hospital a las 10:00 AM.
–¡Doctor, por favor, ayúdenos; mire, mi hija pierde recuerdos, su memoria ya no funciona nada bien, evalúela. Ya no aguantamos la angustia. –Victoria temblaba, sentía como el frío erizaba su piel y sus manos no se contenían, parecían entumirse, como si tuvieran mucho tiempo sin movimiento.










Capitulo 3

Un mes después

La lluvia, el viento que se metía libremente por esa gigantesca ventana me despertaron justo a las 4:00 AM. Me sentí tan sola en esa habitación, un techo alto y el piso que crujía como quejándose de ser humillado, casi todo era madera fina antigua; me levanté, miré de mi cintura para abajo y por mis ropas deduje que estaba acercándose el invierno; pero que torpe, el aire era la prueba mas evidente de la estación en la que estaba, aparte se erizó mi piel tanto, al llegar al baño, el espejo me dijo algo y vi a alguien que no se si conocía en verdad.

“Amanecí un día y me sentí nacer en un cuerpo extraño”.




El accidente se dibujaba sutil, pero tajante.

Era una mañana lluviosa Grachiela salió de su casa eufórica, había recibido un costoso regalo; un caballo divinamente blanco.
Llena de éxtasis subió a el sin el informe de que no estaba amaestrado, que le faltaba un largo camino para que obedeciera la voz de su amo.
Corrió velozmente y por la fuerza desequilibrada de “viento”salió volando por encima del caballo, y como llovía el caballo al caer golpeo con una pata la cabeza de Grachiela lo que le produjo olvidar su pasado.
Gran mentira pero que genial fue la historia reconstruida.
Surgían dudas pero siempre había alguien para tapar la curiosidad.

Ya no estaba ese hombre que ocupaba cada vez mas su mente. Diego no existiría mas.
Pensaron en que la vida de Grachi fuera una nueva y perfecta, un maravilloso Doctor logró con costosas medicinas fortalecer el funcionamiento de su memoria pero el pasado era solo eso y no importaba mas.

Le inventaron una amiga de la infancia, una joven pobre necesitada de dinero, para alimentar a sus abuelos, esta chica tenía unas metas que antes de conocer a la familia adinerada nunca pensó en cumplir; había tenido que trabajar prostituyéndose por todo el pueblo, ya todos los hombres de por ahí la conocían, pero la admiraban, era tan bella, era increíblemente seria en horario matutino, e indudablemente trabajadora. Tenía que ocultarse al hacer sus labores por que de día le gustaba hacer actos benéficos en una de las capillas mas bellas del lugar, y pobre de ella si Josué –el sacerdote mas importante de casi todo ese pueblito –si el se enteraba podría excomulgarla. Ella saldría a trabajar ya que todas las luces de esas casitas o casonas estuvieran apagadas. La ausencia de luz era lo que decía que ya empezaba la hora de trabajo. Ella sabía que familia se desvelaba mas y quienes sufrían de insomnio; sabía que Jochelo el niño menor de los Vivanchi no dormía sin la luz bien prendida.
Si, le era fascinante besar a muchos hombres y sin compromiso de lavarles su ropa interior, le llevaban suntuosos regalos, de los cuales unos tantos vendía y alguno no se podía desprender de tan bellos que resultaban. El regalo mas hermoso fue un caballo que sería su aliado, su mueble, su amigo mas decente.

Fue comprada por una familia poderosa que llegó de quien sabe donde, pero así era el juego, solo sabrás del presente para adelante. El pasado es nada. "El secreto debe pasar a formar parte de tu sangre"
La buena familia de Elisa, en realidad tan preocupados por su hija que no sabían ni como hacer para evitarle dolor a su pequeña mujer.
Decirle: Hija estas enferma y no recordarás nunca tu pasado, solo tu hoy, solo tu ahora, y a partir de esta fecha comenzaras a formar nuevos recuerdos, por que tu padre casi vende su alma a cambio de costosas medicinas, mas bien casi mágicas, pero no, tuvo que guardarla, recordó que la necesitaría para agradecerle a Dios que tu pudieras recordar de nuevo.

¿Acaso era tan difícil de explicar?
Se preguntaban los padres y todos quienes estaban escondiendo una sucia pero interesante mentira.
Grachiela convivía mucho con Janella, congeniaron muy bien, era una conexión de las raras, aparte del cuento ese de que crecieron juntas ayudó mas a Elisa a creer que debía amarla.
Janella sufría cada mentira que le decía, por eso prefería hablar del presente o un futuro apasionante; y por las noches pensaba si algún día su única amiga sabría la verdad.

En si, Janella tampoco sabía nada de la infancia de su “vieja amiga”; ni siquiera su nombre. Eso del nombre era un asunto peligroso por eso los Serruche Nava –apellido falso– viajaron desde lejana distancia para olvidarse de tantas posibilidades de perturbar a “su nueva hija”.
Evitaban a la gente preguntona y a los celosos del dinero; dinero que se poseía sin ninguna pretensión.
Un día de esos que hace frío a Grachiela se le ocurrió ir a casa de Janella, fue y se plantó en la puerta después de atar a viento, que ya estaba bien entrenadito a esa voz femenina y sensual; golpeó con fuerza la puerta de madera vieja, batallando con un paquete que sostenía con el brazo izquierdo; la puerta la recibe con un corto rechinido, y la vieja abuela de Janella quedó sorprendida de ver a su otra nieta justo enfrente de ella, le estrechó los brazos con gran energía y una sonrisa perfectamente dibujada le aseguraba que era bienvenida, Grachiela no tardó en poner sobre el piso ese extraño paquete negro y abrazar a la abuela, en eso Janella da un salto de gusto al ver a su amiga, y corre a esperar su turno de abrazo. Era una visita no muy común, Janella es quien vivía por decirlo así en casa de Graciela.
–Janelly querida, traigo un paquete de... –Se acerca al oído de su amiga.–Un paquete de dinero
Atónita se fijó en el tamaño y se lo imaginó lleno de los billetes mas grandes, y muy apenas permitió salir un “¡No!” De asombro.
–¡Si!
–Pero, ¿para que, o quien?, ¿qué vas hacer con ...
La abuela estaba en la cocina preparando un postre delicioso, el aroma las distrajo de repente, pero continuaron.
El dinero era para esa capilla a la que Janella asistía, habían llegado unos huérfanos muy pobres de un país en un momento muy pero muy duro. Pero como ella nunca había puesto un pie en esa iglesia, necesitaba a su amiga que aparte conocía perfecto a ese famoso sacerdote; decían que era apuesto, de hecho Janelly se lo recordaba a cada rato; pero que lástima que era un sacerdote.
–Las monjas lo persiguen, le lavan los pies casi con el jugo de su saliva
–Ja ja ja –Se atacaron de la risa, en eso, Grachiela se acomodó un mechón de su cabello detrás de la oreja y preguntó: –Pero no puede ser ¿Tan guapo esta?
–Ya lo verás
–Ja ja ja ja
–Pero eso no es todo, las monjas hasta se quedan mirando feo a las que se le acercan, entre ellas pelean según calladamente, por hablar con el, besarle la mano. Pero, él es serio en momentos así, finge no darse cuenta.

Su voz es grave, parece que en su otra vida fue... Un asesino, mata con su mirada; pero, créeme, valdría la pena morir así.
Las risas se soltaron libremente. Pero algo iba a detenerlas.

–Janella.
–¿Mande? Diga usted...
–Te contaré algo...
–¡Pero que cara tan seria! ¿Que sucede?
–Es algo que vengo queriendo hacer; o ser mejor dicho; pero, no era el mejor momento; ahora lo es...
–Ya dilo, ¡dilo de una buena vez!
–De acuerdo, de acuerdo. –La voz se escondió en el silencio, hasta que se oyó una frase compuesta por tres palabras, que jamás ninguna persona que conociera a Grachiela pensaría oír de su boca, era una locura; Janella estaba como ausente, con los ojos en la nada, completamente abiertos; parecía como si quisiesen salirse de sus cavidades.
–¿Pero estás enferma o que te pasa? –Por fin pronuncio palabra. La tomó bruscamente de la cara, la apretó hasta...
–¡Suéltame!; y por favor, cálmate.
–Disculpa, pero es que no lo puedo creer.
En su rostro había decepción, pero mas que eso desconcierto.
–No pensé que fuera tan malo...
–¡No!, si no es malo, querida; es... Es demasiado bueno; no te equivoques, nunca dije: ¡ES MALO!. Pero; por favor; como, no puedo creer lo que has dicho, ¿me lo podrías repetir? ¿Si?... Sé buena amiga y escúchate, escucha lo mal que queda de tu boca esto; querida.
–¡Quiero ser monja! ¿Ya?. ¿Suficiente?
–¿Pero no te rindes, verdad? –Llena de ira.
–¿De que hablas...?–Pregunta con incertidumbre
–¿Quieres saber de que fregados hablo?, ¡hay! perdón olvidé que la futura Santísima madre de la misericordia y la bondad está aquí presente...–Grachiela estaba horrorizada ante esos comentarios, pero sabía que a su amiga le estaba doliendo, y se contuvo de hacer algo mas que escucharla con los ojos fijos y las manos apretadas, completamente sudorosas.
–Pues, hablo de ti; de una verdadera mujer; que desea, que siente, que ama, y que es ... demasiado hermosa para esconder... O pretender esconder algo que ni de chiste tiene que esconderse, ¿tus caderas ocultas? Eso es un chiste; pero de muy mal gusto, y... ¿Que hay de tus piernas? Son escultura perfecta.

Pero nada de eso te importa, ya lo se; sin embargo... ¿Qué hay del sexo; querida? Pon a un lado el bendito y delicioso sexo... ¿Del verdadero amor?. ¡A un hombre!. No escuchas; ¿verdad?. !Perdone usted pero es que es ridículo!

Era una lágrima; se mostraba vergonzosa resbalando por esa mejilla roja de ira y vergüenza; se la quitó con su brazo izquierdo y después... Otro fragmento de piel bebió de ella.
–Hay, ¡no llores!. ¡Por favor!.–Asintió con la cabeza.–¡Ven! ¡Vamos!

–¿A dónde?
La tomo de un brazo un poco fuerte y la jaló al exterior de la casa y sin decir nada se montó sobre su caballo, y Grachiela hizo lo mismo.


–Mira, ¡es ahí! –Y señaló a un hermoso santuario.
–¡Pero, es... tan bello!
Parecía un paraíso terrenal, flores de todos colores llenaban de luz al lugar, era el templo mas aislado del pueblo, ni un ruido mas que los sonidos naturales, de las aves y otros animales, olía un poco a tierra mojada y se dejaba ver desde lo lejos cada ventanal del santuario.
Amarraron bien a los caballos a unos árboles cercanos a la entrada principal.
Caminaron lentamente por que Grachiela estaba contemplando la belleza que abundaba, claro que Janella lo había visto por casi toda su vida.
Graciela se agachó para arreglar sus botas que estaban algo enlodadas y quería evitar ensuciar ese piso reluciente, en eso escucha una voz varonil; tan sexy le pareció que sintió una extraña excitación, aún no había visto el rostro de ese hombre, pero no era necesario para desear estar cerca de el, se dijo muy pero muy por dentro antes de levantarse y ver su rostro, ya era algo loco, levantó la cabeza lentamente junto con su cuerpo; la voz de Janella rompió con la fantasía cuando dijo: deja que te presente a mi sacerdote preferido.
Justo al oír eso, ella vio esos ojos tan poderosos, pero Grachiela agachó la cabeza como de trancazo.
–El sacerdote le estrechó la mano

Grachiela actuó como zombi y le besó la mano, pero su nerviosismo era evidente.
–¿Que sucede hija? ¿Te sientes bien?
–Si, si; es solo que, que me dolió de repente mi tobillo, por eso era que me lo estaba revisando, pero es nada en realidad. –Janella se aguantaba las ganas de reír.
–Bien, ¿cuál es el motivo de tan grata visita?
Dijo mirando fijamente a Janella, sonrió levemente mientras las observaba a las dos.
–Si padre, es solo que venimos a brindar una donación, ya sabe, para los huérfanos que acaban de llegar.
–Hay hijas, muchas gracias. Se lo entregaré ahora mismo al tesorero administrativo; ¡Marcelo Filipo! Ven para acá, ¡corre hijo! Toma llévaselo a Fabricio.
–Si padre, claro que si.
–Bueno, Dios lo restituirá de la mejor manera; ya lo verán; pero, ¿que les ofrezco? Me imagino que fue un viaje algo largo y tendrán sed; vengan conmigo. –Todo el tiempo Grachiela se mantuvo callada, parecía estar hipnotizada, sonreía torpemente, hasta por momentos perdía su estilo.
Janella le daba unos codazos disimuladamente y sonreía; burlándose de su amiga.
–Anda Graciela. Cuéntale al señor sacerdote tus planes de ser monja.–Comentó irónicamente.
–¿Cómo, hija? ¿Quieres dar tu vida al camino de Dios?, ¿tomando en cuenta todo lo que esto implica?.
–Ah, si pero, pensaba hablarlo en privado, en un confesionario.
–¡Pero no se diga mas!. Podría ser ahora mismo; si así lo deseas.
Sentía como le temblaban las piernas, parecía una locura eso de ser monja, pero era como si algo la orillara a tomar esa decisión. Las manos le sudaban, y sus ojos estaban tan abiertos que parecían quererse salir a otro lugar mas tranquilo.
Era un tema nuevo para todos, nadie sabía de esa extraña necesidad.
El sacerdote que estaba enfrente esperaba su respuesta con una expresión de rareza. Un largo minuto había pasado.
–Bueno hija, ¿tu nombre es...?
–Grachiela señor.
–Si no deseas que sea ya no hay incon ... –Graciela interrumpió. –No, no hay inconveniente padre, es solo que me fui por un instante, pero si acepto.
Dijo si acepto como si estuviera apunto de contraer nupcias. Fue un momento tan bochornoso que sus cachetes se llenaron de color, la sangre visitó su cerebro de una forma acalorada. Ni quería imaginarse mas si lo habían notado.
El hombre tomó su parte del manto que arrastraba y le pidió a Graciela que lo siguiera; e hizo referencia al manto.
–Debo de hacerle una bastilla adecuada, un día de estos me veré en el piso,
ja ja.
La chica no sabía si reír o permanecer seria, si comentar algo o quedar completamente sin expresión.
–Ya lo arreglaré pronto, es cuestión de aprender a coser.
Josué le pintó una sonrisa tan enorme, acompañada de una mirada fija que se enterraba en los ojos de Graciela. Era una mirada gentil, acariciaba el alma.
Graciela fantaseaba con cada cosa que el decía, se vio a si misma arrodillada ante el, cosiéndole el manto para que sus pies se descubrieran, y así poder verlos tan solo un momento. –¿Que me pasa? –Pensó muy adentro de si.
–Grachiela, ven por acá, sígueme –caminaba torpemente
–Si señor.
–Llámame Josué.–Le indicó con un dedo el camino.
–Si, Josué.




Capitulo 4


–¿Quieres confesarte frente a mi o ...?
–No, prefiero la otra modalidad –Expresó nerviosa, un quiebre de voz se dejó salir al decir su No.
–Como tu gustes ,hija. –¿Gustar?, la frase: “Como tu gustes”, no era la mas mitigante.
–Si señor, mejor así.
–Josué, hija, Josué.
–Si, Josué.
–Pero, ya, anda; ya que estas del otro lado y yo no te presiono con mi mirada, dime, ¿quieres ser monja? –La palabra: “Querer” tampoco la quería escuchar de su boca.
–Quiero, quiero ser una mejor hija de Dios, alejarme de mi vida pasada, que es muy extraña, por que solo se de mi pasado por los demás, es... es algo difícil de explicar, en verdad mi pasado lo conozco; pero no lo recuerdo, se perfectamente mi vida, pero no tengo imágenes auténticas, es por un accidente sabe, pero en verdad quiero una nueva vida. ¡Que mejor como servidora del Señor!.
El discurso era tan insólito para Josué, pero no menos interesante, trató de unir la información de una manera lo mas lógica posible y por fin quiso preguntar algo justo cuando la chica se decidió a proseguir.
–Entonces estoy convencida de querer hacerlo.
–De acuerdo. Ahora, dime: ¿Has estado enamorada? –Esa pregunta rozó el alma de Elisa y Grachiela juntas.
–Por favor Padre, no me pregunte eso, eso quedó muy atrás, tanto así que ni siquiera lo guardo en mi memoria, ¿usted me entiende?
–¿Como? ¿No recuerdas? ¿O, no quieres recordar?.
–Las dos cosas, padre.
–Bien, pero, necesito saber si ahora amas a alguien, con deseo carnal, o con solo deseo carnal deseas tener a alguien.
–¡Pero, padre!
–Hija, necesito saberlo.
–No, no me pasa eso. –La mentira se apoderó del lugar, mintió; por miedo, deseo y culpa juntas.
–No... No quiero poseer a nadie. –La voz de ese hombre consiguió doblar sus rodillas, si estuviera parada se vería ese efecto que ridiculiza a la gente, haciéndola ver torpe.

–De acuerdo; se lleva a cabo un procedimiento algo extenso para que tu puedas ser monja, pero, es bueno por que así te ayudará a afianzar tu fe y devoción.
–Si Josué. –Parecía como si al pronunciar su nombre pecara, después de decir Josué agachaba la cabeza y se mordía fuertemente los labios.
–Mañana te verás con Rose Mary, ella es la Madre Superiora, te guiará en todo procedimiento necesario y tu y yo nos encontraremos después, aunque si lo necesitas puede ser antes del después.
Josué puso una sonrisa que por la barrera entre ambos Graciela no vio.
Graciela quiso ignorar el comentario final de Josué pero no pudo, hasta un eco se oía que decía: “Si lo necesitas, puede ser antes, si lo necesitas”.
–De acuerdo, me retiro; ¡Dios te acompañe Graciela!.
–¡Gracias!.




Capitulo 5


–¡Despierta! ¡Ya dormiste mucho! –Nadie sabía lo que soñaba; ni siquiera ella misma quería saberlo, pero ahí era donde de verdad era libre.
Besó sus labios, tan suavemente, la lengua de ese hombre era dueña de su boca y cuando esas manos querían tocar su piel ...
–¡Despiert­a!
–¡Ya, déjenme en paz, quiero dormir!
–¡Son las dos en punto, tienes que estar en veinte minutitos con la madre superiora! ¿O no?. –Elisa pegó un salto en la cama, la ducha la excitó aún mas, pero no recordaba quien era el tipo del sueño, sólo recordaba su boca, su lengua y sus manos en su piel; fue un momento glorioso.
Grachiela pensó escuchar que su madre la llamaba de otra forma mientras luchaba por permanecer en el sueño, escuchó algo que empezaba con “E” . Pero ya no tenía importancia tratar de recordar eso, era muy tarde.
Cabalgó con gran velocidad, como si fuera en búsqueda de alguien especial.


En uno de los conventos del pueblo ...
–¡Madre Rose Mary! Llegó la chica
–Si. Hazla pasar. ¡Ah! Y no te preocupes Sor Teresa, ya no será tan fácil, y así no batallarás con personitas sin verdadera devoción.–La madre superiora le dirigió un guiño de ojo algo apretado, pero mantuvo su cara seria, esa cara guardaba mucha energía comprimida, tal vez desde hace mucho tiempo no sonreía. Sor Teresa también se mantuvo seria, después del guiño de su superiora cerró la grande puerta antigua de madera fina color caoba, parte de la puerta estaba perdiendo esa apariencia de nueva, pero no le quitaba lo imponente.
–Chica, ¿cuál dijiste que era tu nombre?
–E ...–Parecía estar demasiado nerviosa o tal vez era que estaba agitada, desconcentrada, se quedó intrincada unos segundos y luego repuso:
–Mi nombre es Grachiela.
–Pasa. –Usaba pantalones jeans muy ceñidos, tanto que sus nalgas estaban perfectamente dibujadas para un hombre, el que sea, el mas exigente; camiseta de botones y manga larga de rayas azules con blanco, la hacían ver una mujer campirana, su melena larga no podía ocultarse; casi rozaba su cinturón de piel negro.

Inevitablemente bella, eso era algo que la madre superiora llamaba:
P r o b l e m a.. La parte frontal del cerebro de la madre superiora no cesaba de trabajar. –Así es que... ¿Quieres ser monja?
–Si madre.
–Mmmm. –Dejó sonar un mmm, para provocar una reacción desagradable en la chica, quería desalentarla. Muchas otras ante expresiones como esas de desconfianza se habían puesto sensibles y unas cuantas por los excesivos nervios y problemas se pusieron a llorar y desertaron de ser monja por su débil tolerancia según explicaba Rose Mary.
Rose Mary quería chicas decididas, fuertes de carácter, tal vez mujeres heridas por cuestiones personales, pero nunca una cara bonita, ese era un problema, no podían haber mas rostros bellos en su convento. Ella poseía uno de los rostros mas privilegiados, su piel era muy, pero muy tersa, su edad no era para nada corta, andaba por ahí de los cincuentas, pero era una bella mujer, pero cubierta por una obscura vestimenta que lograba esconderla del mundo, solo su rostro tenía una oportunidad para vivir un poco, por decirlo de algún modo... Esta chica era una competencia total.


Dos días después ...
– Se trata de formarse, y de copiar en nuestras vidas las actitudes, los sentimientos, las virtudes de Nuestro Señor, Mantengan todos los días de la vida el diálogo de la vocación; vivirán aquí por seis meses sin salir, mas que a los sitios rigurosamente asignados por la madre superiora o alguno de los sacerdotes, para encontrar a Dios en la soledad del “desierto claustral” , que comprende también la soledad interior, las pruebas del espíritu y la dificultad cotidiana de la vida común; rezar el rosario todos los días es rigurosamente necesario además de asistir a las misas que se ofrezcan. La concesión de permisos para entrar o salir requiere siempre una causa justa y grave, es dictada por una verdadera necesidad de alguna de las monjas o del monasterio. ¿Entendiste? –dijo refiriéndose a Grachiela, estaba absorta en sus pensamientos y en lo que sentía.
Su mirada estaba perdida, veía el montón de camas individuales en una habitación, eran aproximadamente nueve camas, lo cual significaba que tendría ocho posibles compañeras, con una idea parecida a la de ella, ser monja. Estaban siendo parte de un experimento, probarían su aguante bajo situaciones tal vez nada acogedoras.
–¿Entendiste? –Preguntó en un tono mas alto.
–Claro que si.
Contesto con un tono suave y cordial. Se miraron fijamente.
Obediencia, sumisión, arrepentimiento y amor. Nunca lo olviden es una formula que las ayudará a ...
Estaba enamorada, ella lo sabía, pero nadie debería notarlo. Amor hacia quien, eso ni ella lo quería descubrir.
Se levantaba a las 4:00 AM todos los días a excepción del domingo, que era su día “libre”. Después de la misa oficial, podía salir a caminar a la plaza, pero nunca sola, siempre con una de las aspirantes a ser monjas, para ser mas exactos con su acompañante en esa travesía de dos meses de prueba.
Yoly, era el nombre de su pareja, una chica dos años mayor que Grachiela. Con características de una niña tímida y aislada, apenas pronunciaba palabra. Pero, sorprendía al cantar las alabanzas, todas cantaban, pero, Yoly lograba hacer vibrar a los ventanales y que todas encontraran un camino mas directo para comunicarse con el Creador.
El silencio de Yoly favorecía a Grachiela, ya que la mayoría de las chicas, la pasaban cuestionando sobre asuntos que prefería no opinar.
Que importaba el por que estaba en ese lugar, lo importante era que ya estaba ahí y nada mas.

Estoy completamente dormida o será que me estoy sumiendo en lo mas profundo de mi misma, extraño mi espejo, el único reflejo de mi lo encuentro en la gente y esta gente no me quiere mirar, buscan algo mas que una persona, si alguien se dirige a mi, no es realmente a mi, es a mi alma. Sé que tengo una.
Le pido a Dios que ayude a no extrañarme, a no llorarle a mi reflejo y que no me deje ser mas débil de lo que soy.

Ya era de noche y hacía un poco de frío, todas dormían. Pero no Grachiela, mientras lograba conciliar el sueño oraba internamente sin evocar un solo ruido: “No temas el terror nocturno, ni saeta que vuele de día, pues a sus ángeles mandará acerca de ti para que guarden en todos tus caminos” Señor en lo que este salmo está escrito, confío. Amén.

–¡Levántense muchachas! –Sonaron las campanas justo a las 5:00 AM.
–¡Junta en la oficina central! En diez minutos las quiero aseadas, después de la junta harán el desayuno: Gloria, Serena, Dolores y Sofía. El resto pondrá la mesa y después se encargarán de las vasijas ¿Entendido?
–¡Si madre Antonia! –Se escuchó en coro, y la madre se retiró satisfecha de su trabajo y la respuesta de las chicas.

–Misión número 1
Alimentar a ancianos en el Santísimo lugar de la esperanza.
Misión 2
Harán servicio con el sacerdote Constanzo, ayudarán a remodelar la parroquia, y organizarán finalmente un banquete a beneficio de los mas necesitados en el pueblo, que en realidad todo el pueblo está invitado pero con ese fin recaudar fondo para los pobres.

Misión 3
Servicio en la parroquia del sacerdote Josué, el les dirá que hacer, Las dividiré en equipos y hoy después del desayuno se dirigen a sus misiones.
–¿Correcto?. –Agregó Sor Teresa y la mayoría asintió con la cabeza.
–Bien, a alimentarnos que ya el hambre es grande.


Capitulo 6

–Hija, esta será tu habitación
–¿Dormiré sola?
–Si, acertaste
–Pero hace mucho que ...
–El cambio nos hace crecer. ¿No opinas igual?
–¡Si!
–Si necesitas algo, solo dime.
–Gracias ... Josué.
–Bueno, ahora, acompáñame, tu compañera ya esta trabajando en el granero, tu me ayudaras con los caballos
–¿Caballos? ¿Tienen caballos?
–Así es, son un regalo de una familia muy bondadosa.
–¡Que belleza! Y... ¿Qué debo hacer?
–Primero cambiarte de ropa.
–¿Debo quitarme el...?
–Si, definitivamente, no podrás cabalgar así. ¿Verdad?
–¡Ohh! Pero, éste es un regalo de ...
–Dios; si, Él hace cosas buenas.
–Si.
–Primero bañarás a los caballos, luego los alimentas, comerás conmigo; Ah, ¿Como se llama esta muchacha?
–Se llama ...
–Si, ya recordé. Yo observaré por momentos desde arriba en la oficina, por si ocurre algo ...
–Nada malo pasará padre.
–Es bueno escucharte segura; ahh, lo olvidaba, camina a los caballos antes que anochezca, les hará bien.
–Si, y a mi también.
Después de esto, ambos sonrieron discretamente, como tratando de evitar el placer que se sentía al conversar; Grachiela deseaba platicarle a Janella todo, cada cosita que pasaba, pero no estaba en esos momentos mas que en su corazón y su memoria, su “magnifica memoria”.
El cuerpo de Grachiela volvía a ser sensual, los pantalones ceñidos, y una camisa a cuadros que enloquecía a los campesinos. Sus pechos querían manifestarse pero los botones parecían tener fuerza.
Se amarró el cabello, pero un mechón resbaló hasta su mentón y deicidio dejarlo, para apresurarse lo dejó libre.
No podía verse, no había espejo; la vanidad no era una invitada en esos lugares, solo había uno pequeño en el baño que dejaba ver el rostro, sólo el rostro. Se vio, y se clavó en si misma; quedó aletargada por unos minutos.
–¡Los caballos!
Reaccionó y se abandonó de nuevo.
El agua y el jabón; ella sabía de caballos, los caballos sentían comprensión y se dejaban mimar, y no tardaron mucho en forjar un vínculo con ella.
Se agachó para asear las patas traseras de uno de los caballos, era un caballo negro con manchas blancas, ella se hincó ya que era la posición mas cómoda.
Desde la ventana de la oficina de Josué, justo en el segundo piso, alguien la miraba, esos ojos parecían desnudar a esa mujer, ¡pero que mujer!; esta si es una mujer, se chupaba los labios cada vez mas aceleradamente, y sudaba sin parar, se olvidó del tiempo y el espacio, ese hombre no sabía que hacer con sus manos, ¿dónde ponerlas?, no habría mejor lugar que acomodarlas en ese cuerpo, si tan solo pudiera olerla...
Parte de la escena de ese hombre mirando fijamente hacia un punto, con una actitud extraña, digamos casi vulgar, fue vista por Josué, desde donde estaba justo al lado de la puerta de entrada de la oficina trataba de descifrar que era lo que pasaba con el padre Constanzzo. Mientras Josué estaba parado en ese mismo lugar sin dejar escapar ni un solo ruido, decidió acercarse a observar el motivo de su extraño comportamiento. Constanzzo escucho un ruido, y dio un salto, si no es que dos, tartamudeó y no pudo decir nada, en su intento por ocultar lo que pasaba temblaba descontroladamente todo su cuerpo incluyendo su boca, su entrepierna estaba completamente mojada de sudor, y se notaba ya que el pantalón negro estaba pegado a sus piernas y no llevaba la sotana para cubrirlas.
Josué se paró a su lado, enfrente de la ventana.


Se movía lenta y rítmicamente la parte trasera del mojado cuerpo de Grachiela. Agachada, sudando y sin la mas mínima idea de lo que ocurría allá arriba. Su espalda era la culpable, sus pompas eran la gloria mas calurosa que Constanzzo había visto en su vida. Agachó la cabeza y salió apresurado de la oficina, Josué trató de detenerlo con su mano izquierda pero lo dejó ir.
La ventana era una televisión que sintonizaba un programa prohibido, de esos que nadie puede dejar de ver.
Josué caminó rápidamente a la puerta y la cerro con seguro; acababa de ducharse y su pelo aún estaba mojado; no sabía si clavarse en los movimientos de una mujer que desconocía que la miraban, que ignoraba que era ya casi una musa; Constanzzo se encargó de desnudarla, Josué llegó a besarla, besó su espalda mojada, intentó morderla pero no pudo, tocó sus senos, le besó el cuello; ¡no! No la besó, la lamió; lamió su cuello.
De pronto; ella volteó, sonrió... todo parecía magia, ella estaba conforme con lo que le hacían... ¡No! En verdad ella volteó! ¡Volteó y lo miró! ¡Le sonríe a un hombre que abusó de ella!
–¡Soy un violador! Pero; ella... ¡Me vio! Se dio cuenta que la miraba...

Josué se sentó de espaldas a esa televisión en forma de ventana; intentando pedir perdón por su pecado, pero no fue suficiente, se hincó; pero el calor no le permitía perdonarse.
Ya no era solo el agua en su cabello, un liquido salado llego hasta su boca e imaginó que era el sudor puro del vientre de esa mujer. Y la culpa aumentaba, no dejaba de pasear por ahí, mezclada con el verdadero deseo de tocar y ser tocado.
Nadie había tocado su cuerpo por completo mas que cuando era un bebe y lo bañaban o cambiaban, esto lo empezaba a volver loco. El se había tocado muchas veces, pero prefería no recordarlo, era una desquiciante situación. Sabía que las mujeres lo deseaban; pero, nunca experimentó sensación parecida por alguna de ellas, un pensamiento interrumpió esa parte, ¡sí!, si había sentido algo por una de ellas, Janella era la única mujer que por momentos quitaba ese equilibrio. Era su sensualidad junto con su humilde forma de ser, al menos frente a el, a ella le encantaba seducirlo cuando estaban solos y aún frente a la gente, es tan auténtica que no lo puede evitar, y es aún mas aterrador, la conoce desde que ella cumplió sus quince años, el tendría entonces veintidós, y ella lo miraba con el mismo deseo que ahora. ––––¡Pero basta! –Se dijo fuertemente.
Venció la culpa por unos momentos, se asomó a la ventana y los caballos estaban solos, no había mujer alguna.
–Grachiela.–Pronunció su nombre suavemente.
Mientras tanto Grachiela corría hacia donde estaba él, para reportarle que había concluido con su tarea y pedirle permiso de ducharse.
Josué escuchó que subían las escaleras apresuradamente, sabía que era ella, se arregló el cabello, se quitó el sudor de la frente y las manos, humedeció los labios, abrió la puerta completamente se irguió y esperó simulando que leía algo. En menos de diez segundos esa mujer estaba enfrente, al borde de la puerta, donde se encontraba él situado al descubrir a Constanzzo viéndola o mejor dicho desvistiéndola. La veía inocente, tan frágil, inconsciente de sus perversos pensamientos.

–¿Puedo pasar?
–¡Claro!, pasa. ¿Terminaste?
–Si, ¿Acaso no parece?
–Je je je, si...tienes razón. –No sabía si mirarla a los ojos o... No en realidad no tenía una mejor opción, ya que si no la miraba lo mas natural posible, ella notaría algo extraño.
–Quería pedirle ...
–¿Que cosa? Pide lo que sea por favor. –Aún no controlaba su mente, era demasiado, estaba mucho mas cerca y de frente, su busto, su rostro. Parecía un ángel digno de vivir y disfrutar la tierra pero... no parecía intocable.
-Quiero ducharme, ¿Puedo? –Parecía como si hubiera dicho: ¡Quiero ducharme contigo ahora!
–Oh, oh, ¡Perfecto! –Tartamudeo. –Si gustas puedes hacerlo aquí.
–¡Como! –Abrió los ojos tanto que le entro una basurita que le provocó molestias.
–Oh, es que, aquí, tengo una tina, es mas cómodo, te relajará, se que trabajaste mucho, después de tu ducha te espero en la cocina.
–Pero Josué, ¿Aquí? –Logró deshacerse de la molesta basura del ojo.
–Si, pon el seguro, nadie entrará.
–Le confieso que es justo lo que necesito.
–¿Cómo? –Se estremeció por completo.
–Si, una ducha en tina, ¡gracias de verdad!.
Se acercó para besarle la mano, pero se acordó que estaba sucia, se hizo para atrás de nuevo y le pidió disculpas.
–Perdóneme, lo iba a ensuciar
–No, no ,no hay problema.
Le tendió la mano, ella la tomó, estaba húmeda y suave, y la besó lentamente.
El estaba loco, la vio agachada y llevó su cabeza ligeramente hacia atrás. Era un placer, la cabeza de esa chica a la altura de su ombligo, pero en realidad besaba la mano de un sacerdote y él era ese tal sacerdote.
–¡Josué!, quiero agradecerte tus atenciones.
El ya iba saliendo, casi cruzaba la puerta, y ella era ahora la que vio su espalda, miró una sotana negra que cubría a un hombre, que lanzaba feromonas como un loco en ese momento.
Volteó lentamente la cabeza y vio un botón desabrochado de la camisa de esa mujer, no logró desviar la mirada de ese pecho, tanto así que ella descubrió que el botón estaba mostrando parte de sus senos, se sonrojó y se metió al baño sin decir nada, cerró la puerta del baño, se recargó en ella y vio sus pechos inflados.

Josué quedó parado sin poder decir nada, ella ahora sabría que era deseada pies a cabeza por él.
Al reaccionar un poco vio la tina; era roja, sensualmente roja; había un espejo que le permitió sentirse mujer de nuevo. Completamente desnuda toco suavemente todo su cuerpo; preparó el agua y el vapor creó momentos intensos con ese hombre, ese que había visto una parte de su intimidad. Lo deseaba, ahí, en esa tina roja.
–Hora de cenar, ya preparé la cena, ¡desde hace dos horas!.
–¿De veras?
–Así es.
-Pero si ... ¿Me tardé tanto?
–No te preocupes, no hay prisa.
–Entonces me imagino que ya cenaron.
–Yo no, ni tu; así es que... a cenar .Gracias Señor por estos alimentos ...
–Amén.
–Amén.
Uno frente al otro comían con la cabeza agachada; de pronto un pié de él toco “sin querer” el pie derecho de ella; se miraron fijamente y sintieron un inmenso calor que recorrió sus cuerpos, dejaron que esos dos pies permanecieran juntos, casi silenciosamente y en secreto se acariciaban lentamente. Grachiela se levantó de repente a servir agua para los dos, se tropezó con una caja de platos desechables que estaba por ahí atravesándose al camino y terminó tirada en el suelo.
Josué se levantó, dejó el tenedor bruscamente, y sintió como la sangre le subió de golpe hasta la cabeza, y con la boca llena de comida trataba de pasársela para poder hablar.
Mientras estaba tendida ella se reía de nervios pero quiso disimular, de hacerlo lo menos ruidoso posible. El se hincó y ya que pudo hablar le preguntó que qué le dolía, dónde se había golpeado; la tomo de una mano y con la otra le sostenía la cabeza. Le dijo que le dolía el tobillo derecho.
Sin pensarlo mas, el la tomó, y la levantó y la colocó en su asiento de nuevo para revisarla.
–En verdad mi tobillo me duele mucho, dijo algo adolorida.
–¿Pero como fue que te caíste?
–No lo sé, pero no pasa nada.
– No te preocupes yo me encargo de llevarte a tu recamara.
–Pero Josué, si puedo ...–Se acercó a ella aún mas, le toco las piernas con una mano, con el pretexto de tomar una de sus manos que estaba reposando sobre ellas, y al tomarla la besó. La comida era cosa de olvidarse, verdaderamente ninguno tenía hambre ya.
Josué vio como la mano de Grachiela comenzó a sudar, y ahí fue donde se aseguró de que no le era indiferente a esa hermosa mujer. Ella lo tenía a sus pies, estaba completamente a su disposición.
Josué se dejó llevar por el impulso y acarició el rostro de la chica, y ella cerró los ojos, como señal que gritaba: “Hazme lo que quieras”.
–¿Quieres entonces que te ayude a subir a tu recamara? –Preguntó antes de que otra cosa mejor sucediera; y ella asintió tímidamente con la cabeza, pero no olvidó sonreír de manera coqueta.
El ya no podía mas, estaba descubriendo parte de su virilidad que dormía un profundo sueño.
La tomó nuevamente. La estaba cargando, tocaba sus piernas, y sus cuerpos parcialmente pegados, ella recargó su cabeza y lo abrazó tiernamente, y acarició el pecho de ese hombre cubierto por telas y mas telas; luego ella toco el rostro del hombre, y acarició esa barba recortada.
De nuevo tenerla, pero, ahora era verdad, su carne estaba fresca, lo pudo notar ya que al tenerla cargada parte de la camisa subió un poco, permitiéndole a la mano de Josué sentir algo de piel. La piel lo sintió a el... era como si se estuvieran fundiendo involuntariamente; no había pensamientos y estaba oscuro, cada paso era una vibración mas que provocaba placer y mas placer.
Era la mujer que hace unas horas fue “abusada” ahora todo era autorizado; la acomodó nuevamente; para que no se cayera; y Grachi lo tomó del rostro otra vez; era como si estuviera explorando un terreno desconocido pero indudablemente excitante. Y el se percato de si mismo, de su cuerpo, todo estaba tenso desde el músculo mas pequeño del rostro hasta los músculos de los pies, todo incluyendo...
Y lo sintió, sintió su corazón; el de él y un extraño temor, temor a ser descubierta; si era suficientemente noche para que alguien estuviera despierto, pero, era un lugar de oración, cualquiera podría levantarse a rezar en cualquier momento. Todo era silencio.
Pero el miedo y la excitación rompió con eso. Grachiela preguntó con los ojos bien abiertos:
–¿Si alguien despierta?.–El tartamudeó y no pudo decir palabra; sólo la miraba con la boca abierta, con deseos de besar a tremenda mujer que tenía tan cerca, pero tan cerca.
Capitulo 7
”Cuándo la cama se convierte en el lugar donde la verdad es evidente, nadie le puede esconder secretos.”
–El señor que me tomó en sus brazos anoche y me apretó junto a el para que no cayera; mientras subía escaleras, abría y cerraba puertas, ese hombre temblaba, creo que de miedo; cuando recargue mi cara en su pecho que olía creo que a hierba fresca, mi cuerpo se tensó y se relajó rítmicamente, después no recuerdo nada mas, me dio vueltas el mundo y amanecí en la cama con la misma ropa, el pantalón ceñido y la camisa de cuadros; solo faltaban mis botas; unas botas acomodadas en la esquina de mi habitación me dirigían imágenes fantásticas.
Tocó mis pies, seguramente los acarició con sus manos; tal vez se imaginó mis dedos a través de mis calcetines y... ¿Si... metió sus manos por debajo de mi pantalón, tocando mis pantorrillas...?
Mi cuerpo está enamorado del temblor de su cuerpo, de sus labios, de la lengua que logré conocer a noche mientras el comía, se saboreó la cena y me permitió verla, es hermosa, y ahora me la imagino recorriendo mi cara, mi vientre, mis piernas. ¿Por qué me fijé en su lengua?.
¿Pero, que estoy haciendo?, estoy hablando de culpa, ¿qué clase de pecado será este?. Pensaré mejor que él es responsable de mostrarme su húmeda lengua, y yo soy responsable de desearla cada vez mas.
Pero si ya son las 12:00 del medio día y no he salido de aquí, debo prepararme para verlo.
Un par de rodillas hablaban con el piso brillante de la sala personal de oración de Josué; postrado, pidiendo perdón, por el gran pecado de amar; amar era su vocación, hasta que la otra cara del amor apareció; el deseo, la pasión por poseer a alguien y simultáneamente ser poseído.
Tendré que verle otra vez y fingir que nada sucedió, se que fingir es mentir, pero es menor pecado..
–Toc toc –después; se escucho el rechinido de la puerta de madera vieja al abrirse. Josué se puso rígido, pero se mantuvo hincado.
Era Cecilio uno de los ayudantes de limpieza.
–Padre tiene usted junta con las jóvenes del convento.
–Si, ahora voy. –La puerta volvió a llorar.
Josué había olvidado ya la escena donde su colega, desnudaba a una mujer; olvidó que otro igual a el pecó con la misma fuerza.
–¡Constanzo!, tengo que hablar con el; tomó el teléfono, marcó instantáneamente el número y contestó amablemente un hombre.
–¿Capilla del señor?
–Constanzo, ¡soy yo!
–¿Josué?
–Sabes perfectamente quien soy, no preguntes; debo hablar contigo con urgencia.
Del otro lado del teléfono, temblaba la mano que sujetaba el aparato, mientras que la otra tomaba un mechón de cabello negro mojado por el sudor, y lo apretaba sin darse cuenta, hasta que al soltarlo el cuero cabelludo le dolía fuertemente.
–Claro,, ven a mi oficina, te espero y te invito a comer. –Fue lo primero que le cruzó por la mente contestar, no tenía nada planeado, ya había tratado de borrar ese bochornoso evento.; aunque sabía que llegaría el día de un encuentro de confrontación. Fin de la conversación.
El coraje corrió enérgicamente por los cables de los aparatos telefónicos y el lugar donde se encerraba Josué era un contenedor de ira, pasión y culpa.


Capitulo 8
–¡Joven Mauricio! Una chica lo esta buscando desesperadamente, en verdad esta muy... digamos, alterada; usted sabe que no lo molesto, pero este caso es...
Se levanta lentamente de su cama, y mantuvo la calma, se decidió a respirar, pero profundo, lo mas profundo que pudo; era demasiado temprano para el, trabajaba a las 9:00 AM, y eran alrededor de las 5:00 de la mañana; esto era un detalle significativo para amanecer de malas; pero al volver a escuchar la ya mas dulce voz de Salome decidió seguir respirando profundo mientras se dirigía al baño de su dormitorio, lo esperaba una ducha caliente que Salomé, preparo previamente, con el suficiente cuidado para no despertar al muchacho.
Se fue quitando las prendas de dormir, y mientras trataba de imaginar ¿Que chica de tantas estaría muy apresurada por verle y hablar con el?, y no era todo; a tales horas, que estúpido no tomar en cuenta que el estaría aún disfrutando del sueño. Pero en pocos instantes lo averiguaría.
Al llegar a la sala de espera, se alcanzaba a ver una cabellera rubia, y una espalda encorvada. Esa chica era la misma a la que logró convencerla de que la amaba, que el amor a primera vista empezaba a existir desde que vio sus ojos.
Y ahora es llamada una de las fáciles. Ella creyó que el quedó flechado, y dejó volar todo pensamiento, permitiéndole a Mauricio ser dueño completo de tan bella figura..
Pero ahora Mauricio, ya no veía a la hermosa figura, esos ojos que a el tanto le habían gustado esa noche, estaban conteniendo un montón de lágrimas; al verlo durante no mas de dos segundos esas lagrimas mojaron tristemente sus mejillas, su rostro se distorsionó, y ya no era el rostro sonriente y coqueto, ahora se retorcía de dolor.
Y el permaneció mirándola parado frente a ella a unos dos metros de distancia, aún no comprendía que pasaba, su cerebro aún estaba algo adormilado, cualquiera podría deducir una escena así, un llanto así.
El intentó acercarse para abrazarla, pero en realidad no lo deseaba, deseaba que cualquiera de su servidumbre la llevara a fuera y él poder seguir con su sueño, o que dejase de llorar, por que el ni siquiera conocía esa faceta de ella, y no quería seguir haciéndolo.
Al quererse acercar y tomarla de los brazos para después abrazarla, la chica colocó una mano débilmente estirada, indicándole que lo quería lejos; pero, si lo quería lejos, ¿Por qué lo buscaba, y en su casa, y a esa hora?
Salomé alcanzó a ver como la muchacha lloraba incontrolablemente, aguantando el sonido del dolor, apretando tanto la garganta que ya dolía en exceso, y se consternó, decidió preguntar lo mas discretamente posible si ¿se ofrecía algo?
Mauricio pegó un salto de susto, pensando que era el único que veía esa ridícula e inquietante escena.
Al oír la voz de Salomé, la chica volteó, y la miró fijamente, después la mirada se convertía en odio, y por último en pena, en vergüenza.
Se extrañó mas al ver esa reacción de la tipa con la que se había metido, ahora era eso, una tipa, ya no entendía nada mas que eso.
La chica empezó a gritar, al principio su fraseo era torpe, incomprensible, pero después se empezó a escuchar:
–¡Eres un maldito, desgraciado, te odio, me engañaste, nunca sentiste nada por mi, y aparte lo mas despreciable es que estas casado!, o si no, esa mujer es tu ...
El llanto impidió que prosiguiera, y Salomé no pudo evitar cambiar de color, estaba abochornada, ¿como la sirvienta iba a ser... de un muchacho como Mauricio?, tan apuesto y tan culto, pero sin contar su muy mala costumbre de engatusar mujeres como ésta.

De pronto abrazó a Mauricio, tan bruscamente que deseaba soltarla de trancazo, pero contuvo su ira y decidió abrazarla suavemente.
Salomé estaba helada, la mujer esa lo odiaba y lo amaba; estaba loca, ¿abría que llamarle al empleado de seguridad? ¿O era mejor mantenerse al margen? Decidió por lo segundo, pero algo no le permitía mover un pié del lugar, era demasiado interesante lo que ocurría.
Seguían abrazados y Salomé comenzó a sentir como la sangre le subía a la cabeza sin ninguna razón aparente.
La chica le susurró al oído a Mauricio:
–Dime que esa tipa no es tu mujer ni tu novia, ni ...
antes de poder contestar Mauricio la tomó fuertemente de un brazo y la puso lejos de él, rompió con el abrazo, y ella se dolía por el apretón.
Mauricio gritando le dijo: –¡No vuelvas a llamarla como lo hiciste, ella merece tu respeto, el mío y el de todos!, ¿oíste?... ¿Oíste? ¡Te estoy preguntando!. –Apretando mas su brazo, tanto así que la mujer se agachaba para intentar torpemente librarse de el; hasta que Salomé puso una mano en el hombro de Mauricio, y le pedía que la soltara, pero Mauricio ya desesperado por tanto drama no hacía caso, Salome lo tomo del rostro como si lo hiciera frecuentemente para calmarlo, y le dijo una vez mas, pero ahora en tono de súplica que la soltara, que la pobre ya estaba sufriendo demasiado.

Mauricio se quedó fijado en la mirada de Salomé y Salomé no quitó su mano de ese rostro, era como si se hubiera quedado pegada, y él casi hipnotizado, ya en trance no pudo hacer otra cosa mas que mirar a Salomé como nunca lo Había hecho, y Salome comenzó a acariciarle el rostro, con la intención supuesta de tranquilizarlo, esas miradas eran lineales y dejaban fluir ternura y dolor; hasta que el llanto de la chica se dejó escuchar de nuevo. Y Salomé se tomó sus manos y bajo la cabeza, sin dejar de acariciarlas, mordiéndose los labios del miedo. Mauricio estaba flotando y no sabía ni donde pisar.
Hasta que una pregunta se dejó escuchar por parte de él.
–¿Qué es lo que quieres de mi?
–Te quiero a ti, ahora mas que quererte... Te necesito.
–¿Pero por que me necesitas? –El silencio era ensordecedor, hasta que ...
–Vas a tener un hijo. –El rostro de Mauricio se palideció y los ojos tomaron una forma extraña y de pronto tomó los cabellos de la chica y los jaló hacia atrás.
–¡Di que estas mintiendo, perra infeliz!. ¡Di que mientes!
–¡No!, ¡No!
Salomé parecía ausente, pero reaccionó para de pronto ayudar a la pobre que tenía su cabeza torcida hacia atrás.
Un bebe, se dijo para si misma Salomé, ¡esa mujer tiene un bebe de Mauricio en su vientre! Se colocó a espaldas de ella, donde Mauricio pudiese verla de frente; Mauricio reaccionó, y logró quitar de entre sus dedos los cabellos rubios enredados.
La rubia lloraba aún mas, desgarradoramente, pero, ahora no era solo por la pena inicial.
Salomé la abrazó sin pensar y comenzó a frotar su cabeza, para tratar de aliviar un poco el dolor físico. Parecía que Salomé se identificaba con ella.
Mauricio se peinaba el cabello constantemente para atrás de forma desesperada y decidió salir con pasos firmes y rápidos de su propia casa, convertida en un escenario de una dramática y estúpida novela.
Ahora Salomé estaba sola con ella, el resto de la familia dormía extrañamente; parecía como si nada pasara, ninguno de tantos habitantes se asomó, ni los patrones, ni los hijos de los patrones, tampoco la servidumbre numerosa; sólo ellas dos.
–¿Es verdad lo que dijiste?
–No habría venido llorando si no fuera así.
Salomé decidió soltarla y “la futura madre” preguntó de forma muy seria y con la cabeza agachada...

–¿Eres su mujer?
Salomé sintió como una extraña energía se apoderó de su cuerpo, se puso mas erguida, tensa, deseaba extrañamente soltar un SI; Pero, se contuvo y volvió poco a poco a lo real, una pobre sirvienta con un hermoso hijo.
–¡No!
–Entonces eres su ... –La chica soltó en llanto una vez mas, pero ahora menos fuerte.
–Qué importa quien sea; tu ya no tienes mas que hacer aquí; por ahora, es muy temprano y los señores no tardan en llegar
–¿Los señores? –A quien se refería con los señores, si era a los padres de Mauricio... lo hacía con demasiado respeto para ser hermana de ... Era una tontería que fuera hermana ni un pelo tenían igual, ni un pelo. Aunque hay hermanos tan distintos... Pero, ¡no!
¡Novia!, ¡una novia! Una novia si podía mostrar tal respeto; pero, para que pensar tanto, debía marcharse y cuanto antes.






Capitulo 9
Culpa est mea - La culpa es mía
La figura de una hermosa mujer se dejaba ver como sombra por uno de los pasillos que lleva a las recamaras, era noche, las estrellas pintaban un cielo maravilloso; la mujer estaba decidida, llevaba la cena en una charola de plata, una suculenta cena, con jugo de naranja y aparte un vaso de agua natural bien fresca.
Tocó suavemente la puerta de la última y mas aislada habitación de la gran casa; un tipo semidesnudo abrió de un jalón la puerta, estaba ausente de camisa, mostraba su pecho y sus fuertes brazos; su pantalón estaba desabrochado; su cabello corto estaba mojado. La miró fijamente y le hizo un ademán que indicaba que pasara al interior del cuarto. La cama estaba aún tendida, la televisión estaba prendida, y la alfombra estaba libre de cualquier objeto, solo era la cama, la televisión, un buró y una mesita portátil, para comer en la habitación cómodamente.
Entonces; ella pasó, buscó con la mirada donde colocar la bandeja con la cena; Mauricio acomodó la mesa portátil y ayudó a Salomé con la carga.
Ambos se miraban profundamente y apretaban fuertemente sus labios; por sus cuerpos corría la sangre a un ritmo nada común, y los corazones se alcanzarían a oír si no fuese por el ruido del viento que entraba por la ventana y el suave murmullo de la Tv. Ella había terminado con su obligación habitual, pero nunca había sido tan intensa su obligación. Y el nunca se había puesto tan nervioso y algo abochornado por una mujer.
Era extraordinariamente bella, pero, el nunca lo había querido aceptar como lo estaba aceptando en ese momento, tan cerca que a solo tres pasos la podría oler, y tocar.
Ella parecía como que deseaba comentar algo, tenía algo que decir, pero era solo una simple sirvienta, y eso sería un atrevimiento garrafal.
El decidió acercarse, ella quedó inmóvil, se aceleró su ritmo cardiaco, y sentía como las piernas estaban sumamente tensas, pero tan frágiles que con sólo tocarla podría caer al suelo; el la tomo de los brazos y la miró con una expresión interrogativa que estaba a punto de ser tierna, y le preguntó muy suavemente, dejando que el aliento llegara hasta la piel del rostro de Salomé.
–¿Te pasa algo? –Y ella apenas pudo reparar diciendo:
–Es, sólo que quería...
–¿Qué cosa? – Su tono era realmente suave.
El se acercó mas y no pudo contener las ganas de abrazarla y ella sólo sintió como su cuerpo se pegaba al desnudo pecho de Mauricio.
Mauricio es un verdadero maestro en seducción; pero, parecía tan natural...
Salomé decidió abrazarlo también, hace tanto que un hombre no la abrazaba; era una locura.
–Sólo fue un abrazó. –Le dijo; la veía preocupada, entre asustada y excitada.
Se tocó los labios con sus delicadas manos, se acomodó su larga melena hacia atrás, mientras el la miraba por completo.
–Esa chica, esta esperando un hijo tuyo. –Era como escuchar un chiste malo, Mauricio comenzó a sonreír de forma nerviosa; se echó para atrás unos cuantos pasos, ella decidió acercarse un poco.
–Es una farsa, una maldita farsa; esa es una puta, una maldita zorra.
–Pero si el hijo es... –El se acercó nuevamente a ella, la tomó de las manos, las acarició por primera vez; la miró fijamente y la besó, con esos labios carnosos que Salomé tanto miraba mientras el dormía y ella preparaba su ducha, o cuando le llevaba el desayuno a su cama.
El beso se torno cada vez mas enérgico y Mauricio no se conformó con eso; sus manos se acomodaron en la espalda baja de Salomé; justo arriba de sus nalgas; y Salomé acaricio la espalda desnuda, apretándola para si, tomo con sus manos la cabeza de ese hombre, deseándolo mas y mas ... La noche era larga... y la cama se liberó de las sabanas; ahora estaban en el piso; él la llevó poco a poco cerca de la enorme cama, sin dejarla de besar, la luz estaba prendida y todo se dejaba ver, pero ellos tenían sus ojos cerrados, como si los abrieran se terminara el mejor sueño de sus vidas. Sus lenguas se acariciaban apasionadamente; de pronto, la lengua de Mauricio tomó un nuevo camino, fue lamiendo desde su mentón hasta su cuello suavemente, y ella echó para atrás la cabeza en señal de dejarse tomar por completo. El tomó su vestido; ¡traía un vestido fresco!, parecía ropa de dormir demasiado sexy, y el no se había percatado; el vestido le llegaba cuatro dedos arriba de la rodilla, y la tela era muy delgada.
Mauricio se colocó de espaldas a sólo a un paso de la cama y en ningún momento se separó de ese hermoso cuerpecito que no podía dejar de tocar. Por fin dejó de contenerse el tocarle las nalgas a esa divina mujer, las tomó con tanta pasión que Salomé se dejó caer encima de el, cayendo en la cama que los esperaba desnuda.
Mauricio tenía lo mas maravilloso que podía tener; una piel canela sudando, unos ojos verdes brillantes que decían lo que su boca callaba, un cuerpo que desnudar.
El intentó desabrochar ese vestido; pero, ella no lo permitió. Dejó de besar esos labios, para deslizarse hacia abajo, beso el pecho caliente, y bajó mas hasta llegar al límite donde comenzaba el pantalón ya desabotonado; bajó el cierre lentamente, mirándolo a los ojos y mordiéndose los labios; con su rostro mostró un extraño miedo.
Ella bajó completamente el cierre del pantalón y el se levantó rápidamente y terminó de desvestirse, estaba completamente excitada, tendida en la cama de su amo. Con el vestido subido, mostrando sus piernas por completo. El se puso de rodillas en la cama y posteriormente se acercó a ella, ahora estaba completamente desnudo. Y ella no podía contenerse mas...
–Salomé; eres... –Ella le puso un dedo en la boca para callarlo, y el comenzó a lamerlo; después... Toda la mano; recorrió su lengua por todo el brazo derecho, hasta llegar a la línea que divide el brazo y el pecho; el vestido estorbaba una vez mas. Ella se puso de pié lentamente, y se dirigió a la puerta.
¿Ya se va?, ¡no!; de pronto... Se apagaron las luces y solo se veían las siluetas, debido a la luz que entraba por la ventana; luz de luna, de estrellas.
Salomé llegó a la cama completamente desnuda...
Los gritos se abrían oído de no ser por que la habitación estaba estratégicamente lejos de cualquier lugar de la casa.



Capitulo 10

Fiat lux - Hágase luz
La luz fue prendida; alguien había entrado a la habitación de Mauricio sin tocar, el sentir la luz como hería los ojos, le hizo recordar lo de su inesperada y frenética velada.
¡Pero que cosa! Alguien prendió la luz de mi cuarto, y aún sigue la fabulosa mujer a mi lado; si, ¡no!
Quien sea que se entere que es Salomé; la mujer que paso conmigo la mejor noche de mi existencia; la correrían, peor aún la sacarían de los cabellos, y a patadas, y a el junto con ella, y adiós herencia; pero que importa la jodida herencia, ya no podría repetirse una noche así, Salomé lo odiaría por el resto de su vida, ¿pero que estaba pensando? ¡Nunca le había preocupado que si alguna chica lo odiaba o no!. Era perdidamente diferente ahora; delicioso y diferente
¿Quien era?, ¿quién estaba ahí?
–Despierta.
Se escuchó una voz sensualmente femenina justo al oído de Mauricio.
Mauricio mantuvo sus ojos cerrados, y con un brazo tapando parte de su cara, no quería ver.
–Mauricio; despierta, ya esta la ducha. –¿La ducha? La única que lo despertaba en las mañanas era Salomé, la única que preparaba la ducha era Salomé. ¿Acaso era un confuso sueño, o era que lo de anoche solo fue una cruel fantasía?. ¿Y ya era hora de despertar?
La mujer que le hablaba se arrodillo y puso su cabeza a nivel del rostro de Mauricio, y decidió tocar su brazo para moverlo; pero estaba tieso, eso significaba que estaba despierto, o algo así.
–Mauricio, no es un juego, ¡ya es tarde! –Un momento; esa voz...
Esa voz era de Salomé, entonces; ¿quién está al lado de mi?
¿Qué me pasa?.
En eso decide quitar el brazo y abrir los ojos; vio mil lucecitas negras con blanco, hasta que desaparecieron para permitirle ver el rostro mas gratificante que había visto en años; una hermosa y fiel sonrisa se dibujaba en esa carita. Salomé estaba ahí, hincada, mirándolo, tocó la cara de Mauricio y le dio un par de cachetadas suaves y le dijo:
–Ya fue mucho chiflado, tienes que ir a trabajar. –Si la mujer que estaba al lado no era Salomé; tendría que ser otra; pero que reverenda estupidez era esa, su lógica andaba por los suelos.
Evidentemente había hecho el amor con Salomé, y volteó a su izquierda, eran unas almohadas pegadas al cuerpo del chico.
Ahora todo era mas claro.
Salomé estaba de buen humor, parecía no sentir culpa, ni nada de esos tontos arrepentimientos que tanto detestaba Mauricio. Era todo normal.
No, no podía ser normal, se había metido con su sirvienta personal, con la madre soltera, con la cubana que inmigro para sobrevivir, con la mujer mas candente y sensual que había tenido.
No era normal.
–¡Ya! Dúchate.
–¡Dúchate conmigo!
–Ja ja ja estas como loco, yo ya me duche. –Mauricio volvía a la normalidad; mostró una sonrisa de complicidad y se levantó, se percató de que permanecía desnudo, y luego volteó a verla.
–Si gusta el joven me retiro. –Dijo en un tono humorístico; tono que el desconocía hasta hacía apenas unos segundos. Era grandioso, aparte tenía un mágico sentido del humor, logró sonrojarlo. Él se puso de pié y se dirigió hacia ella y la intentó besar en la boca...
–¡Pero, joven Mauricio! –Mauricio comenzaba a asustarse.
–¡Pero, joven, está usted... Desnudo! –Salomé dejó escapar una carcajada que hizo que el nudista se volviera a poner de diferentes colores.

Capitulo 11
"Se puede esconder el fuego, pero ¿Qué se hace con el humo?"

El fuego estaba oculto; no había calor, no había nada; Diego veía a ese humo perdidamente; su cigarro se estaba terminando; mientras pensaba en cómo Elisa se fue sin decir nada; los rumores eran muchos, pero lo único que quedaba era humo y nada mas que humo.
Esa maldita mujer lo había dejado sólo, justo cuando el comenzaba a aceptar que tenía un corazón, que era un torpe hombre enamorado, que podría hacer lo que su flamante y bella mujer dijera, un esclavo capaz de convertirse en una fiera con tal de protegerla.
Pero era demasiado tarde; mucho muy tarde; ella se fue, voló mas sorprendentemente que cualquier ave; incluso que una impactante águila real. Así fue Elisa, sorprendente, apasionada, sensual, congruente con todo lo que decía y hacía, una perfecta mujer para... Diego y para muchos que la vieron pasar.
–¡Era tan obstinada! ¿Me volvió loco? O es normal que esté hablando sólo en medio de un parque a las 6:00 de la mañana con este aire que me enfría la nariz y mis manos. ¿Seré uno de tantos inútiles que ven como el amor desaparece sin hacer nada?
¿Pero que puedo hacer?.
Se dijo para sus adentros.–¡Nada!, absolutamente ¡Nada!; y estoy terrible, me veo terrible. –Su rostro estaba cansado de cargar con expresiones de lamento y dolor, los músculos ya estaban adoloridos.
Solo... Completamente solo.

–¡Diego! ¿Qué haces aquí? –Era una pelirroja; usaba suéter, pantalones deportivos y una gorra negra. Se acercó y lo abrazó por la espalda.
–¡Estas tenso, querido! ¿Necesitas un masaje?
–No, gracias Sofía... Por cierto, ya me iba; me dispongo de ir a desayunar, tendré un largo día, por eso debo...
la pelirroja comenzó a besarle la oreja derecha, suavemente; la lamió soltando un ligero sonido que provocó...
–¡Suéltame! –Se levantó bruscamente.
–¿Pero, que te sucede?
–¿Preguntas?
–Si; ¿Hice algo demasiado malo? –El silencio ya era necesario, cada palabra era fuerte y ruda por parte de Diego, y ella estaba algo entre asustada y sentida por el desprecio.
–Disculpa Sofi, no... No es el mejor momento.
–Si, ¡vaya que te creo!.
–Pero, de verdad; eres... Grandiosa, bella y ...dulce. Muy dulce.

Demasiado dulce.

La chica asintió, e intentó formar una sonrisa, pero fue peor su rostro no mostró mas que una expresión de derrota. Sin decir mas se dio media vuelta y comenzó a trotar; de pronto volteó para ver a Diego de nuevo, y Diego... No estaba. Se marchó; pero, quedó su humo.

El cigarro seguía vivo, tirado; pero vivo.


“Hay mujeres que dejan el mundo y se llevan la luz al dejarlo.”
(Cristóbal de Castro)



Capítulo 12



Una noche fría...
La mujer mas exótica, estaba envuelta en un montón de trapos negros, por el frío; caminaba bajo una ligera llovizna; todo por... El dinero movía todo; todo por dinero, un lema muy viejo y popular.
Su cabello olía a un fresco champú, y su piel suave aún estaba fresca por la ducha; los pies se encaminaban hacia unas cuantas cuadras mas; el hombre que pagaba dos horas aquella noche era un hombre con unos ojos tan hermosos que brillaban en la oscuridad; su cuerpo era muy velludo, pero a pesar de una edad nada corta estaban los músculos muy fuertes; su cabello generalmente lo mantenía corto, y sus labios eran gruesos, con una lengua grande que alcanzaba todo.
Era un trabajo al que había que buscarle muy bien las ventajas, y había que seleccionar muy, pero muy bien al cliente; había necesidad, pero no tanta para sacrificarse con un mal aliento o con un terrible golpeador de mujeres.
Ahí todo el mundo se conocía; entonces, era mas fácil seleccionar.
Ya estaba por llegar, unas cuantas casas mas y ...
Sólo tocaba una vez, el estaba esperándola como siempre; limpio y muy cerca de la puerta; sólo y con un vaso de agua en la mano para la chica que venía caminando de tan lejos. Cinco minutos de descanso para ella, era lo exigido, y él esperaba ansioso, con una sonrisa inmutable.

Ella comenzó a desvestirse de espaldas a él, poco a poco. El permanecía en su sitio, casi con deseos de gritarle cosas; pero regla vital: ¡No gritos!
Solo quedaba su diminuta ropa interior y el no pudo mas se lanzó hacia ella y la tomo y comenzó a tocarla y besarla, tal vez torpemente, ella buscaba sus ojos, eran la fuente de inspiración con el, y sus labios eran deliciosos, le hacían pensar que era Josué, su deseo mas imposible, su fantasía mas prohibida.
Mientras lo hacían frenéticamente, ella pensaba en él. Y él pensaba idiotizado en ella, en la mujer de los grandes y firmes senos, en la de las piernas fuertes, y nalgas... El comenzó a gemir, cada vez mas fuerte, y ella paró.
–¡No! Por favor ¡No lo hagas! ¡No te vayas! ¡Sólo un minuto mas! Por favor hermosa, mi todo, no te....
–¡Basta animalito! Esta bien, sólo... –Se puso un dedo en la boca indicando silencio. Y el se reanimó; mientras ella pensaba en Josué de nuevo; y ahora ella era la que estaba gimiendo mas y mas fuerte, el hizo lo mismo y ...





Una nueva casa....

Una nueva noche no tan fría como la pasada; con un sombrero café y un vestido oscuro tan largo que cubría todo menos el pecho.
La casa mas grande a la que visitaba; tenía montón de animales, por eso el la esperaba afuera, procurando que sus bestias no emitieran ningún ruido; aunque ya la conocieran.
Él era mas joven que ella; unos 20 años apenas, pero vivía solo en una enorme residencia, sus padres viajaban tanto que decidieron marcharse por completo; lo que el chico no sabía era que su padre era un cliente igual que él, cada que los padres venían, el señor Del Prado buscaba la manera de acostarse con Tiara; nombre de trabajo.
Era hora.
–Vamos. –Le dice amablemente al oído.
–¡Si, querido! –Tiara sabía que con él funcionaba muuuy bien hablarle dulcemente; él era igual de cortés, podrían haber hecho una buena pareja; pero, al niño se le ocurrió contratar sus servicios; esto lo hacía imposible.
–¡Soy toda, toda tuya!
–¿Eres mía, mi amor? –Comenzó a besarla en los labios.
–¡Toda, mi vida; toda!

El chico era demasiado espléndido, tenía un postre que vertió por todo el cuerpo de Tiara; y comenzó a lamer y morder; sin provocar mas que placer.
Era divertido, el chico siempre la divertía; no le podía recordar a Josué, era demasiado joven; pero, él en sí era genial. En esa casa si se permitían los gritos, estaba hermética, los sonidos importantes eran los de afuera; para no levantar sospecha ante algún vecino por ahí, sobre todo: alguna vecina.
La cargó y la llevó a su habitación, la acostó en su cama y siguió lamiendo los restos del postre.

Tres horas serían demasiado con otro, pero con el chico no.
–Acompáñame a mi casa mi vida...
–¿Segura?
–¿Puedes?
–Siempre que lo pidas lo haré. –Sonaba muy romántico, sonaba a amor; pero, no; ella no podía amar a sus clientes.
–¡Llévame querido!

Ahora era turno de acostarse con Josué; pero, ya no cómo trabajo. Era demasiado deseo, era... ¡Una locura! Tan de gran tamaño cómo la de ser monja; esa... Esa era una posibilidad de acercarse a él, de demostrarle que es un hombre de verdad. ¡Si! Aunque tuviera que arriesgarlo todo, sólo debía olvidar su pasado, nadie tendría que saberlo.
Una noche mas para pensarlo, iré con Constanzzo que me ayude, el lo hará mas fácil, Josué me conoce, y no me lo permitirá. Constanzzo será un buen chico; ya he visto como me mira cuando me doy la vuelta para irme.
Lo haré mío y sólo para mi.
Lo amo.


Capitulo 13


–¡Bendita la hora que llegas!, francamente hacías mucha falta; tienes toda esa lista de gente que quiere ingresar a la empresa, sabemos que te molestas mucho cuando contratamos a gente que... Bueno que no es muy eficiente. Y por eso...–Lo interrumpe.
–Por eso no hacen nada si no estoy ¿verdad?, de acuerdo; ¡muéstrame la lista!.
–Si, es ésta –una hoja repleta de diminutas letras. Alzó las cejas con ademán de falso asombro. Después de leer los primeros veinte nombres se detuvo en uno muy peculiar: Elisa Genoveva Estuardo Medina. Una verdadera persecución, ese nombre y todo lo referente a ella era lacerante.
–¿Qué te sucede?, ¿Por qué esa cara? ... Es esa chica ¿verdad?, la que te trae loco.–La sangre le empezó a poner las mejillas rojas, tensó todos sus músculos, los latidos corrían mas rápido, trató de evadir las miradas de todos sus empleados; pero todos centraron la atención en él. Parecía enojado; pero, era mas que una molestia; estaba dolido, destrozado, vacío, solo; estúpidamente solo.

–Si no quieres hablar de eso... Omitamos el comentario; pero, ¡quita esa cara hombre!
–Si, ya basta de tristezas –Agregó torpemente la secretaria de Adolfo; amigo de Diego. La energía era densa.
Diego se levantó de su cómoda silla ejecutiva, arrugó fríamente el papel con los nombres hasta formar una bolita, la tiró en el bote negro situado junto al escritorio; odió todo y prefirió caminar hacia la salida. La huida mas cercana estaba a cuatro pisos abajo; el elevador estaba abierto; sólo tuvo que correr un poco para que no se cerrara; al estar dentro estaba una mujer, con una falda azul y una camisa de botones blanca; la falda dejaba ver sólo las fuertes pantorrillas; Diego se clavó en la parte inferior del cuerpo de la mujer; e inconscientemente comenzó a calcularle la edad, empezó a imaginar el rostro, pero sólo veía un solo rostro: unos ojos brillantes que podían servir de faro en las noches, unos labios jugosos naturalmente rojos, carnosos; y ... Era Elisa; sólo ella, nadie mas que Elisa. Los pies comenzaron a acalambrarse, y las rodillas estaban muy frágiles, las manos transpiraban miedo; ¡era Elisa!
Ella; ya no lo dejaba vivir más, un poco mas y terminaría joven completamente desquiciado en un hospital psiquiátrico; lo seguía por todos lados. El trabajo era el colmo; todas las mujeres eran ella; si la chica era bonita; por supuesto.
Planta baja. Ya estaban abriéndose las puertas del ascensor y ...
Diego se decidió a salir antes que la chica, mostrando su ausente caballerosidad y por supuesto su poder en el sitio; estaba en su empresa, en su reino; en su triste reino.
La chica lo miró y apresuró el paso tratando de alcanzarlo; de pronto le tocó suavemente el hombro derecho.
–Disculpa, ¿podrías informarme quien es el director de la empresa?–Era un extraño momento, Diego se detuvo y supo por los zapatos y las súper pantorrillas que era la del ascensor; era Elisa; ¡no!. ¡Basta de insanidades! Sólo es una simple y perfecta desconocida.
–Digo, si no sabes no hay problema; puedo ir con otra persona. –el comentario alteró los pensamientos de Diego aún mas, y continuaba cayado, con la boca entreabierta. Parecía un demente con clase.
–De acuerdo, ya entendí; debes ser sordomudo. –Al terminar de pronunciar la última palabra, cerró con un guiño de ojos que parecía mas sarcástico que cualquier cómico consagrado. Guiñó el ojo y sonrió. ¡Que engreída! ¿cómo se atreve?; ya verá.
Pero cómo se las iba a ver con él si el ya se marchaba, huía.
¡No! ésta vez disfrutaría burlándose de alguien; ya muchos lo hacían con él, éste era el momento adecuado para sacar el coraje.
Subió de nuevo al ascensor; pero, ahora viajaba sólo; un viaje hasta su oficina; una lujosa oficina; aunque no muy grande; sólo lo necesario para un escritorio bonito, un par de sillas cómodas, en especial la de él; que a decir verdad era un sillón reclinable con ruedas.
Entró de nuevo a su recinto laboral, se sentó en su trono y miró a todos los que se encontraban ahí con ese aire de superioridad, esbozó una sonrisa, y dijo: –Si alguien viene a buscarme háganla pasar.–¿Háganla pasar? Era una chica. Todos asintieron con la cabeza y un si que parecía coro de iglesia.
La hora llegó.
–Te busca...una tal...
–¡Que la hagas pasar, por favor!
–Si señor.–la secretaria se estaba hartando de esos tonitos de su querido jefe; pero, no debía mostrarlo, muchas y muchos peleaban por ese lugar; lo que la hacía privilegiada.
–¡Buenas tardes! –el mundo dio de vueltas rápidamente en la cabeza de la chica, y su voz se atoró, no podía articular palabra.
–Pero; dígame, ¿es usted... sordomuda? –¡Desgraciado! ¡Como se atreve!. Se puso tan roja que...
–Oiga; ¿sufre usted de alguna alergia en la piel?; es que su cara tiene manchitas rojas.–otro insulto mas y ya verá.
–Sabe bien que no soy sordomuda y...
–Bien, ya somos dos.
–Si.
–¿Qué necesita de mi?. Dígame; que no tengo su tiempo señorita.
Se recargó en su asiento y colocó lentamente las manos detrás de su cabeza, mostrando su poder y autoridad; era el rey de esa selva y sabía que hacer.
Ella decidió tomar asiento, aunque no se lo había ofrecido; El rey león asintió con la mirada, mostrándole que podía seguir sentada. Y ella comenzó a frotarse los dedos.
–Busco al señor director.
–¿Sabe usted mi nombre señorita? –era tan atractiva; pero era momento de ser rudo.
–No señor; pero...
–Entonces creo que debo presentarme. Soy Diego San Vicente Ruiz, director y dueño de esta empresa. – extiende la mano lo mas firme y recta posible; Ella estrecha la suya y aprieta firmemente tratando de simular una falsa seguridad.
–Mucho gusto...
–Elisa. Elisa Genoveva Estuardo Medina. –Elisa bendita Elisa.











Capitulo 14


–Toma, aquí te dejaron este teléfono y... También esta nota. –Diego daba una muestra de intriga, por ese pedazo blanco de papel doblado como en cuatro partes.
–¿Quien te lo dejó?
–Mandó a alguien, a un niño, de los que trabajan en la esquina vendiendo –Adolfo se detuvo –Ya sabes.
–Me importa poco que venda, sólo quiero saber quien es la persona que mandó esto.–Mientras se quejaba, abría la hoja blanca, quién entregaría un dato importante o secreto así nada mas, sin un sobre.
–¿Qué dice? –Se acercó para leer el mensaje misterioso.
–Adolfo, ¿sabes a que hora entregaron esto?
–Seguro no estoy, pero parece que no hace mucho, calculo unos treinta minutos. ¿Por qué?, ¿es algo malo?, ya dime que es lo que dice.


¿Sigues enamorado?
Llama a este número: 89-99-09-73
No pierdes nada.
Pregunta por el Doctor Del llano. Y ... Pregunta por tu amada.
A t t e: A N Ó N I M O

–¿Pero, que es esto?
–Un pedazo de papel, con un teléfono, y con el mensaje mas extraño que hayas leído antes.–Diego asentía con la cabeza.
–Si, pero, ¿que debo hacer?, ¿crees que deba llamar? o simplemente rompo este simple papel.–Adolfo formó una sonrisa mostrando sus dientes blancos algo chuecos.
–Marca –le puso el teléfono en la mano.–Pero ya , antes que te arrepientas, lo olvides o te deshagas de la nota.
–De acuerdo, pero... –Se mantuvo helado y sin movimiento durante casi un minuto. –Pero, ¿qué pregunto?
–Deshazte de torpezas de una vez, y piensa, marca y has una cita, di que ... Que estas enfermo y te urge verlo lo mas pronto posible, ya que lo tengas enfrente le preguntas lo que quieras.
–¿Lo que quiera? ¿te encuentras bien? No tengo ni la mas remota idea de lo que ese Doctor me pueda decir y mucho menos como puedo hacer para que me diga algo de... La mujer que...
–¡De la mujer que amas todavía!, y no sabes que le pasó. –Una pausa corta dejo sentir un miedo que aumentaba cada vez mas.
–¿Crees que le haya pasado algo?, ¿Crees que siga viva, o...? –Todo parecía demasiado extraño.
–Calma, primero debes llamar, eso lo sabrás en cuanto estés en frente, a solas con él.
–Tienes razón.

Cita Con El Doctor Del Llano

–Pase, el Doctor lo espera adentro.–se acomodó la corbata. se peinó las cejas con el dedo meñique.
–Buenas tardes señor... –Lo saludó extendiéndole la mano, pero sin mirarlo a los ojos, parecía muy ocupado con tantos papeles que se reposaban en el escritorio.
–Diego San Vicente Ruiz.
–¿Y que le sucede? ¿Qué le duele? –La respuesta sería: el corazón, me duele el corazón. Pero no estaba en terapia psicológica, se encontraba frente a un hombre que tal vez supiera que sucedió con Elisa. –Bueno y... ¿Que le trae por aquí?
–Necesito información acerca de una persona. –Diego empezó a atraer la atención del Doctor, lentamente alzó la mirada, se acomodó los anteojos y frunció marcadamente el seño.
–¡Hombre! Pero se ha equivocado de sitio, esto es un consultorio médico, para nada somos una asociación de búsqueda de niños perdidos, ni de orientación turística, ni –Diego interrumpió asombrado de la respuesta del Doctor, pero a decir verdad, se esperaba algo similar de un encuentro así. –Si me puede explicar mejor, se lo agradecería.
–Si señor; es extraño, pero recibí una nota anónima diciéndome que usted me podría hablar algo acerca de una persona que –Le costaba referirse a ella. –de una persona que desapareció o que mas bien no se que pasó de ella; se que esto suena lo suficientemente absurdo para que me arroje de aquí, pero necesito saber si conoce usted a Elisa Alzanza Grameña –el Doctor comenzó a toser secamente al escuchar el nombre, y se tornó de color rojo, era evidente que sabía, estaba nervioso; ¿habrá muerto?, ¡no!.
–¡Dígame se lo ruego!, todo lo que pueda decir, ¡hágalo! –logró dejar de toser, y prosiguió a preguntar.
–¿Qué es usted de ella? –La pregunta hería, lastimó tanto que se formó un nudo en la garganta de Diego.
–Soy... Fui su...Un amigo.
–¿Un amigo eh?, entonces si sólo eres su amigo cómo es que estas muriendo por saber de ella; de acuerdo, seamos sinceros, para que yo te pueda ayudar en algo. Tienes que decirme la verdad.
–¿Qué verdad?, ¿qué la amo?, ¿qué de repente salió, desapareció?, qué cada vez que despierto pienso que ahora si la veré y nada; ella murió, pero no se por que. –El rostro del médico cambiaba, parecía comprender el triste diálogo de ese loco. –Dígame qué le pasó.
–Le explicaré lo mas claro que pueda. Es una información confidencial, no debo decirle ABSOLUTAMENTE NADA. –Diego agachó la cabeza, pero escuchó de nuevo la voz del Doctor. –Sin importar el deber, le diré. Escuche con atención, al final haga las preguntas que sean necesarias. –Diego asintió y por fin respiró profundo, pero con la angustia en las manos.
Las funciones de la memoria se llevan a cabo en el lóbulo temporal a modo de ejemplo podemos decir que el hipocampo (en la cara interna de los lóbulos temporales) es fundamental para conservar la información de lo que sucede en ese momento; que el lóbulo temporal izquierdo es importante para la memoria verbal y el derecho para la memoria viso-espacial; que las áreas pre-frontales son importantes para establecer estrategias de memorización o de evocación; que en el lóbulo parietal izquierdo se almacenan habilidades motoras adquiridas. –Diego estaba completamente confundido, no lograba hilar la información con el tema principal: Elisa; pero la atención no se perdía, debía esperar hasta el final.
Escuche con atención, al final haga las preguntas que sean necesarias.
La complejidad de la memoria implica que existen muchos tipos de amnesias, por lesiones de diversas zonas del cerebro e incluso sin lesiones, en las amnesias de origen psicológico.
La amnesia retrógrada: afectación de la capacidad de evocar información y sucesos bien establecidos antes del inicio de la enfermedad. La amnesia retrógrada afecta hechos y episodios, particularmente aquellos que están cerca del momento en el que se produjo la amnesia. Según la ley de Ribot, estos recuerdos se perderían en orden inverso al momento de su adquisición. Es decir, primero desaparecerían los recuerdos más próximos en el tiempo, y en último lugar los más remotos que son los recuerdos de la infancia. –Ya era demasiado, suficiente, necesitaba una explicación del discurso.
–¿Eso es todo Doctor? –El Doctor sonería, y lo miraba empáticamente; parecía que le dolía igual que al mismo Diego. Pero, ¿por qué no le hablaba claro, se burlaba acaso?
–Si, pero ahora le diré por que tanta información, ya que es usted un maestro en esto de la memoria, comprenderá el resto. –Diego estaba desesperado y el nudo formado en la garganta era mas grande y dolía, dolía mucho. –Esto es así: Elisa tuvo un tipo de problema con su memoria, ya le especifique cual, –aumentaba la confusión, pero estaba dispuesto a aguantar hasta el final de otra explicación. –el problema fue extendiéndose tan rápidamente que la información que almacenaba en su cerebro se perdió; los padres de la chica estaban desesperados hasta que logramos que la memoria de Elisa encontrara un equilibrio, pero partiendo de nuevos recuerdos; nada del pasado, el pasado estaba borrado, incluso no sabía de su enfermedad; los padres decidieron llevarla lejos para construirle una nueva vida. Decidieron mantener borrada su historia. Se que es duro, pero así lo quisieron, yo sugerí otra cosa, les dije que explicarle lo sucedido podría funcionar, hablarle de su pasado, que poco a poco se construyera una historia verdadera de si misma; pero, ellos no lo quisieron así. Pensaron que le crearía mas angustia estar rodeada de gente que mostraría susto, hasta terror frente a ella por su estado fenómeno. Tal vez suene ridículo pero así lo hicieron. –Diego estaba mareado, ya no podía mas.Capitulo 15


–Aquí estas, así te imaginaba, sentadito, tranquilo, después de lo ocurrido; qué me puedes decir, si es que encuentras palabras. –Intentando abochornar a su colega, se sentó en una de las sillas de madera, perfectamente situada de frente al acusado.
–Si quieres saber si tengo palabras mi respuesta es: depende; depende de que es lo que desees hablar. –Constanzo tragó saliva difícilmente, como si estuviera tratando de pasar un pedazo de carne sin masticar.
–La conciencia intranquila deberás tener, si es que no puedes hablar de cualquier cosa. –Josué se inventó una nueva sonrisa.
–De acuerdo, ¿que quieres discutir? –Josué no esperaba esa respuesta y realmente tampoco el estaba preparado para esta conversación a la que venía sacándole tantas vueltas.
–El día ese del que saliste tan...Agitado de mi oficina; viste a la chica, a la que esta preparándose para seguir los caminos del –algo interrumpió la conversación; en realidad no era algo, fue alguien; una chica vestida toda de negro , se dejaban ver unos senos que aparentaban la suavidad mas enloquecedora. Unos labios carnosos y ... Era Janella; pero, qué quería y qué hacía en la oficina de Constanzo vestida así, mostrando parte de sus maravillas.
Parecía como si a Constanzo le hubieran vertido agua helada sobre el rostro y Josué no pudo impedir tensarse y poner una boca tan abierta que podrían entrar diez moscas juntas.
–¿Interrumpo? –Janella no esperaba ver al hombre de sus fantasías. Quería una entrevista con el Padre Constanzo y nada mas.
El aire era difícil de respirar en ese lugar, a todos les faltaba algo de oxigenación.
–¿Qué se te ofrece hija?
–oh Padre es solo que quería hablar con usted, pero si es un mal momento lo haré mas tarde. –Necesitaba estar a solas con Constanzo para convencerlo de que sería una buena Monja.
–Si Janella, será mejor que vengas mas tarde, como en un par de horas mas, ¿te parece?.
–Si, de acuerdo, regreso mas tarde. –Sintió como un cosquilleo recorrió rápidamente su cuerpo con un efecto que entumía los músculos, miró a Josué cuando el no la miraba mas y su rostro no se controló mas y mostró el embeleso y salió cerrando suavemente la puerta.
La calma regresaba violentamente, sin nada de ruidos mas que el de las respiración de ambos.
–Te decía...
–¿Si...?
–Vi lo que admirabas esa tarde. –Dijo con tono molesto.
–¡Ah! Ya somos dos. Hermosa ¿verdad?, un verdadero encanto.
–Pero, ¿qué te sucede?, ¿cómo te atreves?
–La yegua, ¿a quien crees que me refería?
–¡que sinvergüenza!
–tranquilo Josué, mantén la cordura.
–¡Pero...! está bien, pero, dime ¿por que lo hiciste? ¿que te incitó a verla de esa manera?
–¿de verdad quieres saberlo?

–Si, ¡dilo!
–no podrás negar que es un verdadero tesoro, y los tesoros si no se pueden tener en las manos, no queda mas que mirarlos; mejor dicho admirarlos. Por eso lo hice; ¿tiene algo de malo eso?, digo, malo sería tocarlo, el tesoro no le pertenece a los piratas, si no a los que no cometen pecado al tenerlo. Ese tesorito nunca lo podré tener, y lo se; pero no tendría una oportunidad como esa en el resto de mi vida, y me pregunto, ¿tu lo habrías evitado? o mejor dicho te pregunto a ti: después que me fui, ¿lo evitaste?, ¿no la viste?; tenía un hermoso trasero. –El coraje y la pena mezclados estaban haciendo explotar a una bomba feroz. –¡Contéstame!
–Se acabó la conversación, no hay nada mas que hablar, si no te arrepientes de tu pecado, no hay mas que decir.
–Y ¿tu?, ¿te arrepientes del tuyo? – era demasiada pregunta para Josué.
–¡Eres de lo peor! –frunció el entrecejo.
–Somos iguales, pero yo no me miento a mi mismo, vivo mas tranquilo, en cambio tu... mirate; sufres con tu culpa y arrastras la mía al mismo tiempo. Pero vete mas tranquilo, no volveré por un buen tiempo a tu parroquia, al menos creo que cuando regrese habrá terminado las misiones y la hermosísima yegua no estará mas. Descuida. –una cachetada mas, Josué saldría con el trofeo de la derrota.

–Esa yegua como le dices, merece tu respeto; tan siquiera merece que no la nombres. –Constanzo sonreía placidamente, disfrutando del enojo de Josué.
–¿Celoso? ¿le has puesto ya un apodo mas tierno?
–¡cállate! Es mejor que me marche, no hay mas que hablar.
–¿Quieres que te de la...? –formó con su mano derecha una cruz; Josué lo interrumpió inmediatamente, con la mirada mas violenta del encuentro.
–¡Ni se te ocurra! –salió de la oficina dejando la huella del coraje puro.
–¿Puedo pasar?
–¡hija! pasa.
–Gracias.
–¿Y...? –articuló de forma interrogante.
–Si, sucede que es algo muy serio. –no había congruencia entre lo que decía y lo que hacía; sujetaba un mechón de su pelo con dos dedos y lo retorcía suavemente, hasta que se hacía mas enérgico el movimiento; sin dejar de hablar fundía la mirada en los labios de Constanzo, y Constanzo trataba de mantener estable los latidos de su corazón, pero no lo lograba disimular. Janella se agachaba en dirección hacia el y apretaba sus pechos con sus brazos, y se mostraba el lugar mas paradisíaco de su cuerpo. Constanzo no escuchaba mucho y asentía como bestia. Mientras la diva sonreía ventajosamente. De repente se escuchó por fin una pregunta estrepitosa: ¿Me ayudarás entonces?
–¿a que?
–¡ay! No me estas prestando atención. –pronunció con el tono mas mimado que sabía.
–Si, si, he atendido todo lo que has dicho, pero repite la pregunta nada mas.
–¿Me ayudarás a ser monja?
–pero, ¿que estas pensado? ¡Eso es imposible!
–¿Por qué? –Preguntó fingiendo estar alarmada por la expresión.
–Lo que pasa es que, que no lo creo de ti.
–¿por qué? ¿por... esto? –Le mostró aún mas sus senos, era el colmo del descaro, o era el punto mas interesante de la conversación.
–Enseñame un poco mas. –Susurró Constanzo, pero Janella alcanzó a escuchar perfectamente bien.
–¿Cómo dice? –Fingió de nuevo estar asombrada.
–No, nada, no dije nada. –El nerviosismo invadía terriblemente a ese hombre.
–¿Seguro? Por que tal vez podría si...
–Si ¿qué? Podrías qué. –Janella sabía como seducir mas que nadie, y estaba logrando lo que deseaba.
–Tal vez podría enseñarte mas –ahora no le basto apretar los pechos con sus brazos, prefirió acariciar su seno izquierdo y lo apretó con sus dedos delgados y fuertes. –pero no sólo un poco, si no muucho mas. –Era el colmo de los mas maravillosas culminaciones.
–¿Qué me quieres decir hermosa? –temblaba desmedidamente y su cabello dejaba caer gotas de sal.
–No te quiero decir, te quiero hacer. –suavemente repito la frase: te quiero hacer y agrego un: si me ayudas. Ya el pensamiento no trabajaba mucho y el instinto era el dueño de ese cuerpo ausente de caricias y completamente enajenado.
–Constanzo prometo ser tuya esta noche si me ayudas a lo que pedí. Y esto se hará así: a las doce y media en punto de la madrugada iré vestida de negro; pero, ahora con un vestido ceñido, y tocare suavemente la puerta de tu habitación, que sé que está abajo en el sótano, y el ruido se pierde totalmente; si tu abres esa puerta, yo seré tuya toda la noche; si no abres me iré triste, pero nadie sabrá nada como quiera, no estas obligado; incluso no te diría esto si no viera como me estas deseando. –permanecía callado pero mordiendo fuertemente su labio inferior.
–De acuerdo. –Janella acomodó su cabello sensualmente hacia atrás y se acercó a el tanto que...
–Este es un adelanto de lo que podrás tener esta misma noche. –tomó las manos mas masculinas que haya visto, las colocó en sus pechos por encima de la escotada blusa; sintiendo la mayor parte la desnudez y un pedazo de tela que escondía los pezones que en esa misma noche podría tener en su boca. Se acerco a su boca lamió el rostro de el hombre, empezó por su mejilla, después sus ojos y llegó a los labios y comenzó a lamerlos suavemente. La tomo por la cintura y en eso la chica quitó las manos de su cuerpo, se marchó y no volteo mas; se fue.
La puerta sonó una ves, tal y como lo describió. La puerta se abrió despacio y antes de entrar se veían las velas de diferentes tamaños encendidas alrededor del tapete lleno de almohadones grandes de color blanco, la cama estaba desnuda, solo con una sabana blanca; Constanzo cerró la puerta y de pronto vio a una mujer celestial en su recamara. Traía un saco negro que la cubría toda incluso su cabeza; pero de pronto el vestuario era otro, era un vestido negro de encaje, tan corto que al verla de espaldas, las nalgas se asomaban pidiendo a gritos ser tocadas y mas. Sus hombros estaban descubriéndose, los tirantes del vestido caían y Constanzo comenzó a besarla; la acostó sobre los almohadones y comenzó a desvestirla ferozmente, rompió el vestido sin remordimientos, y lo desgarró hasta que logro verla completamente desnuda y sin pensarlo más seguía besándola, cada parte de ella estaba en su boca, y Janella parecía disfrutarlo a morir.
Su boca recorrió todo hasta bajar el ombligo y mas, más abajo; los gritos sonaron y Constanzo gozaba del placer de verla vibrar, ella lo tomó de la cabeza y lo dirigió a donde mas lo deseaba; Constanzo deseaba tenerla mas cerca, quería fundirse en ella aún mas y así lo hizo; ambos parecían llorar de placer. Lloraban de placer.





















Capitulo 16



¿Quién podría hacer algo así?, era el momento de llorar; pero, era como si estuviera muerta, la enterraron sin decir nada a nadie, solo la familia conoce su tumba; es peor que estar muerta, vive y no sabe ni quien es en verdad; una auténtica falacia.
Quiero llorar pero no puedo, mis ojos están pesados que prefieren cerrarse y esperar que el sueño llegue y me arranque ocho horas de mi duelo.
Es mejor soñar, así si la puedo ver, tocar y lo mas hermoso: dirigirse a mi como su hombre, como su todo, quiero soñar veinticuatro horas y amarla hasta que muera, hasta que el sueño se acabe. Esa es mi muerte, despertar y ver que era un cuento sarcástico, una de las malas pasadas de la vida.

Nadie sabe donde se ha ido. Creo que pedir volver a verla es lo que necesito; “Dios, permite que esos ojitos me vean de nuevo y descubran en los míos el verdadero amor, el que espera aún después de la muerte.
Por favor”
Josué miró en el trayecto la gama de colores de algunos jardines de las haciendas que se hallaban antes de llegar a la parroquia. La conversación con el padre Constanzo resultó una miseria. Pero era peor lo que le esperaba en su destino. La dulce Grachiela era la tentación mas imposible de evadir.
El cielo oscureció y las estrellas comenzaron a pintarse en ese lienzo infinito; Grachiela quedó absorta, las luces del cielo hipnotizaban sutilmente y comenzaron a relajar su cuerpo. Josué entraba con el carruaje haciendo un ruido extraño, lo cual robó a Grachiela la atención que el cielo se había ganado, miró hacia abajo y observó cómo avanzaba el carruaje ya viejo.
No podía seguir deseando a un sacerdote, ¿pero como hacer para no sentir?
Era verdaderamente apuesto, gentil, y... Prohibido.

Las misiones terminaban en un par de días y ya todo sería distinto, no mas hombres en su vida, no mas Josué, adiós pasión.

Josué me provoca emociones que “no recuerdo” haber vivido.

Sólo un beso y nada mas, es lo que deseo para irme y no volver mas, sólo un beso de esos labios. Él no sólo deseaba un beso, pero, por algo se empieza. Hacía falta un extraordinario, beatífico momento para hacer de un beso la cumbre mas maravillosa, mas que las estrellas.
Fue decidido a una puerta tristemente cerrada, puerta que ocultaba la carne mas deseada, la abrió, sin importar la educación; la abrió mansamente para evitar un sobresalto mayor de lo esperado; se quitó el sombrero negro y se acomodó la parte mas pegada al cuello del hábito; asfixiaba y por fin lo reconocía; entonces, necesitaba tirarlo, lanzarlo por la ventana de esa habitación.
Apenas le dio tiempo de inhalar un poco, contuvo el aire, casi perdía el equilibrio del espanto, al ver claramente a la persona que irrumpió su privacidad, se recargó pesadamente a la pared quedando completamente de frente a el, el miedo crecía a la par de una extraña fogosidad, las palabras sucumbieron y Grachiela pretendía adherirse a la pared, no había salida mas que ordenarle que se fuera, o gritar. Pero era lo que menos deseaba.
El se acercaba despacio hacia ella, y la miraba febrilmente, de manera enardecida, quemaba y se sentía como el fuego se acercaba, cada paso avanzado era una convulsión mas. Josué se detuvo a dos pasos de la joven de modo que la veía completa aún. La bata era blanca, de tirantes delgados sus pechos se manifestaban casi por completo, y las piernas no se distinguían muy bien por la sombra. Ella demasiado desnuda y el cubierto como si fuera el día mas frío del año. Aún así, su aspecto era sublime, lo suficiente para ansiarlo cada vez mas.
No podía separarse de la pared, ahora parecía que la pared la amarraba a ella. Dio un paso mas, Josué estaba listo para tocarla, pero, no sabía como empezar; un verdadero inexperto, sin contar la audacia de entrar sin tocar.
Si la yegua no intentaba huir, era por que sentía confianza del amo. Y Grachiela no se fue y por el contrarió, se apartó de la pared, eso podría significar algo, sus pies ya no estaba retorcidos hacia dentro, los puños continuaban cerrados, para evitar ser demasiado fácil.
Josué se acerco de pronto hasta quedar tan cerca que Grachiela quedó aprisionada, contra la pared, buscó besarla y se respiró un aliento mezclado, y la besó con todo el deseo que había guardado por muucho tiempo, se abrazaron ansiosamente; pero, la sotana estorbaba y mucho. Ella viajó al reino mas paradisíaco que había pisado. Las lenguas jugaron cada vez mas vehementemente. La sotana en el suelo, y la bata no duro mas de dos segundos en manos de Josué; la bata blanca quedó aún mas lejos que las ropas de Josué. Era el hombre mas feliz del mundo, por fin conoció lo que el “pecado” concede.
Los cuerpos despojados de ropas, fundidos tanto que se confundirían con un solo cuerpo.
El desenlace los condujo a hablar.
–Eres... –Josué no pudo continuar, quiso declararle la emoción que se apoderaba de él.
–¿Qué soy? –articuló dócilmente.
–Eres... más que celestial.
–El rubor natural de sus mejillas mostró que estaba halagada.
–Si de adulaciones se trata, puedo asegurarte que me hiciste sentir la mujer más deseada de la tierra. –No conseguía detener ese momento tan romántico, aunque bien sabía que pronto el amanecer llegaría.
Y él seguiría siendo un Sacerdote, y ella continuaría intentando ser Monja. A veces las verdades son tan ridículas que parecen mentira.
–te prometo que esto no pasará de nuevo, sé que fue muy malo y –Grachiela lo interrumpió algo incómoda.
–No promesas y no culpas. ¿De acuerdo?
–tienes razón, pero por favor dime que no te ofendí con mi comentario.
–Solo te pido que... –Quedó callada.
–¿Qué?
–No, nada.
–por favor, ¿qué?
–nada mas te pido que... nunca lo olvides. –Se separó de él, se puso en pie y entró al baño, el sonido de la ducha se dejó escuchar. Josué quedó tendido en la cama, cubierto a medias por la sábana con olor femenino.
Después de unos minutos sus ropas le cubrían de nuevo, “la armadura impenetrable.”






Capitulo 17

“Una oración de noche, un hombre estaba de rodillas con los ojos cerrados y una lágrima tras otra bañaron la piel de su cara, la vida era tan buena con él, pero, faltaba un regalo de Dios, uno mas; la luz verde de sus ojos iluminaban su cuarto oscuro.”

Siento como si mi tiempo aquí hubiera terminado, y no entiendo como pude... no estoy enamorada, apenas puedo hablar del amor, está convirtiéndose en una palabra de fantasía, si mi camino no es este, dónde está.
Ayer me acosté con él, y fue instintivo, un cortejo animal, una actuación de película para adultos; no puedo creerlo aún.
Mis ojos no podrán verlo más, ni podré actuar como si nada. Quiero salir corriendo de aquí con la cabeza agachada para no ver a nadie, quiero huir a casa, quiero oler mi almohada, quiero abrazar a mi madre, a mi padre, a mis hermanos, a... a mi amiga, quiero viajar y conocer el mundo, quiero tanto, que acepto el error de buscar eso que me falta en un lugar como este.
Quiero llorar mas fuerte y quiero correr, quiero montar y esconderme entre los arbustos del bosque, quiero ver al mundo de nuevo, no mas encierros y no mas pecar.
Una monja tocó a su puerta.
–¿Quién es? –preguntó asustada, pensando tal vez si podría ser Josué.
–Soy Sor Dolores, ¿puedo entrar? –Grachiela estaba desconcertada, “hacía tiempo que no tenía contacto con alguien”, mas que con su compañera de misión, a ella la veía en la hora de la comida y la cena; y los demás empleados de la parroquia, ¡ah! Y por supuesto con el Sacerdote Josué.
–¡Adelante! –Dijo ya repuesta del sobresalto. Sor Dolores entró.
–¿Grachiela?
–Sí, Sor Dolores.
–Al fin te encuentro, escucha: es el momento de salir presurosa con la Madre Superiora, las misiones han terminado y en menos de media hora habrá una junta. Si, sé que es demasiado pronto para salir corriendo y agarrar tu equipaje, despedirte de todos; pero, es urgente, el caballo espera en el árbol más cercano, ¿sabes cual?
–si. Si se cuál. –Grachiela recordó la primera vez que llegó a la parroquia, en ese mismo árbol amarró a “su caballo”. Sintió ganas de llorar, pero se contuvo, no quería dar ningún tipo de explicación; mientras la garganta formó un nudo que lastimaba.
–Bueno; pues, de prisa, vamos, de prisa. –Comenzó a tomar sus prendas, como no eran muchas terminó pronto, miró hacia la ventana abierta y supo que nunca mas la vería desde ese ángulo. Contempló la cama y recordó una escena pasional, luego otra y otra. –¡Vamos! –despertó del sueño momentáneo. Y al salir de la habitación acarició la puerta, tratando de tomar la esencia del lugar, pero no, no ocurrió nada, el vacío crecía y ya sólo no era un nudo en la garganta que intentaba asfixiar, era un hueco en el alma.
Salió corriendo junto con Sor Dolores, bajaron escaleras lo mas apresuradas posible; la pequeña maleta no pesaba mucho.
Recordó una canción:
“Amor te vas de mi, también me voy de ti, lo nuestro termino, tal vez me extrañarás, tal vez yo soñaré con esos ojos verdes...”
–¿Ojos verdes?
–¿qué dices hija? –Grachiela pensó tan fuertemente que pudieron oírla. Por que recordó esa canción. Donde la habría oído, y por que le dolía tanto sentir como se repetía en su cabeza la canción, y la parte de los ojos verdes le producía un extraño vacío.
–¡oh! Nada, solo pensaba. –Sor Dolores puso un gesto de desconcierto, pero nada mas. –Sólo pensaba.

Con la cabeza agachada corría y no paró hasta llegar al árbol más cercano y un hermoso caballo negro esperaba, casi podría decirse que impaciente por galopar.
Subió al caballo, acarició su pelaje brilloso y sintió la suavidad envidiable de su melena. Tomó la rienda y se apresuró a otro pequeño destino.
Sor Dolores montaba un dulce caballo pardo y tomó la iniciativa, pero Grachiela sabía el camino y decidió adelantarse; la junta sería en menos de diez minutos.
El viento corría en contra, y el sol iluminaba el rostro de Grachiela, tanto que le hizo recordar un sitio especial, era un parque enorme con flores de muchos colores, pero, ¿que lugar era ese?

Hizo frenar al caballo negro, sintió como el viento dejo de golpear su rostro, acicaló su cabello, llevó al corcel a la sombra de un árbol frondoso; volteó hacia el convento y no pudo verse en un lugar así toda su vida, parecía un castillo antiguo; pero, de un tamaño no tan grande como un verdadero reino. Apresuró su paso, sintió un escalofrío que le evocó otro recuerdo; vio un rostro varonil, los ojos mas brillosos e insinuantes, verdes; ¿verdes? ¿Otra vez?; pero, ¿que rayos?. Perdió la imagen de nuevo, solo era el brillo de los ojos y ese color; “no conocía algún hombre con esa característica” . cuando menos lo pensó ya se encontraba en el lugar de la junta.
–Ahora llegó el momento de confirmar sus deseos por permanecer aquí, llegó el momento de los preparativos para la misa que las recibirá como hijas eternas de Dios, lo que no significa que serán ya entonces monjas; hijas, esto no es un proceso acelerado, es un proceso extenso para que la decisión de seguir este camino sea la más acertada de sus vidas; llevan ya un camino recorrido y solo Dios y ustedes saben lo que su corazón necesita.
A ustedes, queridas alumnas, quisiera decirles, que se entreguen a Nuestro Señor Jesucristo, que hagan con El un compromiso personal, o como dice el Papa en su Carta a la Iglesia en América, hagan el encuentro personal y vivo con Jesucristo, el Señor.

La madre Superiora terminó el discurso y comenzó a rezar. Mientras tanto Grachiela pensaba.
Años de encierro, el pecado me seguirá, caminara por los rincones de las habitaciones de este convento y no solo en éste, cualquier otro encierro que me pongan de prueba.
Algunas compañeras lloraban emotivamente, otras mantenían la mirada al techo pintado de imágenes y Grachiela observó el cuadro a su alrededor y parecía como si se hubiera equivocado de profesión, se sintió chica y sola, a excepción del vínculo formado entre el Creador y ella, las oraciones de noche la hacían sentir fuerte y confiada, un poco mas confiada; había cometido errores, el engaño era el primero de todos, engañarse a ella misma y engañar a los demás.

Debes salir de aquí.
Se escucho el mensaje al oído de Grachiela y una canción comenzó a sonar en su interior.
“Es un milagro que no puedo explicar, me vuelvo un ave para volar a ti, me vuelvo humana para ir al pueblo a predicar que te vi...”

La música armonizó el lugar, el piano erizó las pieles encaminadas a la santidad y las voces comenzaron a cantar, pero era otra canción, no era aquella que Grachiela sintió vibrar adentro de si; el canto era mas lento.
“Llévame de aquí, llévame al destino que elijas para mi, quiero agradarte, quiero ser fiel..”

Grachiela estaba aún mas confundida y el violín la motivó a cantar el coro.


Capítulo 18


Constanzo despertó, mientras se estiraba para que los músculos se aflojaran un poco, trató de encontrar rastro de lo que sucedió aquella noche.
No había nada, ni almohadones tirados ni velas, tampoco una mujer a su lado, había regresado a su vida habitual, en unas horas debía estar ofreciendo una misa por la muerte de un sacerdote que tenía muchos años de edad y murió precisamente de eso, de viejo.
Pero debía cumplir con la otra parte del trato, Janella debía ser monja. No había otra cosa mas ilógica y siniestra que esa; bueno, aparte que un Sacerdote cometiera un acto como el de Constanzo.

La hora de la misa llegó; Constanzo lucía impecable, sus años ya mostraban sus canas y las arrugas de la frente. Hablaba provocando que la gente encontrará una vía de comunicación mas sólida con Dios. Nadie sabía sobre el verdadero Constanzo, a excepción de un par de personas, de la misma condición humana que él, o algo por el estilo.
Janella estaba presente en la misa, y lo miraba como si un ángel le hubiera dado clases de humildad y sensibilidad. Constanzo se dirigía a la masa y trataba de no ver los rostros de los creyentes.
Al terminar el espectáculo protagonizado por un actor experimentado, Janella se dirigió al confesionario.
–Confiese usted todos sus pecados que el señor escucha.
–Confieso que he pecado. –afirmó Janella. Constanzo sintió como sus párpados comenzaron a temblar de nerviosismo , el frío de diciembre estaba llegando y un viento helado entró por los poros de la puerta del confesionario, ambos hicieron el ademán de calentarse con su mano, frotándose los brazos, el aire tomó otras direcciones mientras Janella reanudó la confesión. –Confieso desear a un Sacerdote, y acostarme con otro.
–Deseaste a dos Sacerdotes entonces, –muy apenas logró terminar la frase.
–Así es, confieso que cometí chantaje. Y logré uno de mis objetivos perversos.
–¿Te arrepientes de tus pecados, hija? –Le dolió en el corazón decir: hija.
–Confieso que no me arrepiento de mis pecados, a excepción de algo.
–¿De que si te arrepientes?
–De pretender ser alguien que nunca podré ser.
–Hija, eso es lo mas rescatable que has podido pensar.
–Si, pero mi deseo sigue creciendo por el Sacerdote Josué y lo necesito; bueno, eso siento, siento que lo necesito, es el mas grande de mis pecados y lo sé.
–¿Qué harás entonces?
–No podré fingir tanto tiempo que puedo ser una Monja, entonces desisto de eso; pero, no pararé hasta hablar de mi pasión con el mismo Josué y que sea la voluntad de Dios lo que suceda después; que me exilie si es necesario, pero no mas engaños en mi vida; a partir de hoy seré lo mas honesta que pueda; ya me cansé de ocultarme por las noches y besar tantas bocas y cumplir las fantasías de otros y tratar día con día hacerme creer a mi misma que también son las mías. No lo son y nunca lo han sido, desde chica aprendí a engañar a la gente y a mi misma.
Se que estoy confesándome ante un pecador igual que yo, pero, todos pecamos y tenemos la oportunidad de rectificar, estoy segura de esto.
Ya no mas mentiras. Me cueste lo que me cueste; aunque tenga que abandonar el pueblo que me vio nacer, ya sea que me aborrezca el mundo entero, si me preguntan quien soy y quien he sido, lo diré; aunque me abofetee el destino. Y si el destino me acoge entre la gracia de Dios, prometo que no remitiré las cosas malas que he cometido. Amaré sólo a un hombre, me ame o no. Siempre estará en mi mente y en mi corazón. Josué me conoce desde tiempo atrás me ha confesado toda mi vida y le he mentido para no perderlo; pero, no mas.
–Hija, tu corazón está aprendiendo a amar verdaderamente. Y ve, toma el camino que has decidido. Que Dios ilumine tu vida siempre. –Janella lloró calladamente, y sonó su nariz para poder respirar mejor.
–Me voy y ... Gracias.
–¡Janella! –Janella se detuvo antes de salir del confesionario.
–¿si?
–Perdóname. No soy digno de escuchar tu confesión, ni la de nadie.
–Constanzo, pide perdón sólo a uno...ah y esta será la última confesión de mi vida. Todo lo que tenga que arrepentirme lo haré directo con el que corresponde. –Janella salió y se dirigió a un sitio mejor.

Capitulo 19


–¡Hey! Que bueno que te encuentro; no sabes, te he buscado como un loco; sabes que por el trabajo no te debes preocupar; pero por mi si; tan siquiera una llamadita; pero nada, me tienes en ascuas, nerviosismo; pero ya cuéntamelo todo. ¿Qué te dijo el doctor?, ¿sabes donde está?, si esta viva ¿verdad? –un silencio logró que a Adolfo se le quisieran salir los ojos, pero Diego se dignó a responder.
–Me dijeron que no estaba muerta, que se fue; es una historia algo confusa; todo empezó con una enfermedad, luego un viaje, después una mentira, y el Doctor, después...
–Espera, espera, tranquilo, no entiendo; solo capté lo de historia confusa. Sé bueno y explícalo con calma; mira, te hará bien desahogarte.
–Si, tienes razón estoy muy... tenso.
Elisa se enfermó y no me di cuenta, siento que fui un tonto en no ver los síntomas.
–Espera, pero tu no eres médico para...
–Correcto, deja continúo. Te decía, el asunto es que se enfermó, un tipo de amnesia rara, no se como se llama, pero perdió por completo la memoria, suena terrible lo se y lo peor no es eso. –Adolfo se guardó sus ganas de preguntar para no interrumpir. –los padres de ella...

–¡No puede ser!, y ¿que piensas hacer?.
–Nada, no hay nada que hacer. No se el lugar donde vive y aún así; la encuentro y seré un perfecto extraño.
–Aguarda, si serás eso que dijiste, pero, por qué crees que no se fijará en ti; digo, si le gustaste antes, por que no le vas a parecer atractivo ahora; se que perdió la memoria, pero no creo que haya perdido sus gustos. ¡Búscala!.
–Siempre con tus locuras. ¿Donde?
–Pues no se, si supiera no tendrías que buscarla, yo mismo te llevaría, ¡vaya que si!.
–¡Si, si! Lo sé.
–no te rindas, esa chica te trae loco y eso significa que...
–Si, ella es la buena y yo soy el perdedor. Amando a alguien que ni sabe que existo. ¡Carajo! Soy el mas idiota de los idiotas, el rey de los idiotas; habiendo tantas mujeres bonitas y hasta encontré una que tenía su nombre, ¡es guapísima!, pero no; el imbécil de yo ganó un punto más en la lista de los más brutos; no es la misma, no se apellida igual, no huele a lo mismo, sus ojos no brillan cuando me ven. Pero lo bueno de todo es que: ¡Ya se que va decir el mensajito de mi tumba!
–¡Basta! ¡Detente ya!.
–Se quien puede ayudarnos. –Diego volteo rápidamente y le sostuvo la mirada.
–¿A que te refieres? –La voz salió quebrada. –¿A que te estas refiriendo? ¡dilo ya! –palideció tanto que Adolfo recordó a una momia que vio por televisión, era extrañamente blanca.
–¿recuerdas la nota anónima?
–Claro, ¿qué hay con ella? –preguntó confuso.
–Sé quien la mandó. Esa persona quiso ayudarte, ¿comprendes?, para nada era una asesina, ni...
–¡Espera! ¿una asesina?. Es mujer, ¿quién es?
–Te decía, no es alguien que busque dañarte.
–¿por que tanto rodeo Adolfo?, ¡ya explícamelo!.
–Sofía, fue Sofía.
–¿La pelirroja, te acuerdas que me la topé en el parque de...? –Adolfo interrumpió.
–Efectivamente.
–Pero, si intentó seducirme y...
–Pero no lo logró, recuerda que hay gente buena, ella fue amiga de Elisa también, además pienso que lamentó la extraña ausencia y bueno, aparte siempre quiso algo contigo. Pienso que siente algo por ti y sabe que no te puede tener y si lograra salir contigo, tu no la verías jamás como viste a su amiga.
–Si, suena muy lógico.
–¿Crees que debo...?
–¿Estas loco? Claro que si. Y yo te acompaño, ahora mismo; toma tu saco que esta haciendo un frío terrible allá afuera; “el invierno está aquí, el invierno está aquí...í” –comenzó a cantar desafinadamente. – ¡Apúrate, anda!.
–Si, si.
–Pronto estarás a su lado de nuevo campeón.
–oye, ¿por que no te ligas a Sofía?. Es linda y resultó buena gente.
–¡que las chicas no me gustan, ya sabes! –le pegó delicadamente en el hombro, imitando a un homosexual indignado.
–¡Ya vas a empezar con tus joterías!
–¡Te amo!, pero como no te puedo tener, prefiero ayudarte a encontrar tu verdadero amor, prefiero perderte a si, que a odiarte y amarte absurdamente. –Le cerró el ojo coquetamente e intentó abrazarlo, pero Diego lo apartó riéndose de lo chiflado que estaba.
Llegaron al centro de la ciudad, el frío logró dejar a la mayoría de la gente cobijadas en sus casas, tomando una bebida caliente; sólo pocos caminaban en contra del viento y algunos carros iluminaban la noche con sus luces.
Eran en un departamento en buena condición donde vivía Sofía, –la pelirroja estaba tomando un café mientras veía una película romántica, el momento cumbre, en el que todas las mujeres lloran; justo en ese momento sonó el timbre de su departamento; Sofía se sintió invadida, estaba disfrutando demasiado , ¿quién podía ser a esas horas y con tanto frío?, detuvo la película y se dijo a si misma: tendrás que esperar querida.
Iba camino a la puerta, pero algo la detuvo frente al espejo, se miró y se percató de su cabello despeinado y que llevaba puesto un short muy corto, su camisa sport que decía I love U. S .A.
Miró sus ojos y brillaban por la emoción que le produjo el film que estaba viendo. Al abrir la puerta estaban dos tipos bien parecidos enfrente de ella.
–¿Diego?, ¿Adolfo?
–¡Acertaste!. Se merece un premio, ¿verdad Diego? –Diego se mantuvo serio no obstante de ver la incorregible sonrisa de Adolfo.

Adolfo comprendió el mensaje, no era una visita común, era una visita seria.
–ah si, ¿podemos pasar? –preguntó Diego, la pelirroja asintió con la cabeza y se movió de la puerta para dejarlos pasar.
Sofía no estaba segura de lo que estaba pasando.
–Sofía sé que es noche, pero, necesitaba hablar contigo.
–de acuerdo. –Sofía había olvidado casi por completo que estaba disfrutando una película de no ser que Adolfo no tuviera un parecido con el protagonista.
–Sofía, ¿recuerdas a Elisa? –era una pregunta estúpida y todos los presentes estaban conscientes de eso.
–Si. ¿Qué hay con ella?
–eso es precisamente lo que queremos saber.
–¿cómo?
–¡Vamos Sofía!, ya dilo, tu fuiste la del mensajito anónimo. No hay nada malo en ello, sabemos que lo hiciste de buena voluntad.–Sofía parecía estar presente en una junta en la que no estuvo desde el principio.
–Adolfo, ¿puedes callarte?, Sofía, te pido que si sabes algo, cualquier cosa que me pueda decir donde vive, o lo que sea; te ruego que me digas; sé que no estas obligada a decírmelo.
–Diego, ¡claro que lo está!, primero se metió al juego, ¡ahh! Y sin ser invitada, sin dar su nombre y ahora no quiere terminar el jueguito; claro que está obligada a hablar.
–un momento, yo hablo y digo lo que se me plazca, podría decir incluso: ¡fuera de mi casa!, pero no lo haré. –Diego y Adolfo deseaban voltearse a ver, pero, se aguantaron las ganas y se quedaron viendo a esa chica ruda fijamente.
–Ya entendimos que por la mala no, pero ¿por la buena? ¿nos puedes ayudar?
–Sé donde vive. –Diego iluminó el lugar con su sonrisa y sus ojos brillosos, Adolfo se levantó del sillón y tomo las manos de Sofía y las beso, le mostró sus dientes en una sonrisa, y volvió a besarla pero ahora en la frente.
–¡bendita seas Sofía!, ¡Dinos!, ¿dónde?.
–Dije, sé donde vive, jamás dije que les diría. –todo el espectáculo se venía abajo, las caras se alargaron, y Sofía se levantó del sillón y...
–¿pero que te pasa?, ¿cómo no nos vas a decir?, ¿estas...? –Diego estaba ausente, perdido.
–tengo sueño, no es que los corra, pero, tengo que dormir. –Diego salió instantáneamente del departamento, arrastrando el dolor tras el; no estaba dispuesto a rogar mas; pero, Adolfo si.
Adolfo estaba a solas con la bella chica.
–Querida, ayúdanos, ¿por qué no quieres...? –Sofía se estaba comenzando a sentir abrumada.
–Adolfo, no puedo. –en el rostro delicado se dejó ver dolor, no envidia, ni odio; ella no podía decir toda la verdad por algo demasiado importante.
–¿por qué? ¿qué te sucede? Sé que eres buena, por qué guardarás algo así.
–La vida tiene destinos, ¿sabes?, si Diego y Elisa se vuelven a ver, será por que eso es lo que debe suceder. Yo no formaré parte de un escándalo, ¿entendiste?
–No. Pero, si es necesario buscar al destino, lo haremos. Gracias por tu: no cooperación. –Salió corriendo hasta llegar al automóvil donde se encontraba Diego.







Capitulo 20

Grachiela miró la luna, resplandecía de una manera gloriosa, estaba sentada sobre un tronco de madera, era el momento ideal para pensar en la existencia, en lo maravillosa que es la vida; agradecer por esa gente que siempre ha estado; el viento estaba apacible, y la temperatura comenzaba a bajar un poco mas, lo cual la obligó a entrar y buscar un suéter que cobijara mas; regresó al mismo sitio y se sintió tan sola, tan pequeñita en comparación con ese panorama celestial.
Una silueta se alcanzó a distinguir a lo lejos, era una Monja; ¡tal vez me regañen por estar afuera tan noche!, se fue acercando mas y mas, al estar cerca... La madre superiora estaba frente a ella.
–Hija, ¿qué haces tan de noche aquí afuera, y sola? –su voz fue suave, no parecía estar exaltada.
–¡oh, madre!, es que el cielo esta tan hermoso, que, no pude dejar de contemplarlo y... –su mirada se iluminó al voltear hacia las luces del firmamento.
–Extrañas, ¿verdad? –la madre parecía tener mucha experiencia en ese tipo de conversaciones; Grachiela se sobresaltó y temió en contestar la verdad.
–Es, es sólo que, que me estoy acostumbrando a esto y bueno, no es así de fácil, usted sabe; pero no es que extrañe.
–Mentir es pecar, y puedes sincerarte conmigo, dime lo que tu espíritu necesita.
–Dispense usted, nunca quise mentir, pero intento ser fuerte día con día y no por que una noche me siento...
–¿Sola?...
–Si, sola.
–Aún estas a tiempo. –Los ojos de Grachiela se llenaron de lagrimas, pero hacían lo posible por retenerlas, que no se derramaran frente a ella.
–pero... –la madre la interrumpió con un sonido emitido para silenciarla.
–recuerda sólo esto: El verdadero amor a Dios es seguirlo con el corazón y el corazón no miente, es decir, sin mentiras; ser sinceros por los caminos que sigamos y si la verdad es que nos equivocamos podemos volver a empezar en otro lado.
Dirígete a donde pertenezcas y nada mas.
–pero, ¿cómo saber a dónde pertenezco?
–hija, si al cerrar tus ojos ves una imagen y esa imagen la sientes fuertemente; si es un lugar, si es una persona u otra cosa; es entonces a donde perteneces y no será un tropiezo irte de aquí, si permites que Dios vaya contigo. ¿Comprendes lo que digo? –La imagen que se formó fue un sitió; era un parque, uno grande, con un caminito para que dos personas corrieran juntas, unas banquitas blancas para que esas dos personas descansaran al final del recorrido, una fuente enorme con una mujer desnuda tocando el arpa. –¿Me oyes? –La voz se formó como un eco, hasta que regresó a la realidad. –Hija, qué si me escuchas.
–¡Si!, ¡si!. Es que estaba en...
–En otro sitio ¿verdad?.
–Si.
–¿qué imagen tuviste?, ¿fue algo hermoso, verdad?.lo veo en tus ojos
–fue algo extraño, un lugar; ¿por qué ése sitio a de ser mi destino?
–Hija, por mas absurdo que se parezca, esa es tu realidad, no te prives de eso.
–pero ni siquiera se donde esta ese sitio –La Madre sonreía con un gesto de empatía.
–eso es lo mas interesante, que para gozar algo, ay que buscarlo. Dios es bueno, pero posee la inteligencia mas poderosa que puedas imaginar, el no permitiría que lo que mas desearas lo tuvieras tan de repente que no lo llegaras a valorar; ¡busca hija! y si el sitio no es este; mañana mismo las puertas se abren para que vueles libre.
–pero, algo me duele aquí –Se tocó el pecho y reveló un dolor intenso en su rostro, su voz se cortaba en cada palabra que pronunciaba.
–Si, comprendo, pero dolerá mas si te permaneces mas tiempo.
–¡Gracias por estas palabras! –Grachiela se tapó el rostro para poder llorar y la Madre se hincó para después abrazarla apaciblemente.
–Diré que te ayuden a preparar tu equipaje cuando así lo dispongas. ¿te parece mejor? –El sollozo trataba de no salir del todo, pero acrecentó al escuchar esa pregunta.


Capítulo 21



–¿Puedo entrar? –Janella tocó la puerta.
–¿Janella? –Josué reconoció la voz, estaba sólo en su oficina, leyendo el periódico nacional, colocó el periódico en su escritorio...
–¿Interrumpí algo importante puedo venir mas tarde si es necesario. –El embeleso era enorme.
–¡No!, pasa por favor; leía el periódico nada mas
–voy a ser breve y trataré de ser lo mas clara posible. –Josué comenzó a sentir algo de perturbación en el ambiente, entrelazó sus dedos formando un triángulo.
–Pero, por favor, ¡dilo, que me asustas!, ¿pasa algo malo?
–si, algo terriblemente malo
–escucha, quiero que esto parezca una confesión, pero no precisamente religiosa
–no entiendo, ¿a que te refieres?
–¡mírame a los ojos!. –Le ordenó, se inclinó hacia él, Janella lucía completamente hermosa, no provocativa, esta vez solo llamaba la atención su cabello ondulado, sus ojos cristalinos y sus labios jugosos. Josué estaba algo confundido por la petición, pero, la miró fijamente a los ojos.
–¿Verdad que logras ver tu reflejo? –Josué no sabía cual era la respuesta correcta, hasta que logró verse en los ojos de la chica.
–Si.
–¿verdad que es un reflejo divino?, no respondas a eso, sólo escucha;
–pero...
–por favor, escúchame y mira mis ojos –Janella comenzó a temblar y Josué se echó para atrás, recargándose en su asiento, mirándola confundido.
–confieso que amo a un hombre.
–¿De verdad? ¿Pero que tiene eso de terrible? Al contrario que bendición que ayas encontrado por fin a un hombre a quien amar. –Janella agachó la cabeza e intentaba cubrirse con las manos. –¡Ahora soy yo el que te pido que veas mis ojos!, y que me digas ¿qué logras ver?. –Janella levantó poco a poco la cabeza y después miró a Josué, y quiso responder: “al hombre mas maravilloso que he conocido”,pero prefirió el silencio. –contéstame; ¿qué ves?, ¿no logras verte?, tienes demasiado brillo. Apuesto que el hombre que amas, te ama también.–el suelo parecía temblar, y el mundo dio varias vueltas en la cabeza de la chica.
–¿apuestas por eso?. No sabes lo que dices. –la tristeza se apoderó de ella y no pudo evitar poner la cara mas larga que Josué le haya conocido.
–¡No, niña! ¡no llores! ¡mírate!, ¡eres tan hermosa!
–¿de verdad lo crees? –preguntó volviendo la mirada hacia el, sintiendo sus latidos por todo el cuerpo.
–Pero, ¿que pregunta es esa?, ¡claro que si!. –Janella no sabía si reír o llorar.
–ese hombre que amo, no lo sabe, no tiene la menor sospecha que es él.
–pero, ¿cómo?, ¿por que no lo sabe?, no crees que todo será más sencillo si le confiesas, o le demuestras lo que sientes? –se formó un silencio
–¿más fácil?, no lo creo, pero, si pienso decírselo.
–¿Si?; ¡que bien!, él merece saber lo que sientes, tiene el derecho a conocer lo que dice tu corazón, tal vez también desee lo mismo que tu, ¿no crees así? –tal vez no era el mejor momento para soltarlo todo.
–Tal vez tengan algo de razón tus palabras.
–¿vaya que necesitas un empujoncito!, hija, en estos tiempos, no sólo el varón busca su destino, la mujer también lo hace; ya no es la que espera en su casa para ser desposada de aquel que pague mas; el amor a evolucionado, has uso de esta tecnología
.
–¿qué pensaría usted, si le digo que ese hombre es el hombre mas deseado del pueblo? ¡Ah! Y que él parece no saberlo, ¿qué pasaría por su mente si le cuento que me vuelve loca desde la primera vez que lo vi?, ¿qué opina si se entera usted que lo deseo tanto que sé que es el pecado mas grande que yo haya podido cometer?.
–es algo extraño lo que me dices, pero, no te compliques y dile la verdad.
–¿este va ser el consejo? ¿qué lo busque y le diga mis sentimientos? –Josué la miró con reserva y contuvo la respiración un buen rato.
–haz lo que tu corazón te diga...Pero, ¿qué quieres decir con eso del pecado mas grande que has cometido? –se quedó muda y pensó en encontrar algo mas que decir para cambiar el rumbo de la conversación. –¿No vas a contestar?
–Si, en verdad creo que esto no tiene solución.
–¿cómo? –preguntó algo alarmado
–creo que debo irme, huir y que él nunca lo sepa, así podremos vivir tranquilos los dos; o tan siquiera él.
–Creo que sí lo amas, piensas sacrificar tu sentimiento por... por no se que cosa; dime: ¿por qué no puedes ser más clara? –el color rojo fue pintando el rostro de Janella. –creo en tu mirada, en lo que sale de tus labios, pienso que estas verdaderamente enamorada; es más nunca había venido a confesarse conmigo una mujer tan llena de sentimientos parecidos a los tuyos; por lo que, ¡te felicito!; Dios te mira desde el cielo y te recompensará. –Janella pensaba muy dentro de si: ¡Ya lo hice blasfemar!
–¡¿no sigas mas!
–¿perdona?
–contesta a esto de una vez por todas: ¿crees entonces, que estoy perdidamente enamorada de ese hombre?
–Si –contestó mirándola con rareza.
–¿piensas que el amor es lo mas importante en la vida?
–¡pero por supuesto que si!
–una última pregunta Josué. ¿si tu no fueras Sacerdote, te enamorarías de alguien como yo? –Josué sintió como su cuerpo tembló, y la mirada se hizo borrosa, frunció el seño, y por un buen rato no hallaba que contestar.
Janella sólo sintió como se empezaba a despegar de la tierra, estaba flotando y todo le daba vueltas, Josué no contestaba y ...
–¿si yo no fuera....? Si. –el sonido de un Si, retumbó en los oídos de Janella, pero, de que serviría si... –¿pero de que te sirve saber si... yo te amaría, si al que amas no es a....? –Janella interrumpió, antes de que terminara de decirlo.
–¿y que pasaría si yo te dijera que a quien amo como una loca es al hombre que esta frente a mi, al que la sotana asfixia, al dueño de esos labios carnosos, a esa barba recortada que te adorna bellamente; a ti, que hueles a hierba fresca, a tu corazón noble que perdona todo, a tu voz varonil que me produce vibraciones ocultas; que me recuerdas las imágenes más bellas del campo, montado en tu caballo, ofreciendo alimentos a los pobres, rezando en silencio, estirando tu mano para que puedan besarla mil viejas bribonas que desean sentir esa piel; mi pecado es grande ¿verdad?, me vuelve loca tu sonrisa y deseo fervientemente palparte y hacerte sentir como jamás nadie te haya hecho sentir; ¡soy tan mala! ¿verdad que si?; merezco que me corras y me excomulgues, lo sé... Pero ya no puedo más. –la voz se comenzó a escuchar gangosa por el llanto, sudaba por todos lados; y se sentía tan mareada que ...
–¡Janella! –Janella se desvaneció en el sillón donde estaba, su cuerpo parecía tan frágil ahora. Josué se levantó para ayudarle, acomodó su cuerpo en el asiento, logrando que la cabeza no estuviera en una mala posición, corrió hacia el baño y encontró en el anaquel un poco de alcohol, pero no había algodón, puso en sus manos alcohol y comenzó a tocarle el área de la nariz, le quitó los zapatos y ... –¡Janella! ¿estas mejor? –el corazón de Josué corría tan rápido, pero sin dirección. La chica empezó a abrir los ojos y vio luces de colores y después empezó a verse claramente el rostro de un hombre muy cerca de ella y ese hombre le sobaba los brazos.
–¿Josué? –su voz empezaba a recuperar forma.–¿ya sabes todo, verdad? –Josué asintió tiernamente.
–cálmate, por favor, sólo espera un poco.
–¡no puedo!, necesito oír tu respuesta; tu apostaste que él me amaría igual a mi. ¡que mal estabas! –algo oprimía a Josué.
–Debes odiarme por todo esto ¿verdad?
–imposible odiar a alguien que me ama. –Josué la miraba mandándole señales de sosiego; pero éstas no daban efecto.
–pero te es imposible amarme también, ¿o, no?
–Nada es imposible, pero para Dios
–¡ya te hice blasfemar de nuevo! –Josué sintió ganas de reír y no lo pudo evitar.
–¿de qué te ríes? ¡No estoy jugando!. –Josué no escuchó muy bien y la miró a los ojos de una forma diferente.
–¡que bella eres!
–¡No juegues conmigo! –le dijo alzando la voz, algo molesta.
–pero, no estoy jugando... Perdón, si lo sentiste así.
–¿y, que va pasar conmigo ahora? ¿me vas a alejar de aquí? Haz lo que sea necesario; ya cumplí con tu recomendación, el hombre que amo sabe que lo amo.
–Debemos hablar de esto mas calmadamente, este momento ya no es el correcto para... –Josué no encontraba las palabras y comenzó a tartamudear.
–¿Estas... nervioso? ¿crees que puedo luchar por el amor? ¿sin importar lo que me cueste?
–lucha por lo que quieras hasta que ya no puedas mas. –Apenas y pudo completar lo que dijo; estaba tan nervioso que la chica lo notó; la reina de la seducción las sabía de todas a todas; pero ahora era diferente; ya no sólo quería acostarse con él.
–¿qué luche por lo que más deseo en mi vida? Significa que me estás diciendo que luche por ti. ¿o, me equivoco? –Josué se sentía atorado, en un aprieto, pero algo le hacía contestar sin pensar tanto.
–No, no te equivocas.–el aire comenzó a ser insuficiente. Janella ya recuperada del desmayo; muy pero muy sutilmente se fue acercando a él, hasta que se detuvo y volteó hacia la puerta; estaba abierta; fue directo hacia ella y la cerró, puso el cerrojo. Y miró hacia la amplia ventana y se percató que no habían persianas; volteó a verlo de nuevo y el rostro decía estar asustado y el cuerpo estaba derrumbado en su asiento, pero tan tenso que la vena de la cien se alteró tanto que se mostraba inocentemente. El silencio era el Rey del lugar.
La bella Janella se acercó más rápidamente hacia el y se hincó hasta quedar a la altura de su pecho, por lo cual Janella se levantó mas, hasta quedar cara a cara, tan cerca que los alientos se compartieron; Josué sintió las ganas de tocarla y besarla y ... Janella sintió como las manos de Josué le acariciaron los brazos ansiosa y salvajemente; lo que provocó que llevara su cabeza hacia atrás; desabotonó su blusa; hasta dejar ver un poco sus senos lo cual provocó una excitación implacable; Janella se sentó sobre él y sintió que Josué estaba completamente dispuesto a acostarse con ella. Las caricias pasaban de ser salvajes a completamente imposibles de evitar; las mentes ya no pensaban mucho; pero, su labios aún no se encontraban. Estaban a punto de chocar y convertir esas dos bocas en una y ...
–Toc, toc, toc. –La puerta sonó; Janella saltó, abotonó su blusa, limpió un poco el sudor de su rostro y su pecho; Josué miró la parte del cierre del pantalón y sabía que no podía abrir la puerta; buscó la sotana, pero era demasiado perverso ponérsela bajo esas condiciones. Ella se acercó a él y limpió el sudor de su frente con sus propias manos y Josué le besó los labios de una forma inesperada; el beso mas fugaz, pero mas necesario del mundo; el ambiente se tranquilizó por un segundo, pero, los nervios crecían fuertemente.
–¡toc, toc! –sonó insistentemente la puerta
–abre la puerta mi vida, no pasa nada. –Josué no pudo creer lo que escuchó, una chica diciéndole: Mi vida.
Ahora era la vida de alguien, según parecía; pero, lo más grave era que eso no le molestó.
–Si, ¡allá voy! –al abrir la puerta se encontró con uno de los jardineros. –¿Si, dígame?
–¡Padre! Perdone que lo interrumpa, pero una señora quiere verle, ¿le digo que está usted ocupado o la hago pasar? –Josué intentó pensarlo, pero contesto rápido.
–¡hazla pasar!.
–Como usted mande. –Josué volteó instintivamente a ver a Janella y le indicó con la mirada que podía quedarse.
–¡Padre! ¡que bueno que por fin lo veo! –la señora se acercaba a los cuarenta y tantos años; vestía ostentosamente; miró a Josué de forma extasiada, lo cual produjo que Janella se llenara de cólera; por primera vez Josué descubrió que las mujeres “pelaban por él”.
–tome asiento por favor señora Cleo –Janella permanecía parada, pero ahora con los brazos cruzados.
La señora Cleo miró a Janella tratando de decir que la platica la prefería a solas.
–Señora, con libertad diga lo que sea, aquí la señorita es de mi total confianza.
–De acuerdo, pero que quedé claro que es un asunto muy personal. –Janella apretó los labios enojada; la señora esa no soltaba la mano de Josué.
–¿y, bien...?
La señora se aventó un discurso de mas de diez minutos y Janella por dentro cada vez mas sentía como la pasión por él no le permitía caminar hacia ninguna dirección mas que hacia él.
Josué trataba de poner atención al dialogo de la señora pero volteaba por segundos a ver a la joven que ya había encontrado un nuevo sitio; se sentó en otro sillón que se situaba atrás de la señora, cerca de la puerta del baño; desde ese lugar no dejaba de verlo, mas que para pensar en él.
–¿entonces me va ayudar?
–¿perdón?
–que si... ¿me va a ayudar?
–¡Ah! Si, claro. Ahora vaya tranquila que yo me comunico de vuelta con usted. –Josué se levantó para presionar a la señora a retirarse, lo mismo hizo Janella; le abrió la puerta y esperó ansiosa a estar a solas otra vez con él.
–¡Gracias por todo! –Tomó la manó del Sacerdote y la beso muchas veces.
–¡adiós! –dijo Janella levantando la voz
–¡si, si!

La intimidad llegó otra vez y Janella no podía esperar mas para volver a tenerlo cerca.
–Josué... –él se acercó y colocó su dedo índice en la boca ya despintada y le sugirió no decir nada.
Josué se acercó más a ella y Janella se mantuvo firme; la tomó de las manos y ...
–Repite por favor lo que sientes por mi. –En verdad ninguna mujer le había dicho tantas cosas tan bellas y profundas. Janella sintió un nudo que le impedía hablar, si pronunciaba palabra lloraría, y no quería llorar en ese momento.
–te... –el llanto quería salirse de su encierro. –te amo con todo mi corazón.–Josué no sabía si sonreír o besarla o abrazarla. La abrazó.
–¿qué puedo hacer?
–yo no te pido nada –ya controlando sus emociones pudo hablar. –solo sigo tu consejo; lucho por ti, hasta que tu me pidas lo contrario.
–pero...
–¿pero que?
–...
–¿sientes tu, algo por mi? –era una pregunta peligrosa.
–¡Si!
–¿cómo? –La respuesta inundó su rostro.
–pero ya no puedo decir más, debo estar sólo, esto es una locura; nunca me había sucedido.
–por favor, sólo no hagas nada que no quieras hacer; si deseas hablarme, háblame, si deseas tocarme, hazlo, si quieres no verme, por que en verdad ya no lo quieres así, nunca más me verás.
–Esto es insano; pero, esta bien, te haré caso ahora yo en esto. –la felicidad tocó a Janella, era una esperanza, aunque muy pequeña, pero era una oportunidad.
–¡déjame sólo, por favor!. –Janella entendía lo que pasaba y tomó su bolso, se acercó a el y lo besó en la mejilla lentamente.
–esperaré a mañana, ¿mañana podrás atenderme?
–mañana tengo... tengo misiones que... Si, si puedo verte. –Janella plantada en la puerta volteó de reojo y susurro:
–que bueno que sigues a tu corazón. –Josué no logró levantar la cabeza después de oír eso.




Capítulo 22



–¡Estoy tan triste Leonardo!, con frecuencia pienso que fue un error el haberla traído hasta acá, ahora ni siquiera está con nosotros y es peor a que aya tenido encuentros con algún contenido de ansiedad. Me siento tan mala madre en haberle disfrazado su vida y ...
–¡tranquila!, que no logras nada castigándote sola; ¡claro que no fue la mejor decisión y ahora lo entiendo mas claro, pero nunca nos perdonará la mentira, no odiará; en la vida comprenderá que lo hicimos por amor desmedido.
–¡nos equivocamos!
–y... ¿que piensas hacer mujer?
–¡nada!, ¡nunca deberá saber la verdad!, ¿me oíste?, ¡jamás! –se miraron y guardaron silencio por el resto de la noche.




En la oficina de la Madre Superiora...
–¡Grachiela!, ¡que gusto!
–quisiera decir igual, pero no puedo.
–¡hija!, ¿que te pasa?
–¿recuerda aquella conversación que tuvimos anoche, verdad? –la Madre reconoció ese tipo de mirada y actitud.
–¿ya te vas?, ¿verdad? –le obsequió una sonrisa franca
–¡pero...! ¡es tan duro!, ¿qué haré ahora?
–ya hablamos de eso niña, sería perder tiempo, ¡y vaya que no sabemos cuanto nos queda!, ve por eso que te hace falta, este no es el sitio; es mas, ¡ te lo ordeno! –Grachiela se sobresaltó al escuchar eso último.
–Es broma, querida; hasta una monja tiene su sentido del humor; hoy mismo si es necesario para evitar arrepentimientos, puedes ir a casa, en casa tienes quien te espera, o ¿me equivoco?
–no, esta usted en lo correcto, mi familia me debe extrañar muchísimo.
–¡anda! Y ¡que Dios te acompañe!


El día apenas empezaba y el cielo estaba oscuro, el invierno convertía al pueblo en una pintura muy distinta a la que los turistas conocían; esa noche quizá Grachiela estaría oliendo su almohada, y tocando las manos de su gente, abrazándolos fuertemente; contándoles tantas cosas y ocultando una que otra situación. Era cómo si esa mujer volviera a nacer, regresar al seno materno, al calor con el que de niña la dormían en brazos.
Empezar otra vez y buscar eso que... Ese parque enorme, y esos ojos verdes.
Era un juego extraño, un rompecabezas de mil piezas enfrente de un principiante.

Las maletas estaban hechas, solo dos pequeñas valijas situadas al lado de la puerta de una habitación sombría. Grachiela llevaba puesto el uniforme negro y encima un abrigo que la cubría casi por completo, un sombrero que le obsequió su compañera Yoli, aquella que casi nunca emitía sonido alguno, le regaló ese costoso sombrero negro que parecía de aquellos que las damas de alto linaje utilizaban; mas aún no era el momento, el reloj sonaba y mostró que ya pronto serían las seis de la tarde. En la calle esperaba un carruaje muy bello, de seguro aquel llevó por mucho tiempo a gentes de una época antigua; Grachiela viajaría un par de horas o mas en él.
–¡Hija!, olvidé decirte que... podías llamar a tu familia, para platicarles que...
–¡No!, prefiero darles la sorpresa. –La madre Superiora alzó los hombros indicando que no se metería en una decisión así. –pero gracias de todos modos. Gracias por tantas atenciones, jamás lo olvidaré.
El montón de muchachas veían cómo la primera que decidió marcharse subía al carruaje, levantaban las manos para desearle un buen viaje y más que eso una vida gratificante.
Grachiela arriba del vehículo volteó a verlas, estaban todas unidas; fue un regalo que no se imaginó; los ojos se le llenaron de lágrimas, pero decidió no llorar y guardar todo ese sentimiento para su llegada a casa.






Capítulo 23



El trayecto fue largo, no tanto por la distancia, realmente se hacían un par de horas aproximadamente, también se tardaron ya que el clima comenzó a dar problemas, la lluvia empezó a caer, primero era una brisa que se formó cada vez mas constante, después la lluvia caía casi violentamente y sin parar, llenando así de lodo muchos caminos, formando charcos cada vez mas grandes, el carruaje iba lentamente para evitar cualquier accidente; Grachiela veía el paisaje sombrío, era extraordinario para ser fotografiado, se veían las cicatrices que formaban los relámpagos.
Grachiela comenzó a reconocer el camino, lo que indicaba que estaba cerca de su hogar.
–Señorita, ya vamos a llegar. –Grachiela se mantuvo en silencio por un momento.
–Si, lo sé. –la casa se veía cada vez mas claramente y la angustia de la chica crecía cada centímetro que avanzaba.
–¡llegamos!, yo le ayudaré a bajar sus maletas; ¡usted tome este paraguas y camine con cuidado hasta la puerta! –tomó el paraguas negro, trató de levantar lo que arrastraba de su ropa, pero fue inútil, se mojaron rápidamente sus pies.
Llegó hasta donde estaba la puerta principal, cerró el paraguas y se decidió a tocar; el señor que dirigía la carroza llegó con el equipaje y esperó atrás de ella. Hizo sonar el timbre y empezó a tocar la puerta desesperadamente, por que la lluvia y el viento estaban incomodando demasiado.
Dentro de la casa estaba Vica viendo el televisor, Leonardo preparando algo de cenar, Chelina estaba a punto de retirarse a su habitación, Salomé estaba en su cuarto acomodando a Vicentillo para dormir, Mauricio en su cuarto y quien abrió la puerta fue...
Goldbert abrió la puerta, al ver quien estaba enfrente, no logró reaccionar de otra forma mas que emitiendo sonidos extraños de emoción, después comenzó a gritar sin que se entendiera el mensaje, Grachiela estaba extasiada en ver la primera reacción, mas no sabía que hacer, Goldbert logró gritar algo que hizo que todos comprendieran el alboroto.
–¡Elisa! –El silencio fue aterrador, Vica saltó del sillón y Leonardo salió de la cocina para ver que pasaba, se miraron turbados, Chelina se asomó corriendo a la puerta y miró a Grachiela.
–¡Grachiela!, ¡mi niña!, ¿qué haces aquí?, ¡corran, todos vengan!
–¡corran! –de pronto la familia entera estaba ahí, amotinada en la entrada, viéndola, cubierta de tantas telas negras.
–Vica casi se desmayó, Leonardo se quitó el delantal y limpió sus manos en él; Mauricio reaccionó, corrió a donde estaba ella y la hizo pasar, tomó las maletas que cargaba el Señor y sacó un billete grande, lo extendió, pero el Señor no lo aceptó, se dio la media vuelta y se fue corriendo al carruaje.
–¡Gracias! –gritó Mauricio. –¡gracias por traerla! –Todo era taciturno, el mutismo se apoderó de todos, Leonardo corrió a abrazarla y lloró de la emoción junto con Vica, se formó un abrazo de tres y después de cuatro; hasta que permitieron que Grachi se sentara en el sillón, el sombrero que llevaba puesto quedó en el piso olvidado.
–¡Hija es maravilloso lo que está sucediendo!,pero, ¿cómo es que estas aquí? –preguntó Leonardo.
–¡papá!, es largo de explicar, ahora solo los quiero ver, y abrazar a todos –no podía creer lo que estaba pasando, nadie lo creía.
Vica sonreía viendo al mejor regalo que había recibido en su vida.
–una pregunta hermana, ¿verdad que ya no vas a ser Monja? –Todos centraron la atención a lo que respondería. Grachiela sonreía y tomó la mano de Chelina, volteó a ver a Golbert, y...
–Salomé, ¿dónde está? –en eso Salomé miró a Grachiela y sintió mareos tan fuertes que todos vieron que se iba a desmayar, Mauricio corrió rápidamente, tanto que la adrenalina subió como nunca, la abrazó y sintió como su cuerpo se desvanecía, la tomó en sus brazos para colocarla en el sillón que estaba enfrente del que estaba sentada Grachi. Después de un par de minutos, Salomé despertó y lentamente empezó a recordar que Grachiela estaba frente a ella, la miró y Grachi se acercó a Salomé...
–¿Estás bien?, ¡tráiganle un refresco, por favor!
–Si estoy bien, pero, que sorpresa tan bonita verte aquí. –Salomé regaló una sonrisa que nunca antes pudo haber visto, sus dientes relucían de blancos y sus mejillas se veían mas lindas. Mauricio no se apartaba de ella y le acariciaba la cabeza.
–Estoy tan feliz de estar aquí, como jamás he estado en mi vida.
–pero, no me contestaste, ¡dime que es verdad!, que no vas a ser Monja. –Era el momento que todos esperaban y Grachiela se levantó del sillón donde estaba y miró a todos rápidamente.
–Si, es verdad que...
–¿qué cosa es verdad?
–no quiero ser Monja y no lo seré. –Todos formaron una expresión de felicidad, se escucharon unos cuantos aplausos y comenzaron a abrazarla, parecían felicitaciones, como si cumpliera años. –los amo, los amo a todos.

–hija, ¿qué te impulsó a regresar? –preguntó Leonardo; era una buena pregunta, todos estaban interesados en escuchar cada palabra.
–¡ay padre!, mira, sucede que descubrí que no deseo realmente pasar mi vida encerrada y... Quiero viajar, encontrar lo que realmente deseo, la Madre Superiora me ayudó a darme cuenta y sé que mis deseos son otros y ya no quiero mentirme a mi misma; incluso me pasó algo extraño en los últimos días, pienso mucho en un lugar, un parque; sé que suena trivial y algo absurdo, pero en mi vida recuerdo haber estado en un sitio así, un parque enorme, con un caminito por donde la gente puede correr y andar en bicicleta, en verdad no es uno como cualquier otro, es... demasiado grande, las flores moradas, rojas, amarillas, y...
–¿y que? –preguntó Vica espantada.
–y unos ojos verdes; si, ya se que también es raro, pero esos pensamientos me invaden cuando estoy sola, y siento deseos de saber más,; tal vez sea que esté recordando algún detalle, ya saben de mi pasado; ¡pero que extraño!, no recuerdo que ustedes me hayan contado algo así.
Los corazones de todos latían tan de prisa que...
–¿qué les pasa?, ¿por qué ponen esas caras? –prefirieron no contestar esa pregunta.
–Esta bien creo que no tiene caso seguir hablando de esto.
–¡Sí!, ¿ya cenaste hija?, tu padre guisaba la cena, ¿ya esta verdad Leo?
–Sí, vayamos a cenar, todos juntos. –contestó Leonardo
–Pondré la mesa y ayudaré a servir
–Chelina, ¡yo te ayudo!
–¡No!, ¡tu no! –gritó Mauricio y todos voltearon asombrados de la preocupación que delató ese grito.
–¿No ven que se desmayo?, creo que será mejor que vaya a recostarse y...
–Si, yo también pienso así, hija ve a tu recamara, alguno de nosotros te llevará la cena. –al Vica decir esto, el asombro que provocó la angustia de Mauricio por Salomé disminuyó; sin embargo, Grachiela notó algo extraño en él.

Mauricio miró como Salomé se ponía difícilmente de pie y caminó como si aún estuviera algo mareada, sintió unos deseos enormes por ayudarla a ir a su recámara, pero, lo detuvo el miedo de que la familia descubriera sus sentimientos hacia ella.
Salomé fue caminando lentamente hacia su cuarto, cuando todos estaban en el comedor Mauricio se decidió a alcanzarla.
–¡Mi vida!, ¿estas bien? –le pregunto casi en secreto. Salomé se asustó un poco de verlo, pero al escuchar como Mauricio le hablaba sintió una emoción muy, pero muy grata.
–¡Mauricio!, gracias por preocuparte por... –Mauricio la interrumpió colocándole un dedo en los labios como símbolo de pedirle silencio.
–No tienes que agradecerme nada, por que yo...
–tu...
–yo...
–¡Mauricio ven a...! –Grachiela los miró caminado juntos por el pasillo y se detuvo al ver que Mauricio tomaba de la mano a Salomé.
Salomé se asustó tanto que quedó inmóvil y Mauricio apretó inconscientemente la mano de su chica.
Mauricio intentó reparar y ...
–No, nada, sólo quería decirte que la comida está servida. –cada palabra la pronunció entrecortada y con un nerviosismo evidente. –¡Hasta mañana Salomé!, que te repongas. –Grachiela se fue hacia la cocina y la pareja quedó conmocionada.
–Será mejor que te vayas, yo me iré sola.
–¡No!, no pienso dejarte sola nunca, ¿me oíste?, ¡nunca!
–pero...
–Nada de peros y sigue caminando. –Salomé se percató que Mauricio nunca soltó su mano; entrelazaron los dedos y llegaron hasta la reducida habitación de Salomé.
–Te traeré de cenar yo mismo
–¡no!, tu no, ¡por lo que más quieras!.
–pero...
–Tu pusiste las reglas: ¡nada de peros!.
–Salomé, te amo. –La joven inspiró y sintió como se estremecía,, le acarició el rostro y deseó besarlo mas que nunca; ¡pero no!
–!ya vete, te están esperando! –se mordió los labios y dio un paso dentro de su cuarto, el quedó al borde de la puerta.
–¡quiero que seas mi mujer! –¿era una petición o...?
–¿cómo dices?
–lo que escuchaste, ¡cásate conmigo!, es verdad lo que te digo; te deseo mas que a nada y a nadie en el mundo y eres la mujer mas espectacular, hermosa, sincera, honrada, valiente y... Salvaje que he conocido y...No me interesa que transcurra después que todos se enteren. –Salomé sintió como el temblor dominó de su cuerpo.
–No me contestes ahora, pero mañana estaré aquí para escuchar lo que me diga tu corazón.
–Eres indescriptible Mauricio, eres...
–¡Soy tuyo!, a partir del momento en que me permitiste verte profundamente.
–pero, vas a ser padre y...
–te prometo que ese hijo no es mío y prometo que...
–No prometas nada que no vayas a cumplir por favor
–Tienes razón, lo único que te puedo prometer entonces es que en este momento te amo como jamás he amado. –Mauricio se acercó y quiso besarle los labios pero faltando sólo unos centímetros tomó su mano y la beso; se dio media vuelta y comenzó a trotar con dirección a la cocina.
Salomé quedó atónita y de pronto sintió un asco enorme que la llevó directo al pequeño baño que estaba en su habitación


Parecía que todos habían olvidado a Malenna, la chica observaba como Grachiela disfrutaba ese momento con todos.
Malenna siempre había atendido a Grachiela, pero había sido relegada desde el cambio de vida, sus ocupaciones se limitaban a la jardinería y a quehaceres domésticos; Malenna sufría la mentira, y vivía tristemente en ese hogar; con las únicas personas que podía comunicar su dolor era con Chelina y Goldbert, Elisa fue su amiga hasta que llegó Grachiela.
Grachiela miró a Malenna y sintió algo extraño, vió en su mirada ternura y dolor; de pronto una imagen se le vino a la cabeza: eran dos niñas jugando; una imagen incoherente, pero emocional.
Malenna sintió en ese momento una conexión como la que antes tenían, pero de pronto se desvaneció, los pensamientos de Grachiela ya eran otros.

Compartieron la cena y al final hicieron una oración por la bendición de tenerla en casa nuevamente.

“Siento que mi vida está incompleta, pero veo pedazos de un camino que me jala hacia él.”
Capítulo 24



Alguien tocó a la puerta de Salomé, era de mañana; se puso de pie y sintió de nuevo los mareos, caminó hacia la puerta y...
–hola, soy yo
–Señorita Gra...
–dime Grachiela nada mas, ¿quieres?
–si.
–¿qué te pasa?, ¿te sientes bien? –En eso la cubana cayó al suelo.
–¡Ayuda!, ¡alguien!, ¡Salomé se desmayó! –la mujer yacía en el suelo. –¡Chelina, Goldbert, mamá! –Grachiela estaba con la angustia atravesada en el alma; se agachó para sostenerle la cabeza.
–¿Pero que...? ¡Salomé!, un hombre, por favor, que nos ayude a...
–Madre, vamos a levantarla con cuidado hasta la cama
–de acuerdo hija –la colocaron difícilmente en su lecho y corriendo venía Mauricio.
–¡Salome!, ¿qué te pasó? –se dirigía a ella como si lo escuchara.
–Hijo esta desmayada, trae alcohol y ... –Mauricio fue corriendo por lo que su madre le pedía. Vica y Grachiela se miraron y entendieron lo que estaba sucediendo.

–¿Lo viste mamá?, ¿te fijaste cómo se puso? –Grachiela no pudo evitar esbozar una sonrisa.
–¿pero de que te ríes?, esto es serio, tu hermano está...
–¡aquí está lo que me pediste! –Mauricio no dejaba de verla y deseaba abrazarla pero se contuvo. –¿Hablo al Doctor? –madre e hija se volvieron a mirar con complicidad, pero de lo nervioso, Mauricio ni se percató.
–si mamá, creo que Mauricio tiene razón, habrá que hablarle al médico.

–¡El médico está aquí! –Gritó Chelina.
–¡que pasé! –Vica estaba al lado de la Cubana..
–hola, ¿cómo esta la enfermita? –Mauricio se colocó detrás del Doctor; Salomé estaba despierta ya, mirando cómo todos se preocupaban por ella, miraba a Mauricio y recordaba lo que en la noche anterior le confesó. – Bien, necesitaré que salgan todos, debo examinar a la paciente.


El chequeo duró unos minutos.
–¡Hija, esto es tan sencillo!, ¿ese niño es tuyo?
–Sí. –Contestó con orgullo y amor. –Duerme como un ángel ¿verdad?
–Efectivamente, como un ángel; espero que te gusten los ángeles.
–¿perdón?
–je je, si; tu problema es ocasionado por un ángel, por otro ángel.
–¡no!, no le entiendo Doctor.
–¿No será que no me quieres entender?
–¡hable claro!, por favor.
–es un bebé hija, ¡felicidades!, vas a ser madre otra vez. –todo le dio vueltas una vez más.
–estos mareos son normales; pero, de todos modos te haré exámenes en mi consultorio, el bebé debe tener un mes y un poco mas. Y bien, ¡el padre del bebe debe saberlo! –el Doctor sonreía dulcemente. –bueno, ¡a darles la noticia a los preocupados allá afuera!
–¡no!, de ninguna manera.
–¡pero...!
–deberá ser mi secreto hasta que...
–tu lo decides, pero qué les voy a decir, ¡no mentiré hija.!
–diga parte de la verdad, diga que me va a examinar mañana. ¿de acuerdo?
–de acuerdo, es tu decisión. –el Doctor se preparó para irse, salió de la habitación y Vica empezó a cuestionar.

–No debe moverse mucho, que guarde reposo hasta que se sienta mejor, no es nada malo, por lo cual, deben estar tranquilos, mañana la examinaré con calma.
–¡yo la llevo! –dijo Mauricio consternado.
–Me parece bien que un hombre fuerte ayude a la muchacha, tal vez esté mareada también mañana y necesite tus cuidados.
–Si, yo me encargaré. –estaba confirmado Mauricio estaba loco por ella.
–bien Mauricio gracias por ayudarla. –Su madre al terminar de decirle esto se retiró apresurada hacia la puerta para despedir al Doctor; sin embargo Grachiela esperó estar sola con él.
–te gusta ¿verdad? –Mauricio olvidó respirar cuando escuchó la pregunta por parte de su hermana.
–¿qué dices?
–ay, está sordito mi hermanito; ¡te gusta!, ya lo sé, ¿desde cuándo?, bueno, mejor dicho: ¿desde cuándo tienen una relación?
–pero, no, no tenemos una relación. –la voz sonó irregular.
–¡Mentira!, dímelo, no diré nada. A mí, me encanta, es... perfecta para ti. –ese comentario era el que menos esperaba escuchar..
–¿en serio?
–bueno, creo que es una buena mujer y además; nunca te había visto así por una chica.
–¿se me nota?
–ja ja ja ja. Pero por supuesto que se te nota,”yo la llevo, yo la traigo, ¿cómo te sientes?” no puedes ni disimular, pero es bueno, así es el amor, hermano.
–¡Gracias!, de verdad te lo agradezco.
–¿pero que esperabas?, ¿que fuera corriendo a chismearle a mi mamá y a mi papá?, pues debería, por que sería la mejor noticia que pudieran recibir acerca de ti.
–¿hablas en serio?
–por supuesto que hablo en serio; es tu decisión decir tus sentimientos o guardarlos y sufrir por no poder hacer lo que más deseas en la vida.
–¿cómo sabes que es ella lo que...?
–te lo dije, el amor es el amor.
–pero, tu hablas del amor como si estuvieras enamoradísima de alguien, y ese alguien no lo veo. –Grachiela cambió la sonrisa, por una cara seria. –perdón, no quise...
–No te preocupes, tienes razón.
–¿qué crees que deba hacer?
–mmm, la mejor respuesta es que busques lo que más desees, y cuando desees, desees mucho.
–¡Gracias! –Mauricio salió corriendo a la recámara de Salomé.


–¿Se puede?
–pues ya estas adentro, pasa. –Se acercó a ella y se sentó en el borde de la cama, miró a Vicente y el niño jugaba con unos carritos.
–Hijo, puedes ir a jugar al jardín con tío Goldbert.
–¡no!, que se quede, el puede escuchar todo lo que tengo que decir.
–¡hijo!
–si mamá –el niño salió corriendo hacia el jardín.
–¿por que le mandaste que se fuera?, lo que yo tengo que decirte, lo involucra a él también.
–¿qué me quieres decir?
–¡que te amo!, ¡cásate conmigo!
–pero, ¿estas loco? Yo...
–tu eres la mujer de mi vida.
–¿qué te dijo el médico?
–¿para que quieres saber?
–¿cómo que para que?
–nunca lo sabrás, mañana me iré de aquí, ¿oíste?
–¡ahora tú eres la loca!
–como sea, me voy, mañana mismo.
–mañana mismo, yo, te llevaré al Doctor y yo te traeré de regreso, me cueste lo que me cueste.
–no quiero vivir en esta casa, ya no puedo seguir aquí.
–pues...No tienes que vivir aquí si no quieres.
–ya te hartaste de mi ¿verdad?
–no tienes que quedarte, puedes irte, cuando quieras; pero, conmigo, vente conmigo, a donde quieras, escoge el lugar y allá te llevaré.
–¿otra broma?, nunca he hablado tan en serio.
–¡vete de mi cuarto!
–está bien, mañana será un nuevo día. –Mauricio se acercó para besarla en la mejilla, pero, Salomé lo jaló antes de que se fuera, lo acercó tanto que no se contuvieron, se besaron ardientemente.
–Salomé, ¡te deseo tanto!
–¡y yo a ti!
Mauricio se levantó de la cama y fue hacia la puerta, puso el seguro y regresó hacia la cubana; se sentó en la cama y siguió besándola, se quitó la camisa y Salomé comenzó a avivarse cada vez mas; Salomé aún tenía la bata de dormir puesta, y Mauricio no aguantaba las ganas de acostarse con ella y...
Estaban acostados, Salomé estaba debajo de él y de pronto.
–Mauricio –le susurró, cerca al oído. –¡te tengo una sorpresa!
–¿de verás? ¡Dime que es! –le contestó con una sonrisa
–¡yo también te amo!
–¡Gracias!, ¡es la mejor de las sorpresas! –Salomé alzó la ceja
–pues espero que no
–¿cómo dices?
–es que esa no era en realidad la sorpresa
–¿ah, no?
–no.
–¿entonces?
–¡vas a ser papá!
–¿otra vez con eso?, ¿qué no me entendiste que ese niño no es mío? –se levantó y comenzó a ponerse la camisa de nuevo. –pero está bien, si piensas seguir con eso en la mente, sigue; ¡como me metió en problemas esa estúpida!
–¡basta!, ¡cállate! Y... por favor, quítate la camisa de nuevo –parecía una broma, Mauricio no sabía si reírse, quitarse la camisa o las dos cosas.
–como tu mandes, pero, ¡explícate por favor!
–pues yo te aseguro que si vas a ser papá.
–¿sigues, mujer? Yo sólo quiero que sepas que...
–el hijo que vas a tener se va llamar como tú.
–¿pero que montón de sandeces estas diciendo?
–ninguna y, ¡más vale que le des tu apellido al niño!
–¡Jamás! Yo te puedo jurar que...
–¡cállate!, no blasfemes
–pero ya por favor, estábamos tan a gusto acostaditos tu y yo hasta que empezaste a darme... ¿esa era la sorpresita?, ¡vaya sorpresas las tuyas!
–Prométeme que si te demuestro que el niño es tuyo te casarás con la madre del niño.
–pero...
–¿no que estabas seguro?
–Si lo estoy, y te prometo que si el niño del que hablas es mío, me caso con la madre. ¿contenta?
–Si, gracias Mauricio.
–pero ¿qué ganabas con esto?
–Gano tu amor.
–¿pero...? –Mauricio comenzó a confundirse, y Salomé disfrutaba la conversación.
–el hijo que estas esperando... también es mío. –estas palabras entraron a oídos del chico y aún no lograban fundirse con su lógica.
–¿Qué? –preguntó desgarrándose la garganta
–Si, como lo oyes.
–lo que me quieres decir es que... ¡No!, no me digas que, los mareos, y ... es por... ¿Un hijo mío?, ¿y tuyo?, pero esta si es una verdadera sorpresa –Mauricio impulsivamente levantó a Salomé de la cama, la cargó y comenzó a besarla, la colocó en el suelo de nuevo y la abrazó extasiadamente. –Estoy... ¡Gracias!, ¡gracias por esta bendición!, es... Es increíble, ¡voy a ser papá!, y me haces el hombre más feliz del mundo. –Salomé nunca pensó en una reacción así. – y tu, ¿estás feliz?
–¿pero que puedo decirte?
–dime si estas feliz, ¡vamos a ser una familia!, tu, Vicentillo, el bebe y yo.
–¿sinceramente quieres esto?
–¡te lo demostraré! –Salomé se lanzó a sus brazos y...



Malenna estaba limpiando un cuarto en donde se solían llevar las cosas que no servían más, el cuarto de lo que es mejor no ver mas; estaba intentando poner orden en el lugar, vio una caja de madera, mas bien era como un cofre; al tomarlo en sus manos se percató que no necesitaba una llave, estaba abierto; ella no acostumbraba a hurgar las cosas ajenas, pero este cofre lleno de tierra era demasiado tentador. Habían notas, papeles y ... Fotos envueltas en un sobre rojo; Malenna no resistió y comenzó a sacarlas; entre las imágenes estaba una donde la familia estaba en un restaurante muy lujoso de la ciudad en donde vivían, otra foto dejaba ver a Mauricio de niño; una más mostraba a Elisa con Malenna, precisamente con ella, estaban las dos adolescentes posando para la cámara en la esquina de la calle en la que vivían, la calle decía: “Privada San Lorenzo”; Malenna encontró una ultima foto, pero ésta, estaba partida en cuatro, era Elisa con un muchacho muy atractivo, atrás de la foto unida se alcanzaba a leer la dedicatoria: “Para la mujer mas encantadora de mi universo, con todo mi corazón: Diego.”
Malenna sintió rabia de imaginar ciertas cosas y puso las fotos en su lugar; menos dos, donde estaban las dos juntas sonriendo y donde Elisa posaba al lado de un galán; las guardo en la bolsa de su chamarra y siguió revisando el cofre; encontró una nota que decía: “Si te olvido”

“Si te olvido”
Si despierto y no recuerdo más tu nombre, quiero dejarte esta carta; entérate que mi memoria deficiente se muere de ganas por nunca olvidarte; si me ves y no te veo, si me extrañas y yo ya no, nunca olvides que si una vez te amé, lo haré las veces que sean necesarias, serás tal vez mi desconocido favorito, serás quizá el hombre de mis sueños.
Quiero ser mas que un triste recuerdo tuyo, tu puedes hacer mas que acordarte, conquista mi corazón aunque mi mente ya te haya olvidado.
atte.: “Tu no se quien”
Malenna leyó el amor, nunca había pensado que el amor se pudiera leer, guardó esa carta junto con las fotos y decidió cerrar el cofre y ponerlo en un lugar oculto del cuarto.
Malenna tomó la decisión mas importante de su vida hasta ahora... Regresó por el cofre y lo tomó entre sus brazos, caminó hacia la puerta, salió de la habitación y corrió tratando de evitar que alguien la viera, por fin llegó a su destino; entró al cuarto de Grachiela, estaba solo, tal y cómo prefería encontrarlo, colocó el cofre debajo de la cama y sacó las fotos y la carta que había escondido en su chaqueta, los colocó debajo de la almohada; al terminar la actuación instintiva, salió del cuarto.




















Capítulo 25



Era noche y todos estaban despidiéndose en el comedor, la cena había estado de lujo, entonces se irían gustos a la cama después de la sobremesa.
Mauricio fue sin temor acompañar a su mujer, Vica estaba ya segura de la relación que se escondían, Leonardo estaba completamente ido, leyendo el periódico y ni sospechaba acerca de Mauricio y Salomé; Grachiela estaba exhausta y decidió retirarse.
Caminó por el pasillo que la llevaba a su cuarto, entró, se lavó la cara, los dientes, se cambió, se puso una bata muy caliente, ya que la temperatura era muy baja, sobre todo en las noches; levantó las almohadas, y quitó la cubre cama, alcanzó a ver como un papel caía en la alfombra, lo halló, lo puso en el buró al lado de su cama, después al doblar la cubre cama saltaron pedazos de fotos y ...
Grachiela sintió algo especial, recogió pedazos de fotos, y una foto completa los miró extrañamente y se sentó en la cama; la primera foto que vio, estaban dos chicas, una de ellas se parecía mucho a ella y la otra...



–¡Es Malenna!, ¡tal como la imagen que tuve ayer! –comenzó a juntar los cuatro pedazos de foto, armó el rompecabezas y no entendía lo que veía.
–¡soy yo! Y ... ¿quién es él?, al voltearse una parte de la foto, descubrió que había algo escrito en la parte de atrás de la foto, armó la foto, la volteó y pudo leer:
“Para la mujer mas encantadora de mi universo, con todo mi corazón: Diego.” –Diego, ¿quién es Diego?, ¿y por que no me habían hablado de él?

El sueño se había ido y no sabía que hacer con esos pensamientos desordenados, necesitaba hacer algo antes que pasara el resto de la noche sin dormir y sin saber que hacer.
–¡Malenna!, ¡Malenna está en una foto conmigo!; pero, será mejor platicar con mis padres y que ellos me ayuden a entender. –de pronto una idea cayó del cielo. –¿Diego?; ¡Dios mío!, ¡este hombre, este hombre tiene los ojos que... Que tanto invaden mi mente!. –Un escalofrío viajó por el cuerpo de Grachiela, pero, ¿qué significa esto?, si la foto está rota y ... ¡estos ojos!, ¿por qué esta rota la foto? –el susto logró erizarla y... buscó alguna fecha que revelara algún dato, pero nada no había fecha alguna.


Grachiela salió de su habitación corriendo acongojada y aturdida, salió en búsqueda de su madre, no estaba segura de lo que le iba a decir, pero necesitaba preguntar aunque sea por esas fotos.
Vica dormía, Leonardo también; Grachiela iba de regreso a su habitación y...
–¡Niña, Grachiela! –era Malenna; ella sabía que las cosas se alterarían y estaba dispuesta a todo, a hablar, a contar todo lo que pudiera; pero, era demasiado peligroso decir una verdad así; era seguro que la correrían cruelmente, pero con “justa razón”, sin embargo la mentira había llegado tan lejos que...
–Malenna, ¿que sucede? –Grachiela intentó disimular que todo estaba bien
–¿Se le ofrece algo señorita?, la veo algo nerviosa
–¿de veras? –preguntó sintiendo cómo fracasaba su actuación
–si, ¿puedo servirla en algo?
–a decir verdad... si. –Grachiela le hizo un ademán que indicaba que la siguiera, llegaron a su habitación, cuando estaban dentro, Grachiela cerró la puerta, se sentó en la cama; en la cama reposaban las fotos que Malenna había dejado ahí.
–¿y...bien? ¿qué sucede? –Grachiela toma la foto donde estaban ellas dos y le pregunta desafiantemente:
–¿puedes explicarme que hacemos tu y yo en esta foto, juntas, abrazadas?
Siempre me dijeron que yo te conocí hace unos cuantos años atrás y a decir verdad esta foto revela que éramos a duras penas adolescentes y nos vemos tan juntas que... es extraño para mi; o tal vez me quieras decir que me equivoco y que ésta persona no eres tu, si no alguien verdaderamente parecida, ¿podrías ayudarme, con algo de información? –Malenna sentía tantos deseos de soltarlo todo y contar la verdad; pero, sabía que no era su trabajo hablar de eso.
–solo te puedo ayudar en una cosa; escúchame bien, si tu tienes dudas acerca de tu pasado, puedes aclarar tu realidad, pero, yo no soy la más indicada para ayudarte.
–¡contéstame!, tan siquiera dime, ¿que hacemos juntas hace tanto tiempo? –Malenna tenía tanto miedo, que Grachiela notó claramente que le ocultaba algo. –de acuerdo, no me digas nada de lo que quiero saber, ya me enteraré mañana por labios de mis padres.
–te ayudaré de manera que descubras cosas de tu pasado, para que aclares tus dudas. –Grachiela se intrigó aún más.
–Si, dime lo que sea necesario. –Malenna se dirigió a la puerta, comenzó a salir y justo al borde de la puerta le dijo:
–busca debajo de tu cama y sabrás –salió por completo del cuarto y cerró despacio la puerta. Grachiela se mantuvo sentada en la cama por menos de un minuto, mientras intentaba comprender la extraña actitud de Malenna.
Dejó las fotos sobre la cama de nuevo y se hincó, y trató de encontrar algo debajo de su lecho.
Era una caja de cartón, llena de papeles y fotos; estaba completamente llena de polvo. Esa noche Grachiela no durmió y no dejaba de sentir una energía tan extraña que le impedía moverse, quedó sentada en el suelo en medio de tantos papeles, recargada en la cama; la noche terminó, llegó la luz del día poco a poco, Grachiela no encontraba como unir tantos eslabones perdidos entre tantas notas e imágenes. No pudo sostener la cabeza, el cansancio pudo mas y quedó dormida en el suelo sobre papeles empolvados que guardaban fragmentos de ella, de su verdadera parte interna.

Descubrí que mi vida es una farsa y que el amor puede ser tan subjetivo; todavía no entiendo por que tantas mentiras, mañana descubriré toda la verdad, ¡me cueste lo que me cueste!.
Escribió en una nota esa misma noche, unos minutos antes de quedar dominada por el sueño.
Capítulo 26


UN MES DESPUÉS...


Era como un vagabundo buscando la comida del día para sobrevivir, así estaba pasándola el primer día en aquélla ciudad, llegó de noche y el invierno la recibió con los vientos más helados que haya sentido, un taxi la llevaba a todo sitio que deseaba.
Estaba sola por que así lo decidió, el coraje la llevó con los brazos cruzados a un sitio donde sentía que tal vez podría abrirlos de nuevo y confiar.
Se lanzó a un precipicio y no le dolió tanto, al menos no como aquella mentira organizada por tanta gente.
En su mano llevaba notas que le ayudarían a conseguir sus objetivos; las notas las encontró en aquella caja debajo de su cama.
Ahora su vida era una analogía a esa caja de cartón con montón de papelitos que unían una verdad polvorosa.


Diego fumaba un cigarrillo tras otro, mientras revisaba unos documentos en su oficina; desde su asiento lograba ver los edificios más grandes de la ciudad, desde la parte más alta; el edificio en donde él estaba, era uno de esos, uno de los gigantes; el dueño de la empresa no paraba de llenar de humo su oficina y su oficina no dejaba de ser de los lugares más admirados de la ciudad; el poder estaba en sus manos e incluso el mismo poder podría ser despedido si así Diego lo disponía.
Adolfo llegó corriendo, vio desde lejos que la puerta de la oficina de su amigo y jefe estaba abierta.
–¡Hey!, ¿qué estas...? –comenzó a toser, y cerraba los ojos, ya que el humo era muy penetrante.
–estoy revisando la nueva lista de empleados, y encontré que la tal Elisa...
–¿qué tiene?
–creo que la voy a despedir
–¿crees?, para empezar, esto me hace recordar cuando dijiste: “creo que la voy a contratar”, ¿qué te esta pasando?, si tu nunca dudas al decidir las cosas.
–¡tienes razón!; entonces, está despedida. –una pausa dejó sentir un vacío raro en el lugar.
–¿sabes algo nuevo?, ya sabes... de la investigación.
–No la encuentran por ningún lado; creo que sus padres fueron demasiado cuidadosos y falsificaron nombres y apellidos; ¡ya sabes!.
–ya pasó mucho tiempo, ¿crees que deba cambiar de detective? o crees que tenga que optar por... –Adolfo interrumpió.
–¡De ninguna manera!, no te des por vencido, a menos que ya no sientas lo mismo, o que tu recuerdo también se esté disolviendo. –Diego le pintó una cara de reprimenda y coraje.
–¡de acuerdo, de acuerdo!, pero quita esa cara ya; yo mismo me encargaré de contratar uno mejor... ¡y si, ya lo se!: “¡cueste lo que te cueste!”
La cajetilla de cigarros quedó vacía, y fue a ser parte de otras dos mas que yacían en el bote de basura.

Adolfo salió corriendo y la soledad regresó para acompañar a Diego.




Un Encuentro Divino


De repente parecía irse el sentido de la exhaustiva búsqueda, pero una vez una Monja le dijo que buscara su destino mas querido; la imagen de su destino seguía ahí y ahora un poco más clara, vio su rostro; un ser “desconocido”, la atraía como nunca antes la habían atraído.
La dirección estaba en sus manos, y la calle que buscaba estaba justo a una cuadra de la que estaba parado el taxi.
Debía apresurarse o quizá podría no encontrarlo, ya que la hora de salida era a las 6:00 PM; ya eran las 5:38 de la tarde y los carros se amotinaban cada vez más, el cielo comenzaba a dar un aspecto sombrío, por la falta de sol; a esas horas ya la noche se adelantaba.

–No sé nada de él –se decía por dentro –sólo tengo su rostro impreso en un pedazo de papel seccionado en cuatro partes, tengo su nombre y el lugar donde trabaja; ¡ah!, y un par de cartas donde me contaba de su intenso amor por mi. Tal vez sea lo más absurdo que haga en mi vida, por que quizá yo lo rechazaba en ese entonces, probablemente no aceptaría su petición de ser su novia y ... –sus pensamientos se modificaron al ver el enorme edificio, ahí era, el sitio estaba parado esperándola con un guardia de bigotes largos, vestido muy formalmente. Después imaginó que tal vez Diego se vería trajeado, si el guardia vestía así, tal vez él también, sin importar el puesto que ocupe. Elisa, la nueva Elisa, la antigua Grachiela, se sentía dos personas en una, ni en un mes pudo comprender quien era en realidad.
Se bajó del taxi, pagó con un billete muy grande, el taxista no encontraba cambio, pero Elisa le pidió que lo dejara así.
–¿a dónde se dirige Señorita? –preguntó amablemente el guardia
–... busco a un trabajador de esta empresa.
–¿le podría ayudar en algo?, si me dice el nombre del empleado yo le digo dónde lo podrá encontrar más fácilmente.
–¡muchísimas gracias señor! –dijo mostrando alivio
–¿cómo se llama la persona a quien busca?
–se llama: –después de una pausa... –Diego
–¿Diego? –preguntó algo confundido el señor. –Diego ¿qué mas?, ¿cómo se apellida?
–eso si que no lo sé, pero... !tengo su foto!
–¡ahhh!, esto lo facilita un poco más –el guardia sonreía amistosamente; Elisa le mostró la imagen ya “reparada” y...
–¡pero, claro que sé quien es!, diríjase al último piso y pregunte por Diego San Vicente Ruiz, así nada más, cualquier persona le sabrá informar de él.
–¡Gracias otra vez! –Elisa le tendió la mano para despedirse de él, le regaló una sonrisa y se apresuró hacia otra de las piezas de su rompecabezas
–¡Señorita!, ¿cuál es su nombre? –Elisa no escuchó más al señor y sin pensarlo ya se encontraba en el elevador.

Estaba empezando a sentir como la energía llenaba su cuerpo de sudor; faltaban sólo dos pisos. Al llegar ahí todo sería tétrico, una película paradójica de suspenso y quien sabe que más.

Elisa ya se había presentado con aquel famoso Doctor, él se encargó de platicarle perfectamente cómo fue que sucedió esa enfermedad que borró sus huellas mnémicas. El Doctor, le contó cuando aquél chico fue a a investigar acerca de ella.
–Fue una entrevista muy extraña al principio, pero después comprendí; él chico estaba enamorado de... De ti. Por eso me tomé la libertada de contarle lo sucedido. –Grachiela era como un bebe, experimentando sensaciones nuevas.

–¿Lo sabe entonces?, y ¿cómo lo tomó? –el Doctor notó el interés natural por saber todo lo posible, detalle a detalle, pero vio una impaciencia muy grande en saber de él en especial. –mejor ayúdeme a encontrarlo. ¿puede?
–como cambian las cosas, ¿verdad?.
–¡dígamelo a mí!, que soy como un camaleón. –parecía esforzarse por ser graciosa.
–si, creo que te puedo ayudar en algo. –empezó a sacar legajos de uno de sus cajones, y encontró uno, donde empezó a buscar algo. Sacó una nota donde venía la dirección de su trabajo y su teléfono; lo dejó en caso de que el Doctor supiera algo nuevo.
–creo que ir será la mejor opción, ¿verdad?.
–¡si!, definitivamente, opino lo mismo.
Amaneció y Elisa se paró frente al espejo, miró fijamente y empezó a conocerse un poco más; estaba en un Hotel muy importante de la ciudad; era un 3 de Diciembre, ese día pasaría a ser muy trascendental en su nueva historia, sería como un cumpleaños más; estaba de regreso a su verdadera existencia.

Se vistió con una ropa muy parecida a la de la foto con Diego; fue a una tienda de ropa muy fina cerca del Hotel y sin darse cuenta escogió un atuendo parecido al de la foto donde sale con Diego; la hacía lucir muy hermosa; nadie creería que esa chica estuvo en un convento tratando de ser Monja.

Mientras salía del Hotel regresó la imagen del parque aquél y ya era demasiado, podría decirse que era la única memoria que tenía de su vida antes de la amnesia, aparte de los ojos de Diego; el Doctor le dijo que tal vez a lo largo de los años, podría ir recuperando ciertos detalles, pero nada muy grande.


Estoy a punto de bajar del ascensor, solo un piso más y... ya sabré quién es él y quien fui yo cuando estuve a su lado.
La foto en la mano, y un sobre de cartas que recibió por parte de él; las llevaba por que quería preguntarle tantas cosas de las que estaban escritas.
La puerta del ascensor se abrió, era el último piso, salió con una seguridad falsa y de inmediato trató de encontrar el rostro aquel. Estaban dos hombres de espaldas, como leyendo algo, eran tipos bien vestidos; Elisa decidió acercarse a ellos, tal vez uno de los dos podría ser Diego; pero, uno era muy bajito y el otro estaba grande de altura y muy pesado; por dentro deseaba que no fuera ninguno de ellos; al fin y al cabo la gente cambia al pasar los años y si alguna vez se fijó en él, de seguro era algo atractivo; sin embargo no era garantía que siguiera tal y como ella “lo conoció”. Los dos sintieron la presencia de alguien, pero como la energía es tan poderosa, sintieron que era alguien ajeno, desconocido y como olieron un perfume femenino muy fresco, sabían que era una mujer. Voltearon casi simultáneamente y al verla quedaron helados... Sus rostros empalidecieron y no sabían ni como articular palabra, inmóviles, estúpidos; tan débiles son los hombres frente a una mujer así; era tan bella ...


–¡wow! –emitió el ruido lo mas tácito posible el hombre chaparro; tenía una mirada muy coqueta.
–¿perdón?, ¿dijo usted algo? –la joven inquirió casi violentamente.
–¡no, no! ¿se le ofrece algo?
–¿la podemos ayudar? –pregunto el hombre grande, parecía estar hipnotizado.
–creo que si, me podrían decir donde encuentro a... Diego...mmm –trataba de recordar los apellidos.
–¿Diego San Vicente Ruiz? –contestaron los dos nuevamente de forma simultánea.
–¡Si! –dijo emocionada, ¡él!.
–Pues, estás en el lugar correcto, el jefe esta en su oficina y parece que no está ocupado; ¿si gustas esperar a que le diga que lo busca...?, ¿cuál es su nombre señorita? –Elisa alzó la ceja y miró hacia abajo mientras pensaba.
–No, no le diga quien le busca, quiero que sea una sorpresa, diga que quien le busca es una amiga de tiempo atrás, nada mas. ¿de acuerdo?
–¡como usted guste y mande!, ¡Que así sea!. –se mostraban torpemente serviciales. El hombre grande se dirigió a una puerta cerrada tocó y entró a la oficina. Pasaron mas de tres minutos y el hombre grande regresó con una sonrisa de oreja a oreja.

–Señor, hay una mujer afuera...!encantadora!, no digo más por respeto a su conocida, dice que es amiga de hace tiempo atrás y que...
–¡basta!, ¡basta! –dijo después de sacar el humo de su cigarro. –¡sólo dime como se llama!
–¡no puedo! –Diego puso cara de disgusto
–¿cómo, no entiendo?, aquí yo mando y...
–¡si, ya se!, “aquí usted manda y yo obedezco”, y si quiero obedecerle, pero...
–pero, ¿qué?
–no quiso dar su nombre. –el hombrezote alzó los hombros.
–¡de acuerdo, esta bien!, que pase,. ¡Pero ya!, no tengo tiempo para jueguitos.

El hombre salió apresurado y...
–que pase por favor. –dijo en tono gentil, la acompañó a la puerta donde se ocultaba el jefe de los muchachos.
–¡gracias! –la angustia llegaba a ponerla a temblar; ya no podría dar marcha atrás. Quien sabe cual sería la reacción del tipo que yacía dentro de esa oficina, tal vez solo se sorprendería de verla y luego le diría que el trabajo es el trabajo, que mejor sería bueno platicar después... un después que en ese caso no llegaría; quizá el chico no la reconozca y sería la mas triste de las estupideces; pero esa opción era menos probable para la lógica de Elisa.

Sin querer imaginar mas...
Diego estaba de espaldas a la puerta, sentado en su asiento giratorio, parecía un trono de piel negro; miraba hacia la gran ventana que daba vista a los edificios vecinos; el panorama era más lindo de noche y dicha noche estaba llegando.
–¡Buenas tardes! –le saluda incorrectamente de espaldas, sólo se dejaba ver parte de su brazo derecho, que sostenía un fino cigarro largo. –Elisa estaba confundida, no sabía que hacer. –por favor toma asiento. –dijo sin voltear aún.
–¡Buenas tardes! –pronunció Elisa y comenzó a toser, el humo del cigarrillo formaba una pequeña nube encima de la cabeza de ese Señor.
–¿y bien, cual es tu nombre?, me dijeron que eres una amiga de tiempo atrás, ¿por qué no dijiste tu nombre?, amiga. –dijo amiga irónicamente.
–disculpe usted, ¿podría hablar decentemente conmigo?, vengo de muy lejos y lo único que ha hecho usted es portarse como un... –prefirió callarse.
–¿cómo un que?
–parece que no reconoces mi voz, a mi solía decirme una persona muy importante que... alguien que verdaderamente me aprecia nunca olvidaría mi voz. –Diego estaba a punto de voltearse de frente a ella hasta que... – ¡detente!
–¿perdón?
–¡que te detengas!, ¡quédate como estas!
–pero...
–si crees que puedes reparar la grosería que me estas haciendo, ¡quédate espaldas de mi!
–pero, ¿para que?
–así hablaremos, hasta que me reconozcas, si no lo haces... me iré y no sabrás nunca quien soy; que de hecho no creo que te importe mucho, en todo este tiempo no he logrado mas que observar como el humo que sale de tu grosera boca forma figuras encima de ti y como ese trono móvil da su cara trasera.
–esta bien, ya voy a voltear.
–¡que no!, ¡quédate ahí!
–¡oye, niña!, ¿quien te enseñó a gritar así?, a una persona como yo.
–a una persona ¿cómo tu?, perdón, ¿me podrías explicar cómo es una persona como tu?
–esta bien, ya dime que se te ofrece, ¡ahh! Después de decirme tu nombre. –Elisa estaba irritándose cada vez más, y Diego obedeció a quedarse de espaldas.
–creo que es suficiente, me voy; fue una tontería venir en busca de un... idiota prepotente; y entérate no hay cosa más desagradable que un idiota prepotente.
Elisa se levantó de su asiento y se dirigía decepcionada y caliente hacia la puerta. –¡ahh! Y ahora comprendo por que la foto donde estamos juntos esta rota en pedazos. –Diego sintió como la presión le
bajaba, se le cayó el cigarro de la mano y se dio la vuelta para descubrir quien rayos era y...
Miró la espalda de la chica. Vio unas piernas hermosas y unas caderas y un trasero que...
–¡espera! –Elisa se detuvo antes de abrir la puerta.
–¿qué quieres? –Elisa tenía ganas de llorar del coraje y él lo notó por su tono de voz. ¡su tono de voz!, ahora sentía como la presión subía y sus manos eran un charco de sudor, el traje negro comenzaba a acalorarlo, pero no había tiempo para quitárselo ni nada.
–¡no te vayas! –le pidió Diego en un tono mas suave. –creo que estoy empezando a recordar. –Elisa soltó una risita.
–¡pensaba que la que tenía problemas para recordar era yo! –esa frase resonó en los oídos de Diego, y lo hizo sentir en el limbo, pero regresó de pronto para preguntar:
–¿cómo dices?
–nada, fue un chiste. –Elisa empezaba a mover la perilla de la puerta para salir de una vez de esa cueva de humo.
–sólo voltea para verte, por favor.
–¿ahora eres tú el que me pide que voltee?
–¡si!
–¡que triste!, ¡me vas hacer llorar! –dijo sarcásticamente.
Diego sentía que todo le daba vueltas, comenzaba a sentirse mal, la presión parecía subir y bajar. Elisa ya no escuchó nada hasta que ...
Diego estaba inmóvil, parado, recargado en su escritorio, ¡era una locura!, ¡no podía ser que...!
–¡solo dime tu nombre!, creo que ya reconocí tu voz. –pronunció al borde del llanto. –Elisa sintió confusión, el hombre con el que estaba hablando al principio era un patán, ¿y de pronto se convertía en un sensible llorón? –Diego respiraba agitadamente, y no paraba de ver como la espalda de esa mujer lo rechazaba por su culpa.
–de acuerdo, ¿qué sucede ahora?, ¿por que quieres...? –preguntó al mismo tiempo que volteaba lentamente para por primera vez hablar de frente. Al quedar de frente, Diego no podía sostenerse más por sus propios pies; presentía algo, algo que venía deseando tener hacía mucho tiempo.

–¡No!, ¿cómo puede ser...? –Diego se estaba cayendo muy lentamente, pero sin dejar de verla, sus ojos se le cerraron y Elisa estaba anonadada por lo que sucedía.
–¿qué te pasa?, ¿me oyes?; ¡Diego! –Diego escuchaba esa vocecita muy a lo lejos. –¡despierte, señor!. –era demasiado joven para ser llamado señor.

Antes que pudiera desvanecerse por completo Elisa dio unos pasos hasta quedar frente a él y así poder ayudarle a sentarse en el asiento.
Él estaba sentado ya, y Elisa lo miraba y estaba completamente desconcertada, no sabía si buscar a alguien para que lo ayudara.
–¡espera!, voy a hablarle a alguien para que mande un Doctor
–¡no! –se alcanzó a oír la voz varonil de nuevo, pero se escuchó muy débil; Elisa se detuvo y regresó rápidamente junto a él, estaba verdaderamente asustada; se hincó y comenzó a quitarle los zapatos, para que la circulación estuviera mejor. Comenzó a sentir miedo de que algo malo le sucediera y estaba tentada a salir gritando por ayuda; pero Diego iba abriendo los ojos lentamente y se recuperaba de la impresión.
–¡tus ojos! –Elisa sintió una emoción indescriptible al ver esos ojos verdes; eran esos mismos que se presentaban en su mente.
–¿qué tienen mis ojos? –preguntó todavía desvariando.
–nada, no tienen nada. –comenzó a mirarlo detenidamente y era un momento tan extraño. El era verdaderamente apuesto, todo lo que Elisa iba viendo estaba formando parte de una nueva memoria; Diego aún no sostenía su cabeza, ni controlaba sus movimientos.
La puerta sonó, alguien tocaba; Elisa corrió para abrir. Un hombre igualmente trajeado quedó con la boca abierta.
–¡ayúdame!, Diego está muy mal, no avisé antes por que pensé que se le pasaría pronto.
–¡Elisa!, pero, ¡por Dios!, ¿como?; ¿dónde está el Detective?
–¿Cuál Detective?, ¿de que rayos hablas? Y ¿quién eres tu?
–discúlpame, no quise abrumarte, ¡vamos a ayudar a Diego y luego te explico!
–con eso estoy completamente de acuerdo. –Adolfo tomó el teléfono y marcó una clave.
–¡a emergencias, por favor! –después de unos rápidos dos segundos... –último piso si es tan amable. Ya vienen para acá; ¿cuánto tiempo tiene así?
–no mas de dos minutos, pero, estuvo muy raro.
–ya me urge que me cuentes cómo estuvo todo esto.
–¿cómo estuvo que?
–¡esto!, este encuentro, ¡sabía que te encontraría!
–¿de que hablas? –preguntó aún mas confundida. – ¿que me encontraría quién?
–¿cómo que quién?, ¡Diego! o ¿quién más?
–¿me estaba buscando? –preguntó con los ojos saltones del miedo que estaba sintiendo.
–¡claro!, ¿no te lo contó?, ¿pues de que estuvieron hablando? –Elisa no supo que contestar. –esta bien se que son muchas preguntas para ti, pero... ¡ya vienen!
–¿dónde está la emergencia? –llegaron dos paramédicos debidamente vestidos; con una camilla en manos.
–¡aquí! –gritó Elisa; cargaron a Diego y lo colocaron en la camilla.
–vamos a llevarlo al Hospital más cercano. ¿qué le pasó?
–no lo sé. –contesto Elisa. –de repente se puso nervioso y ...
–esta bien ya lo revisaremos.

Elisa y Adolfo corrieron detrás de los paramédicos, pero, tuvieron que esperar al otro elevador, para que pudieran caber los paramédicos junto con Diego.
–ya que estamos aquí, dime: ¿qué sucedió?
–te digo la verdad: no lo sé.
–no te entiendo, ¿por qué dices que no lo sabes?, y tampoco sabías que Diego te buscaba como un loco, se desvela por ti y apuesto que tampoco lo sabes.
–pero, cómo se va desvelar por mi, si yo...
–si tú ni lo recuerdas, ¿verdad?; ese ha sido el mayor temor de Diego.
–pero déjame que te confiese, que en mi memoria, antes de que la amnesia viniera, sólo hay dos cosas que recuerdo vivamente: sus ojos y...
–¡vamos, ya llegó el ascensor! –subieron y comenzaron a descender. –es increíble lo que me estas diciendo, me dices que ¿sólo recuerdas sus ojos?, ¡wow!, pues es algo bueno para mi Diegito. Tu no sabes entonces lo loco que estuvo por ti, ¿verdad?
–¿estuvo? –preguntó con miedo
–¿te interesa saber si está todavía? –Elisa lo miró con la intención de reprenderlo por su comentario que estaba logrando que demostrara un sentimiento nuevo. –¡si!, ¡lo sabía!, estaba seguro que si un día Diego te gusto tanto, que a pesar que no supieras de repente quien era el, si lo vieras te volvería a gustar del mismo modo.
–¡espera!, no tan rápido, nunca dije que el Señor me gustara.
–pero,
–El fue muy grosero conmigo.
–¿cuándo?, ¿de que manera?.
–hoy mismo, fue muy grosero, y a mi créeme, no me gustan los hombres así.
–pero, no entiendo, si fue grosero, ¿cómo es que hasta se desmayó por la impresión?
–bueno, es que... fue grosero antes de verme. –Adolfo puso cara de extrañado
–¡no te entiendo!
–es algo complicado de explicar.
–¡vamos! El Hospital mas cercano es... ¡Si!, ¡ya sé cual!


Hospital a las 8:00 PM

–¿Tienes donde quedarte?
–Si, estoy en el Hotel que está enfrente de la fuente de...
–¿en ese?, ¡esta carísimo!, si quieres puedes quedarte en...
–¿dónde? –Un Doctor se acercó a ellos.
–¿son ustedes parientes del Señor Diego San Vicente Ruiz?
–¡Si!, yo soy su primo y ella es...
–es que sólo sus parientes pueden pasar a verlo; él está preguntando por una Elisa, ¿es usted?
–Si, soy yo Doctor.
–lo que pasa es que usted no puede pasar si no es... –Elisa lo interrumpió
–Doctor yo soy... –Adolfo la interrumpió esta vez a ella.
–ella es su mujer Doctor. –Elisa volteó rápidamente a ver a Adolfo.
–Diego la necesita, déjenos pasar.
–si claro, si es su mujer y usted es su primo, pueden pasar. –Elisa estaba muda y sintió algo que nunca había sentido, estaba preocupada en gran manera y deseaba verlo otra vez.

Caminaron detrás del Doctor y él les indicó el lugar. Diego estaba acostado en una camilla, tapado con una sábana. Elisa entró después de Adolfo y ...
–¿Y Elisa? ¿donde está?
–aquí estoy –Se acercó lentamente y nuevamente esos ojos la hipnotizaron. Diego la miraba tontamente, y derramó una lágrima y después otra; lo que conmovió el corazón de Elisa.
–Dime que si te acuerdas de mi. ¡Te lo suplico! – su voz salía suavemente. –Elisa no sabía que contestar.
–si recuerdo perfectamente como me recibiste esta tarde, ¡que cortés eres eh! –Diego sintió bochorno, mucha vergüenza.
–te ruego me perdones y...
–¿así sueles ser con todo mundo?
–perdóname.
–tranquilízate, ya habrá tiempo para hablar.
–de verdad, aún quieres hablar conmigo. –Elisa lo miró fijamente a los ojos, se veía cansado pero esos ojos brillaban.
–podemos discutir en otra ocasión, ¿de acuerdo?
–si, siempre que halla otra ocasión.
–¡la habrá! –contestó Adolfo
–oigan, cómo lograron entrar, el Médico dijo que...
–que sólo entraban familiares; lo sé, pero, resulta que ahora somos familiares. –¿qué significa lo que dices Adolfo?
–si, mira, yo soy... ¡Tu primo! y Elisa es... ¡Tu mujer!. –Elisa volteó rápidamente a ver a Adolfo y se sonrojó tanto que Diego se dio cuenta de su nerviosismo. Diego no pudo ocultar su sonrisa.
–¿en serio Eli?, ¿ya eres mi...?
–Si lo es-. –contestó Adolfo sin dejar que lisa se molestara en fabricar su respuesta.
–pero...
–pero nada querida, si entraste quiere decir que has aceptado serlo, aunque sea por este día.
–es que yo sólo...
–¿tu sólo que?, no crees que en algo de lo que digo tengo razón. –el razonamiento confundió a la chica e hizo que contestara precipitadamente.
–si, yo se que acepté que era su... –el silencio la delató aún más y Diego estaba mas contento observando cómo si tenía posibilidad de conquistarla de nuevo.
–¡ya déjala Adolfo, no la molestes! –Elisa agachó la cabeza; en eso el doctor entró.
–bien, Señora San Vicente, –Diego sintió algo muy bello al oír eso y no pudo evitar observar la reacción del amor de su vida, Elisa se puso de varios colores y miró al Doctor fijamente.
–¿si, dígame Doctor?
–Señora, debe cuidarlo bien esta noche, tal vez no pueda dormir a gusto, quizá le den mareos; creo que lo que le sucedió fue por un susto muy grande o una impresión fuerte, ¿verdad?.
–¡si! –contesto Diego, mirando a Elisa seductoramente.
–pero, con la condición que ya mencioné podrán irse a su casa.
–¡Gracias Doctor!, mi esposa y yo ya estamos cansados y creo que nos hará mejor acostarnos temprano.
–Si, pues... ni tan temprano ya van a dar las 9:30
–mas vale que nos vayamos ya, vivimos muy lejos. –Elisa se mordía fuertemente los labios, sentía miedo y estaba confundida, turbada y algo atontada. Diego no paraba de ver a la hermosa Elisa y Adolfo disfrutaba del espectáculo.
Diego se levantó despacio y Adolfo se encargó de ayudarle a caminar.
–si puedo solo; Elisa, ven, acércate. –El Doctor los miraba desde lejos. –quiero que cumplas con tus obligaciones – le dijo al oído. – necesito que mi mujer me cuide esta noche, como ninguna noche lo ha hecho.
–Estás bromeando, ¿verdad? –Diego le sonreía, pero sin dejar de seducirla.
–nunca he dicho algo tan en serio. ¡quédate esta noche conmigo!
–eso no puede ser, me estoy quedando en el Hotel... –Diego cerro los ojos y fingió que se desmayaba.
–¿te sientes bien? –Soltó un grito de susto.
–Si, a decir verdad, no sé como voy a pasar la noche.
–¿vives sólo?
–yes, pero espero que esto no dure mucho, espero que hoy pueda romper con esa soledad; y –Elisa interrumpió.
–¡eso, eso me lo escribiste hace...!
–¿lo recuerdas? ¡mi vida!, ¿lo recuerdas?
–lo leí hace menos de dos meses. –Diego formó una cara de tristeza.
–pero, no te pongas así, es lo más bello que... es lo mejor que me han dicho.
–te juro que todo lo que te escribí era verdad, ¡todo!
–de eso es lo que quería hablar contigo, pero...
–¿ya no?
–si, creo que aún quiero saber mas cosas.
–yo también quiero saber que fue de ti, después de mi. –Elisa estaba sintiendo una conexión libidinal, que la unía sin pedir permiso a ese hombre.
Ya estaban en el auto de Adolfo y se dirigían al Hotel.
–¡te suplico, por favor, quédate conmigo; sólo esta noche y si decides nunca volver a verme, te prometo que aunque te halla buscado por mil lugares, prometo no volver a intentar siquiera verte una vez mas. Se que es arriesgado decir esto pero soy capaz de lo que sea por...
–eso taimen lo leí.. eres capaz de lo que sea por lograr que mis labios formen una sonrisa, aún que sea el momento mas difícil de mi vida y estarás a mi lado cuidando mis pasos, dándome...
–dándote tanto que recordarás mi nombre mis ojos mis labios recorriendo tu cuerpo y...
–eso no lo decías en esa carta, tal vez allá sido otra que no leí.
–no esto nunca te lo escribí, pero quiero hacerlo ahorita, quiero escribirte un mensaje que cubra las paredes de tu cuarto, quiero que tu cuarto sea el mismo que el mío y deseo con todo mi corazón...
–robarte un beso mío.
–eso, te lo escribí en la primera carta que te dí. ¿cómo puedes recordar perfectamente todo esto y no puedes recordar tu pasado?
–nunca podré olvidar lo que escribiste; lo que leí ese día me abrió los ojos, y me enseño parte de mi que yo no conocía.
–¿por eso estás aquí?
–si, deseaba conocer a mi... –de pronto sintió que abriría de más la boca.
–¿tu que?, dime mi vida, ¿tu que?, ¿qué soy para ti?
–no puedo contestarte.
–si, de acuerdo, no lo hagas; pero, por favor date una oportunidad, y quédate esta noche conmigo, tendrás una habitación para ti sola y prometo no hacer nada que tu no quieras. –parecía estar a punto de convencerla.
–solo platicaremos y aclararemos cosas, tendremos toda la noche si así lo deseas.
–pero, ya llegamos.
–no importa, ¡agarra tus cosas! Y tráelas a... –Diego sintió que se estaba sobrepasando en sus peticiones pero...
–de acuerdo.
–¿si?, ¡si!. ¡gracias mi vida! –“ya cállate estúpido”, se decía por dentro
–de nada. –contestó tímidamente. Adolfo estaba completamente emocionado, pero controlando los sonidos que podrían salir de su boca, cosa que se le dificultaba mucho.
–¡Adolfo!, ¡acompaña a Elisa por sus cosas y ponlas en la cajuela!. –Adolfo era el chofer, el amigo, el primo, el compadre y el hombre más interesado en esa historia después de ellos dos.
–yo voy sólo para que no se enfríe, Elisa te parece que yo las recoja, me das la llave y...
–si, esta bien, todo está en mis maletas, menos mi cepillo de dientes, la pasta y el Shampoo.
–yo me encargo.
Elisa estaba en trance, cuando veía los ojos de ese chico sentía como su organismo se alteraba. El frío estaba haciendo que Elisa se encogiera y comenzara a frotarse. Diego se percató de eso ...
–Hermosa acércate, recárgate conmigo, sé que hace frío. –Elisa no pensó nada y se acercó a él; fue la primera vez que ella puso su cabeza en su pecho, la primera vez que Diego la abrazaba, por decirlo así, era una nueva Eli; Diego no conocía la parte de Grachi.
–¡Ahí viene Adolfo! –Elisa no quería moverse, sentía como su cuerpo se pegaba a él como de forma inevitable. Tenía miedo y era miedo a sentir, o a aceptar lo que estaba sintiendo de forma rápida e incontrolada.
Adolfo trajo las maletas y las puso en la cajuela, se montó en su auto y arrancó.
La casa de Diego estaba tan alejada de la ciudad que tal vez Elisa llegaría dormida.
–Elisa, espero que esta noche te sientas a gusto, mi casa tiene muchas habitaciones, todavía no entiendo por qué decidí comprarla si es tan grande para mi sólo; pero, tu eliges donde dormir. ¿te parece?
–muchas gracias Diego. –Le dijo en el oído, Diego sintió un escalofrío y no pudo contenerse, la tomó de una mano y la beso; después, no logró soltar esa mano que igualmente se entrelazó con la de él.

El auto se estacionó frente a una mansión, tenía un jardín enorme, con flores por todos lados, y un caminito por donde podían correr dos personas y banquitas donde podrían descansar después del trote; una hermosa fuente de una mujer desnuda, era enorme, esta estaba llenando de vida y color la noche, la iluminación era perfecta, parecía un lugar perfecto donde grabar el final de una película romántica. La casa estaba esperando con una puerta enorme de madera fina.
¡El parque!, ¡no era un parque!, ¡Diego, no es un parque!, ¡mi destino no es un parque!, ¡sabía que eran tus ojos, pero...! –Diego la veía sonriendo pero con gran asombro.
–¿qué dices? ¡claro que tu...destino, no es un parque!, ¿pero que locura es esa?
Elisa se bajó del auto y comenzó a caminar por la vereda, llegó hasta la fuente y volteó a ver a Diego y Diego se encontraba ya a dos pasos de ella y lo primero que vio fueron esos faros verdes que desprendían la luz mas hermosa de la noche.
–todavía no entiendo como es que esto me esté pasando pero me siento tan...
–¿te sientes tan...?
–creo que es mejor que entremos a tu casa.
–si, como tu gustes; esta es tu casa también.
–¡Diego!, ¿había estado aquí alguna vez?
–físicamente... nunca, pero, siempre has vivido aquí conmigo; ven –la tomó de la mano y la llevó cerca de unas flores amarillas y moradas, de ahí se veía la fuente de un ángulo muy bonito, y un tronco de madera finamente cortado y lijado, estaba enterrado para fungir como asiento. –este ha sido tu lugar favorito. Siempre te traigo aquí cuando más te deseo.–Elisa no podía retener el llanto.
–¡vamos a dentro! –Adolfo se había ido; dejó una nota pegada en la puerta: “aquí les dejo las maletas, les deseo que esta noche sea la primera de muchas que compartan en esta odisea” Elisa volteó a ver a Diego y descubrió un gesto nuevo, cada gesto era una emoción mas dentro del pecho de la chica.


–¿te gusta este cuarto?, tiene baño y un vestidor grande, aquí nunca hace frío.
–gracias. –lo miró con ternura –Diego si me necesitas, solo toca, o grítame, yo te ayudaré para lo que quieras.
–lo dices por lo de ésta tarde.
–lo digo por que me importas. –esas palabras fueron como magia y Diego empezó a reconocer a la mujer de la cual estaba enamorado.
Se acercó y sus labios no podían tomar otra dirección mas que la boca de Elisa; ella sabía a donde querían ir y se aproximó más a él y sus labios chocaron, se convirtieron en fuego, y ya no era invierno, la ropa estaba provocando demasiado ahogo; pero, algo detuvo a Diego.
–¡Buenas noches!
–¡buenas noches! –Elisa se quedó con la boca abierta y esperó hasta que Diego entrara a su recámara.

“Se apodera de mí, mi pasado y siento cómo el tiempo es nada en frente del amor; el amor es un ladrón que entra en mi y no avisa y yo soy una estúpida, pero estúpida enamorada.”



Diego dormía tranquilamente, feliz de tener en su hogar a su mujer, a la mujer que mas deseaba en su vida.
Elisa no podía dormir, por que pensaba en eso de su destino; si nunca había pisado esa casa antes cómo era que esa imagen que tenía del jardín fuera idéntica; esto le quitaba el sueño.
Se levantó de la cama, con una bata blanca de seda y encaje, salió de su cuarto por que pensó escuchar un ruido y pensó que tal vez Diego se sintiera mal; caminó descalza hacia su cuarto, abrió la puerta y ahí estaba; parecía un ángel, pero desnudo; de no ser por las colchas que cubrían mitad de su cuerpo, quien sabe como hubiera reaccionado Elisa; cuando Elisa se percató que solo dormía estuvo a punto de irse pero... Algo la movía a ir hacia el.
Se acercó lentamente y sintió una excitación enloquecedora; esos labios estaban ahí, esperando ser mordisqueados; ella se encontraba tan cerca que...
Sólo se acercó un poco mas y sus piernas tocaron la mano que colgaba de la cama; Diego sintió algo y comenzó a palpar la pierna izquierda; pero, aún no abría los ojos; sin pensarlo Elisa no le importó mas que lo que experimentaba ahí parada, y esa mano varonil tocaba inconscientemente la pierna, cada vez más arriba y más hasta que...
–¡ahh! –Elisa emitió un sonido de pasión y Diego despertó, pero sin quitar la mano de la pierna de Elisa; la miró impresionado e inmediatamente descubrió donde tenía su mano y la quitó. Se sentó en la cama y mas parte de su cuerpo se mostraba ante esa mujer ardiendo de ímpetu. Diego vio como sus pechos se querían salir de esa bata y no podía reaccionar aún.
Ella estaba parada sin movimiento frente a él; era noche aún, estaba oscuro pero se alcanzaba a ver completamente ese cuerpo divino; Diego se acercó a ella, pero para eso se quitó el resto de la colcha y traía solo unos calzoncillos ceñidos de color negro; se paró y ella retrocedió unos pasos, pero era demasiado tarde para huir. Un calor descomunal se desató entre ambos y Diego se lanzó hacia ella y ella se dejaba amar; los labios de ese hombre recorrían enérgicamente ese cuerpo deseoso; la bata caía lentamente a la alfombra y Elisa se deshizo del resto de ropa que Diego llevaba encima.
La cama estaba esperándolos y Diego no dejaba de besarla ni un segundo; los gritos sonaron por toda la habitación; el penetró su todo; sus almas estaban vibrando y ella sentía como el amor que ese hombre tanto le escribo llenaba esos huecos.
Mientras hacían el amor Diego le preguntó: –¿confías en mi?
–Si, confío en ti.
–¡prométeme que sientes algo por mi!
–esta es mi promesa, que amo esta noche.
–quiero que me ames siempre.
–¡ahhh!
–¡te amo!

El éxtasis llenó de aroma el cuarto. Los cuerpos descansaban por fin juntos.

–¿habíamos estado juntos alguna vez?
–¿quieres saber la verdad?, si alguna vez me acosté contigo, no lo recuerdo.
–hoy empezó nuestra historia. –le dijo Diego con la mirada enamorada.
–¡no!, nuestra historia empezó desde que te descubrí en mi mente, te encontré en esa foto rota y te leí en las cartas cubiertas de polvo.
–¿sabes cómo podría acabar nuestra historia? –preguntó con turbación Diego.
–no lo sé; pero, quiero amarte siempre, no importa lo que “siempre” signifique.
–las historias de verdad nunca tienen final; siempre va haber algo que se sume al cuento; puede ser un simple pensamiento creado por la imaginación.
–¡tienes tantas cosas dentro de ti que deseo tener!. –Diego la miraba de forma embriagada de tanto sentir. –¿mañana... seguirás aquí?
–¿recuerdas lo que dije, que una verdadera historia no tiene un final?...
En los sueños de Elisa estaba todo: Mauricio unido a Salomé, la cubana tenía ya casi los nueve meses de embarazo, Vicentillo jugaba por fin con un verdadero padre; su hermano, se convirtió en hombre desde que descubrió el verdadero amor; ¿que si el amor tiene poder?, habría que preguntárselo a Vica, que esperaba con ansia el nacimiento de su nieto; Leonardo veía como a su alrededor las piezas se iban armando de modo natural y todos incluso el hijo más chico, que siempre fue el más independiente y alejado, incluso él encontraba el camino a esa fuerza que llaman destino; el destino unió hasta lo que menos se puede fundir; Janella conquistó el amor y Josué se dejó encontrar, abandonó el Sacerdocio y se mudaron a otra ciudad.

–Bésame, no dejes de hacerlo, por que presiento que tal vez mañana no te recuerde.
–Pero, ¿de que hablas?.
–¡Era una broma MI VIDA!,


Una Vez, Una Mujer Perdió La Memoria; Pero, Guardó Sólo Algo...
Un Divino Recuerdo


Georgina Farah Navarro

Marzo - Junio 2005